jueves. 18.04.2024
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“The Power of Love”

(o estudios de campo sobre el Imperio Romano para trabajo final en equipo de introducción a la crononáutica)

Bernardo Monroy

“The Power of Love”

—¿Dónde se metió Édgar? —preguntó Quique. Su toga estaba manchada de vino, que hacía unos segundos había bebido a bocajarro, en honor al emperador. —Ya nos tenemos que ir.

—No tengo ni la más puta idea —dijo Beto—. La última vez que lo vi se la estaba metiendo a un becerro. ¿O era a un muchacho al que se acababa de coger Calígula? ¿O era a una doncella virgen? ¿O un gladiador se la metía a él? Quien sabe…

—Pues si lo ves dile que ya está lista la máquina del tiempo. Todavía tenemos que ir al Concilio de Nicea. Perdimos mucho tiempo en la Segunda Guerra Púnica.

El palacio era la escena de una orgía. Hombres con mujeres, mujeres con niños, niños con muchachos, muchachos con ancianos, ancianos con caballos. Entre el suelo de mármol y las columnas los cuerpos se unían en un frenesí, el vino corría como la lluvia y los gemidos y gritos de dolor y placer no terminaban.

Era la Roma imperial en tiempos de Calígula, más específicamente durante una de las monumentales orgías que éste solía organizar. La fecha, alrededor del año 38 después de Cristo, durante los cuatro breves años que reinó aquel emperador, famoso por su locura y desenfrenos sexuales. Édgar, Enrique y Beto tenían una hora para hacer un trabajo de investigación en equipo sobre el breve, pero intenso, periodo de gobierno del emperador, cuyo nombre real era Gaius Julius Caesar Augustus Germanicus.

A mediados del siglo XXI, con el auge de los viajes a través del tiempo, varias universidades habían ofertado la carrera de Crononáutica. Durante el primer semestre los estudiantes debían aprender las reglas básicas de viajes a través del tiempo, conocer ecuaciones sobre los universos alternos de Hugh Everett III e investigar acerca de un periodo histórico para viajar a dicha época al final del semestre en un trabajo en equipo. La Edad Media, la Inglaterra Victoriana, el periodo Jurásico, el México Novohispano… donde desearan, lo importante era aprobar con una buena nota. Los equipos conformados por tres estudiantes del primer semestre no se decidían a qué época dirigirse, pero Édgar se juntó con su amigo Enrique e invitó a Beto, quien en clase prácticamente era mudo. Édgar ni siquiera lo dudó (¡Roma Imperial! ¡A las orgías de Calígula!, gritó en plena clase, con la sonrisa en los labios y saliva escurriéndose por su barbilla. Después de tener decepciones amorosas desde la secundaria, sus hábitos sexuales se habían vuelto, por decirlo de algún modo decente, “flexibles”). Se dividieron el trabajo: La Segunda Guerra Púnica para Beto, el reinado de Calígula para Édgar y para Quique el Concilio de Nicea.

De modo que allí estaban, en plena orgía de Calígula, hablando en latín, teniendo sexo y bebiendo vino hasta hartarse. Después transcribirían sus experiencias sobre el trabajo en equipo: cada uno de los tres integrantes se encargó de una etapa de Roma: Las tres guerras púnicas (donde por cierto, un elefante tripulado por Aníbal casi aplasta a Beto, quien gritó en un idioma que más bien parecía latínespanglish: ¡Cuida tu pinche paquidermo, cartaginés de mierda!), el periodo en que se encontraban, y el Concilio de Nicea.

Los tres universitarios comprobaron que, efectivamente, lo que los libros de Historia decían de Calígula era más que cierto: tenía sexo con sus hermanas Agripina la Menor, Drusilla y Julia Livilla, además que el emperador con nombre de botita solía prostituir a las esposas de sus subordinados, so pena de muerte. Y lo que muchos historiadores negaban no era más que una realidad: el emperador había nombrado a su caballo favorito con un cargo en el gobierno. Édgar lo comprobó cuando se encontró con sus amigos.

—¡Miren, chavos! —dijo, acariciando a un hermoso caballo de carreras—. Les presento a Incitatus. Es sacerdote y cónsul. Saluda, güey —el animal relinchó—. Bien famoso es en toda Roma. Me lo encargó su amo Calígula, le gustó la forma que le hice un trabajito oral. Yo ya tengo la información. ¿Nos vamos?

Anonadado, Enrique, quien era el más dedicado y estudioso del trío, se llevó la mano a la boca, abrió los ojos como platos y exclamó:

—¡¿Qué?! ¡¿Le hiciste una mamada a Calígula?! ¡Puedes alterar el continuo espacio tiempo además que demuestra tu falta de valores y moral! ¿No estudiaste la materia de Introducción a la Axiología Crononáutica? ¿Qué tal si volvemos a nuestra época y El Chavo del Ocho ha implantado una dictadura?

—No estudié para esa materia, acuérdate que te copié en el examen. Y respecto a eso de cambiar la historia, solo pasa en las películas. Somos muy insignificantes para cambiar la Historia. Por cierto, quedamos de viajar a los ochenta del siglo XX a ver esa película el día que se estrenó, no se te olvide. ¿Tú estás de acuerdo, Beto?

El aludido dijo que le daba igual. En todos los trabajos en equipo escolares hay alguien como él: quien no se mete en problemas y está de acuerdo en todo con tal de terminar pronto y no volver a ver a sus compañeros. Mientras que Quique era el empollón, el matadito, el nerd, el ñoño, Édgar era quien solía confundir trabajo con placer. Aunque las carreras y profesiones evolucionaban, la conducta de los universitarios era la misma desde hacía siglos.

Édgar se despidió de Incitatus, y los tres se dirigieron al establo donde dejaron oculta la máquina del tiempo, que tenía la misma forma que la que describía H.G. Wells en su novela. Era el modelo más solicitado en su época, quizá porque lo retro está de moda. A diferencia de la máquina original, ésta tenía asiento para cuatro y reproductor de música. Enrique realizó los cálculos matemáticos correspondientes para su siguiente parada: el 20 de mayo del 325 después de Cristo, cuando se celebra el Concilio de Nicea para convertir a la secta del cristianismo en la religión oficial del Imperio Romano.

* * *

La Ciudad de Nicea, ubicada en lo que hoy en día es Turquía, lucía esplendorosa, ni todas las películas hollywoodenses, ni todos los cuadros, ni todos los grabados, ni todas los libros de historia ni la imaginación más fértil podían igualar la emoción de verla en vivo. Sólo eso valía la pena todo el semestre de desvelos.

“Espérenme aquí, no me tardo”, dijo Quique, quien bajó de la máquina del tiempo modelo victoriano, no sin que antes sus dos compañeros se ocultaran con el vehículo gracias a maleza y hojas secas —a veces, los clichés del género de ciencia ficción eran infalibles.

En Nicea se encontraban los más de 300 obispos que se habían reunido con quien presidió el concilio: Constantino, quien en aquel entonces era pagano, pero en cuanto muriera se iba a convertir a la nueva religión… y que no estaba iluminado por el Espíritu Santo, sino que era un astuto político que quería arreglar todos los problemas del imperio, o sea, unificar las piezas del rompecabezas… había mucha información al respecto.

Mataron el tiempo platicando, una de esas conversaciones fluidas, aburridas, lineales, que nunca faltan durante un trabajo en equipo, cuando el elemento más estudioso se encarga, por su cuenta, de hacer el trabajo más pesado: ojalá que no se tarde mucho, comentó Édgar. Ya me quiero ir. Sí, yo igual, respondió. Fue un infierno haberme encargado de las Guerras Púnicas. Esas batallas entre Cartago y Roma ya me tenían harto. Lo bueno es que yo ya hice mi parte del trabajo. Y me tocó lo peor. Tú con las orgías y Quique tirándole mierda a la religión católica, tanto que le gusta. Ya ves que ese tipo es un ñoño que a todo le ve su lado científico. Para mí que quiere estudiar Crononáutica tan sólo para desmantelar mitos cristianos. Ahorita ha de andar feliz siguiéndole la pista a Constantino. Déjalo, es su vida. Qué nos importa. Es como yo. Yo me la quise pasar fornicando y es mi problema. En nuestra época probé con hombres y mujeres y todo ha sido un fracaso. Ya ni creo en eso del poder del amor… por cierto, ojalá podamos hacer una última escala en otra época para ver esa película. Creo que queda muy ad hoc. Sí, ya lo creo, replicó Beto. Ahorita es un clásico. Yo la descargué de la neurored y la vi a los seis años. Pero verla en su estreno original debe ser algo increíble. No mames, cómo se tarda el pinche Enrique. Ha de andar feliz anotando cómo se fundó el cristianismo.

Frente a ellos pasó el obispo de Roma, quien en aquel entonces ni siquiera era papa. Se percató que llegaba tarde al Primer Concilio de Nicea, del que Constantino movía los hilos. Dos horas después llegó Quique, con una sonrisa de oreja a oreja. Quitó la maleza y se subió al volante de la máquina del tiempo. Habló sin que siquiera le preguntaran, con la pasión y la alegría en su rostro.

—Todo lo que nos enseñaron en el puto catecismo es mentira. Dejen les explico…

—Te escuchó atentamente —afirmó Beto, con cortesía.

—Uta madre. Ahora a escuchar a este jodido nerd, bueno, mientras nos aprueben aguanto lo que sea —susurró Édgar.

—Cállate, pendejo. Yo soy el que más trabaja aquí. Miren, todo lo que dicen los historiadores ateos es cierto. La única diferencia es que yo lo presencié: los cristianos y su iglesia ya han crecido suficientemente. Antes incluso de Constantino los fanáticos salían hasta de debajo de las piedras. Los cristianos son fuertes, dinámicos. Por eso se requería una nueva religión que mantuviera unido al imperio. Por eso Constantino convocó este concilio, aunque la Iglesia ya había llegado dividida, como cuando llegas a una fiesta con tu novia y estás a punto de cortar… Jesucristo, por cierto, en esta fecha ni siquiera es divino, es un mortal como nosotros. En su defecto, sería un personaje mitológico. Hubo una discusión durísima allá en el concilio. Que si es divino, que si no, que si Jesús se parece a Mitra, que si se queda, que cuáles evangelios se van a quedar y cuáles no, había como, creo, setenta evangelios y nomás se quedaron cuatro, pero Jesús se hizo divino por mayoría de votos, hazte de cuenta como cuando sales de fin de semana con la familia y no se deciden a dónde ir a comer. Fue lo mismo. A Constantino todas esas mamadas de que si Jesús es divino o no, le importan un carajo. Él sólo era un político, aunque simpatizaba más con Arrio. El Consta lo que quería era que el imperio siguiera en pie. Por eso en el proto-rave que se está celebrando allá se está decidiendo hasta qué fechas importantes tendrá esta religión. ¿Está pesado, no?

—¡Chispas, Quique! —exclamó Beto con tono hipócritamente adulador, pues le convenía para que incluyeran su nombre en el equipo—. ¡Sabes muchísimo!

 —Bueno, ya, ya. Muy interesante tu investigación de que el cristianismo es una reverenda jalada. ¿Ahora vamos al cine? —preguntó Édgar—. Ya trabajamos mucho, y tenemos que apurarnos porque aunque el tiempo es relativo, la máquina es de la universidad y tiene reloj interno, no nos vayan a joder en la facultad.

De mala gana —Enrique odiaba que Édgar no se sintiera impresionado— realizó los cálculos para el último lugar y época de sus viajes temporales.

* * *

Viernes 21 de marzo de 1986.

Aparecieron en el estacionamiento del cine de la Organización Ramírez, que en aquella época, prácticamente tenían el monopolio de todas las salas de cine. Pagaron con pesos mexicanos de aquella década y entraron a la sala. El cartel a la entrada mostraba a Michael J. Fox mirando su reloj de muñeca, a punto de entrar a un auto De Lorean. Con letras anaranjadas se leía el título de la película: Volver al Futuro. Se sentaron en medio de la sala. Cuando las luces se apagaron, Édgar esbozó una sonrisa maliciosa y gritó:

—¡La película acaba en que va a continuar! ¡Será una trilogía que no concluirá sino hasta 1990! ¡Y todos los problemas se dan porque Marty no soporta que lo llamen gallina! ¡Y su mamá lo besa!

El comentario fue recibido con una serie de abucheos y lluvia de refresco y palomitas. “No nos cuentes el final, cabrón”, gritó una mujer en el extremo opuesto de la sala.

—Eres un despreciable hijo de puta —recriminó Beto.

En pocos minutos empezó la película. Un cuarto repleto de relojes. Marty Mc Fly en su patineta. Emmett Brown acribillado a balazos, el viaje a los cincuenta. El característico tema musical de Alan Silvestri, junto con Johnny B. Goode y por supuesto, The Power of Love. Aquella era una película sobre un muchacho que viajaba en el tiempo, vista por unos muchachos que viajaban en el tiempo.

 —Vamos a divertirnos —Pensó Édgar—. Luego regresaremos a la uni. Después de todo, a donde vamos no necesitamos carreteras.