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GUÍA DE LECTURA

No todo el monte es orégano

Jaime Panqueva

No todo el monte es orégano

Hace algunas semanas regresé de Colombia con un cargamento que conseguí en la Feria del libro de Manizales. A este modesto botín se unió un libro que había pedido por internet por allá por julio, y que aterrizó finalmente en mis manos la semana pasada, Zumbido (451 Editores, 2010) de Juan Sebastián Cárdenas. Se suponía que conocería al autor en la Feria porque coincidiríamos en uno de los paneles. Lamentablemente, por problemas personales no pudo llegar al evento. Su novela, como en los antiguos tiempos de la Colonia, al parecer tuvo que esperar a la Flota de las Indias para hacer la carrera hacia este lado del Atlántico, ya que su editorial es madrileña.

Al malogrado encuentro personal habría que sumarle un arribo extemporáneo, algo absurdo si consideramos los años de inmediatismo que vivimos. Pero es curioso, un paquete dure tres meses en llegar, se compagina con los ambientes y personajes excéntricos de Zumbido. El protagonista de la historia realiza un viaje sin sentido en una ciudad que se está tragando la selva, donde la mejor manera de entretenerse en un embotellamiento consiste en parar el coche y treparse a comer frutas de los árboles, o robar huevos a los pájaros que habitan sus copas. Experimentación con un lenguaje artificial en un ambiente exuberante. No todo el monte es orégano, ni toda exploración venturosa; aunque debo reconocer que quizás no me topé con su mejor trabajo.

Busqué refugio en el texto de otro colombiano, Octavio Escobar Giraldo, que puedo recomendar a todos los amigos de la lengua escrita como se habla, sin artimañas o sutilezas innecesarias. De música ligera (Panamericana, 2010) es un compendio de nueve cuentos con una vitalidad extraordinaria, editado originalmente en 1998, tras ganar el Premio Nacional de Literatura del Ministerio de Cultura. De Escobar, había comentado en este espacio Hotel en Shangri-La (Guía 201), y elogiado su maestría en la construcción de diálogos.

De música ligera recrea una época, los años 90, y creo que fue por su cuento Himnos Nacionales, uno de mis favoritos, que decidí también mencionarlo hoy, para compensar, creo. Cierro con un fragmento que evoca a Chipre, el más alto de los barrios de su natal Manizales:

[…] ocho cuadras de avenida dedicadas a la venta de helados, obleas, empanadas y un largo etcétera de comestibles. Pocos metros más allá de esta playa sin mar, la montaña desciende a pico. Para una ciudad que dista doscientos kilómetros del océano Pacífico por carreteras plagadas de peajes, derrumbes y guerrilla, la vista casi ilímete del valle del Cauca, con encendidísimo atardecer programado, entra en la categoría de servicio público.

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