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Harry Potter: Un renacer entre la crítica y la basura

María Guadalupe Larios Castro

Harry Potter: Un renacer entre la crítica y la basura

 

Son nuestras elecciones, Harry, las que muestran lo que somos, mucho más que nuestras habilidades.
Albus Dumbledore

 

 

Con más de setenta traducciones en diferentes idiomas, los siete libros de J.K. Rowling han generado un fenómeno de ventas millonarias, que, por un lado, ha manifestado a un sinfín de  fanáticos, de optimistas de la lectura y de nuevos lectores y, por el otro, una tempestad de protestas, cambios de normas, prohibiciones, supuestas reacciones terroristas y múltiples críticas hasta la desacreditación absoluta de la obra en el ámbito literario, a tal punto que, leer a Harry Potter es toda una vergüenza intelectual. Una saga con la etiqueta de “Libros para Niños” que, sin tener siquiera dos décadas, ya ha marcado a por lo menos tres generaciones. Una historia aparentemente  inocente, una lucha constante entre el bien y el mal; un texto simple que para muchos resulta tan peligroso como el caer en la tentación del mismo demonio.

Desde el Siglo de las luces, la crítica literaria ha tomado un asiento especial dentro de la cabina del vehículo que lleva a la sociedad en camino hacia la evolución de la raza humana, un asiento increíblemente cómodo, un tanto desapercibido, incluso para sus acompañantes; los políticos, los economistas, los religiosos y hasta uno que otro informático.  Y desde ahí, se ha encargado de establecer el “Canon Literario”, ya que la vida es breve y lo escrito es mucho, hay que tener criterio para no desperdiciar el tiempo. Ésta ha sido la postura de los críticos más duros, los hombres implacables que determinan lo que vale, lo que debe ser leído y lo que no, lo que trasciende, gusta y enriquece al pensamiento y lo que debe permanecer en el olvido a lo largo de la Historia.

En la actualidad, es quizás, el norteamericano Harold Bloom el más cruel y despiadado crítico de lo que, en la más ingenua intención, se considera literatura de iniciación, literatura infantil. Afirma ser “el último crítico literario tradicional que queda vivo”[1] puesto que para él, no existe más literatura que lo escrito por los grandes, por Cervantes, por Shakespeare. Descalifica a los Best-sellers, define a Harry Potter como “demasiada basura”,[2] ya que considera que “la mente de Rowling está tan gobernada por clichés y metáforas muertas que no tiene otro estilo de escritura”[3]. Sus negativos dictamenes han generado grandes controversias  que han forjado variadas opiniones dentro de la sociedad. Están, por ejemplo, los que no han leído los siete libros(amenos en su totalidad), y como Bloom, escuchan las voces de otros textos; los que consideran que se trata de una obra que recoge una tradición para dar origen a un texto de gran calidad y, por supuesto, los que se divierten con la querella entre unos y otros.

Es cierto que en cuestión de estructura, Rowling no innova, por el contrario, en cada libro utiliza un esquema muy tradicional;[4] un principio: Harry abandona la casa de sus horribles tíos para ir al Colegio. Un desarrollo o desenlace; las aventuras de Harry durante el año escolar haciendo un recorrido a detalle entre periodos de fechas importantes  como el inicio de clases, las celebraciones especiales —Halloween, Navidad, Pascua—, las competencias de quidditch, los exámenes y el inicio de las vacaciones. Y, por último, un final; el libramiento de la batalla, el cierre del ciclo escolar y el regreso de Harry a casa de sus tíos.

Es verdad, el lector ya sabe lo que va a leer, al igual que en el teatro renacentista el espectador ya sabía lo que iba a ver; no obstante su interés radicaba en el discurso, en la manera en que, en esa ocasión, se iba a representar la acción que, de algún modo, debía ocurrir.

Una obra cuyo tratado de discurso pareciera ser imitación de La Granja Groosham, novela que se publica nueve años antes que La Piedra filosofal, y que en opinión de los críticos, en sus escasas ciento cincuenta y seis paginitas, es más crítica y reflexiva que los voluminosos tomos de la serie. Su escaso impacto se debe a que, efectivamente la obra se centra en una tesis que justifica la lectura de sí misma. Que señala directamente los defectos del lector. A diferencia de Harry Potter, una historia sutil, que va mostrando los temores de los lectores actuales, la muerte, el abandono, la falta de reconocimiento, en un perfecto punto de unión en el que los extremos se tocan, donde el ser humano se olvida, por un momento su papel es el del héroe que vence la lucha contra sí mismo, y este papel emparenta a Hagrid, Firenze, Severus, Albus, Harry y hasta el mismo David Eliot.[5]

Más cierto es, que entre los elementos fantásticos se encuentra una serie de cadáveres de metáforas: “el hombre reconoce en las historias de ficción las metáforas de su vida o los deseos más intrincados de su corazón. La razón por la cual las aventuras, la magia y el romance seducen a los seres humanos desde su génesis como especie”;[6] no obstante, estas metáforas aparentemente conocidas por el consciente colectivo, explotadas por determinados autores, terminan siendo simples palabras, lexemas de dominio público colocadas de forma coherente en determinado contexto que les atribuye un significado específico y, en consecuencia, un sentido de totalidad en el que radicaría la originalidad de la joven escritora. No construimos sobre ceros, construimos sobre ruinas…[7] Si bien todo está más que dicho es notoria la autenticidad de la obra en función de las relaciones de personajes y acciones, de espacios y actantes.  

Rowling hace un pequeño ejercicio de sobre-interpretación de esos textos que conforman el acervo de lecturas con temática juvenil, culminando en la superación[8] de estos con una historia que sale de los paradigmas de los escritos previos para levantarse con autonomía propia y llevar inductivamente al lector a un microcosmos que, por efectos de masividad, se sale a diario del papel y de la pantalla, introduciéndose en la vida cotidiana; “me siento como un elfo domestico”, “en estos momentos me gustaría tener un pensadero”, “creo que los dementores están a punto de acabar con mi energía”, “si por lo menos tuviera un giratiempo”. Entre una fuerte capa de misterio, la historia refleja en gran medida, los deseos, los temores y los pre-juicios de naturaleza humana, haciendo que el lector se sienta identificado y que, de alguna forma, su realidad pertenezca al mundo de Harry.

La sociedad actual se encuentra sumergida en un relativismo que depende de la subjetividad de cada individuo; “sólo conoce al Otro por su estructura intencional y cuando reflexiona sobre sí mismo, sólo puede conocerse como otro”;[9] en este sentido, el gran logro de esta obra podría radicar en el punto de vista de la narración.

Se trata pues de un narrador omnisciente que sólo muestra la perspectiva de Harry, mientras que la psicología de los demás personajes se muestra a través de la ausencia y los vacios que el discurso deja sobre sus pensamientos. Este hecho no deja de ser casi imperceptible para el lector, que se envuelve en la demostración de los acontecimientos que el narrador va relatando,[10] lo cual revela que esta técnica tan ‘simple’ va más allá del condicionamiento del lector a un único punto de vista y trasciende al encanto del misterio develado que permite que la lectura sea incansable y corrida.   

Rowling toma los mejores ingredientes de la literatura juvenil en lengua inglesa, para crear unos personajes y elaborar unas historias que cautivan al lector, y si bien no es difícil hacer un seguimiento histórico-literario de los principales componentes de su literatura, es precisamente por esta habilidad sintetizadora y recreadora por lo que hoy debemos valorar la aportación de Rowling a la literatura fantástica contemporánea.[11]

 

La saga responde a diversos subgéneros, que si no invitan directamente a la reflexión, como esperaría Bloom, si reflejan la realidad actual, temas como los romances, los amigos, la vida del colegio, las relaciones entre profesores y alumnos, muestran una “ficción realista”[12] acompañada por la sátira de la realidad en el mundo muggle. Lo fantástico es más un pretexto, un plus que le permite justificarse en la ficción para amenamente adoctrinar al lector, pues se debe recordar que “Los héroes encarnan la maduración individual, la conexión con el más allá, la representación de una relación con el Ser Supremo y el esquema de perfección ideal para la humanidad.”[13] En este sentido, la temática general de la obra se podría interpretar de una forma un tanto religiosa; después de todo, Rowling es una cristiana activa.

Así, Harry Potter, más que el héroe, sería el redentor, el que vence a la muerte, el que resucita, semejante a Cristo y, en consecuencia, Lord Voldemort sería su antagonista, Lucifer, el ángel caído. Dumbledore, por sus capacidades de omnipotencia, omnisciencia  y hasta omnipresencia, el equivalente a Dios. Mas pronto se caería en el error que ha sido causa de la censura y protesta de diversos grupos religiosos: la sobre interpretación. Un solo libro no se puede entender a cabalidad puesto que no es más que un eslabón de una historia, o mejor dicho, de un conjunto de historias que están pensadas como totalidad y en consecuencia, no hay dato que esté de más, rellenando. Por el contrario, cada detalle es parte fundamental para su comprensión. Bloom declara que, apenas salió el primer libro, le pidieron hiciera la crítica, según él, le bastaron pocas páginas para darse cuenta que estaba plagado de lugares comunes. Su postura y sus comentarios dan la impresión de que no perdió más el tiempo y sólo etiquetó a La piedra Filosofal y sus sucesores como “basura”.

De igual forma, pareciera ser que los recortes o “ajustes” en las representaciones de la pantalla grande aunados a sus inestables direcciones que, como señala Ana Prieto, se pensaría estuvieron malditas igual que el puesto, siempre vacante, de Artes Oscuras,[14] han dejado demasiados cabos sueltos, historias truncadas que, al no tener mucha continuidad, hacen que el espectador se enfoque en lo visual, en lo evidente, la magia, la hechicería… En consecuencia, el grito en el cielo; pastores que ven en la serie un manual de brujería para sus más frágiles feligreses, los niños. Las reacciones han sido inmediatas y la controversia ha corrido desde las diversas sectas de los Estados Unidos hasta el Vaticano, desde los países islámicos hasta los ortodoxos del frío norte occidental.

Las críticas temáticas han levantado manifestaciones, estudios, juicios, no sólo morales sino también legales, han obligado a que, independientemente de la edad, el sexo y la ocupación, se salga a levantar la voz para “defender” al niño que vivió. Clérigos, periodistas, investigadores, niños, jóvenes… la lista es larga y la querella, interminable. El problema es que todo se descontextualiza, los argumentos se pierden y, al final, se termina por generar más polémica que no lleva a ningún lado,[15] pero que, a su vez, genera más interés, pues como luego dicen: si el río suena es porque agua lleva.

Entre los múltiples tópicos generadores de  controversia, el que más  ha impactado a los seguidores de los Hobbits y la Tierra Media es el paralelismo existente entre los  delicados  y bellos Elfos de Tolkien y los harapientos elfos domésticos de Rowling. La degradación de un concepto inspirado cercanamente a lo divino, a la perfección, a lo creativo, a lo generoso y lo benévolo por excelencia, en un servilismo absurdo, ruin, carente de voluntad y comprensión del alcance de las decisiones.

 

—Kreacher mintió —declaró Dumbledore con calma—. Tú no eres su amo, puede mentirte sin necesidad de auto-castigarse. Kreacher intentó hacer que fueras al Ministerio de Magia.[16]

 

Los elfos se consideran “de origen semi-divino, con poderes mágicos y la misión de proteger a la naturaleza.”[17] Ahora bien, “los elfos domésticos son pequeñas criaturas humanoides, que malviven en grandes casas, propiedad de ricas familias de magos”.[18]  Están ligados estrechamente a una casa. Pertenecen a una comunidad sin más división de clase que la del productivo y el improductivo; el  esclavo, “el buen elfo” y “el elfo libre”, la aberración y la ignominia de la raza. Sin más sentido existencial que el de ser criaturas ennoblecidas por su trabajo, un trabajo que es ignorado, pues “Se supone que no hay que verlos. Eso es lo que distingue a un buen elfo doméstico, que nadie sabe que está ahí.”[19] El ser libres, implica ser despedidos, incompetentes e improductivos, una vergüenza para la comunidad. No tener motivo para seguir vivo. Morir obedeciendo al mago hasta el final, y si al amo se le da la gana de cortarle la cabeza y colgarla en la repisa, se habrá obtenido la mayor condecoración.

Cierto que su vida es dura, que no tienen derecho a la diversión y que están condicionados y obligados por la fidelidad a la casa que sirven, pero también es cierto que están orgullosos de servir lo mejor posible, basta observar el entusiasmo con el que reciben y despiden a Harry, Ron y Hermione en las cocinas; saben perfectamente cuál es su trabajo: “Es parte de la esclavitud del elfo doméstico, se­ñor. Guardamos sus secretos con nuestro silencio, señor. Nosotros sostenemos el honor familiar y nunca hablamos mal de ellos”.[20] Sin embargo, también es cierto que a pesar de no tener derecho a opinar y escoger, saben  responder a los que saben darles su lugar.

Dobby, por ejemplo, es un elfo perteneciente a la casa Malfoy, maltratado por ellos, él comprende que sus amos no son buenos y escapa al mundo muggle para prevenir a Harry y evitar que vuelva al mundo mágico en el que se encontrará en peligro por culpa del maldito Horrocrux que por muchos años Lucius había guardado. Harry, en consideración a los duros tormentos que el pobre Dobby tenía que infringirse por hacer cosas ajenas a los intereses de su amo, engaña al mortifago y libera al elfo. No son criaturas irracionales, antes bien son criaturas muy sensibles, divididas entre la obligación y el gusto, el servilismo y el agradecimiento.

Lo que pudo haber sido una cruel humillación, Dobby lo ve como un acto extraordinario de increíble generosidad por parte de Harry. Posteriormente, a pesar de no contar con la confianza total de El Elegido, Dobby jugará un papel crucial en la sobrevivencia del héroe; será él, quien robará las branquialgas con las que Potter alcanzara la mayor puntuación en la segunda prueba del Torneo de los Tres Magos, quien trasportará a Harry y a sus amigos fuera de la Casa Malfoy poniéndolos a salvo.

El viejo y huraño Kreacher, por su parte, le es leal a los magos que lo tratan con cierta estima, su postura ante la pureza de la sangre, no es más que el eco de sus antiguos amos; por eso su personalidad se torna una vez que Harry le permite cuidar del guardapelo de Regulus. Viendo está correspondencia de dos elfos aparentemente diferentes, se puede concluir que la libertad de Dobby en poco difiere a la esclavitud de Kracher, ya que tal libertad es análoga a la de las baritas; pareciera ser que quien decide escoger al mago al que le dará su lealtad es el elfo. Dobby es un sirviente que le pertenece a Harry.

De alguna manera, son los elfos la mejor caricatura de la naturaleza humana, puesto que retratan los extremos entre los vicios y la virtud. Winky, la elfina del Sr. Crouch, termina entre botellas de Cervezas de Mantequilla luego de ser despedida. Fue una pieza decisiva en el plan del Señor Tenebroso, pero como sirviente útil, se usó y se desechó. Su ruina fue la impotencia de no poder hacer nada por el bienestar de sus amos, de fallarles a ellos y de fallarse a sí misma en el papel que juega como miembro de la comunidad, se reconoce como un órgano negativo e improductivo, su exclusión acaba siendo aceptada y voluntaria. Las leyes establecen que “El uso de la varita mágica no está permitido a ninguna criatura no humana”.[21] Sin embargo, de la misma manera en que  los elfos no necesitan de la libertad, tampoco requieren de los artefactos mágicos, su propia magia les permite hacer lo que los magos son incapaces de hacer.

El verdadero poder de los elfos recae en el desconocimiento de las grandes cosas que pueden hacer, porque “La ley principal entre los elfos es el vinculo con el amo[…] A Kreacher se le dijo que regresara a casa, así que Kreacher regreso a casa”[22] De esta forma, el-que-no-debe-ser-nombrado fue burlado por una insignificante y decrepita  criatura, lo cual comprueba que, después de todo, los elfos no son tan imperfectos como se podría creer, por el contrario, son criaturas que están llenas de esa magia impenetrable para Tom, de ésa que es descrita por Albus como el amor; lo que provoca que alguien pueda hacer lo impredecible, lo incomprensible, lo prodigioso, el sentimiento que acerca a la criatura con lo divino. Entonces el amor es ese lazo que lo ata a otro ser, para su cuidado, para su bien.

La esclavitud del elfo consiste en ser una criatura que se deja guiar por la pasión más sublime, capaz de equilibrar los dos polos —lo bueno y lo malo— sobre sí mismo para ventura del ser amado, del amo. El que el discurso de los elfos esté dado en tercera persona y en sus parlamentos se marquen continuamente sus normas habla de una búsqueda de perfección; se programan, se reeducan, se humanizan.

Su torpe apariencia no es más que el resultado de este proceso de adaptación para fortalecer su espíritu y aguantar humillaciones, castigos y regaños  cada día de su longeva vida de doscientos años. Este proceso de crecimiento les permitiría generarse un sentido de pertenencia y de existencia; son criaturas que aman y esperan amar, incluso si no las aman, criaturas cuya mayor muestra de afecto es el sacrificio por el ser del otro.

Dumbledore remarca como el mayor error de Ridley su ignorancia respecto a lo que supone inferior por su apariencia: “Aquello a lo que Voldemort no da valor, no se toma la molestia de entender. De elfos domésticos y cuentos de niños, de amor, de lealtad e inocencia, Voldemort no sabe ni entiende nada.”[23] Existe una serie de valores que se realzan y culminan, no en una lucha entre el bien y el mal, sino entre lo que es correcto y el error. Un mensaje del tipo evangélico que responde a las necesidades actuales en un renacimiento de ideales, de búsqueda de tolerancia y equidades. Cada época requiere un replanteamiento de las ideas, una imposición de lo moderno sobre lo antiguo, todo cambio histórico solicita una reformulación de respuestas y Harry Potter las postula y las muestra.

Recordar que “El ser moderno no es ser, sino llegar a ser; no ser determinado por la tradición, sino ser auto-originado”[24] daría una nueva perspectiva a los críticos  sobre lo que la saga implica dentro del pensamiento contemporáneo. La globalización y la enajenación demandan una reconstrucción de valores, una re-evangelización. Si los ideales están llenos de esqueletos, si los teóricos señalan a diario que Dios, el Arte, la Filosofía y el mismo Hombre son cadáveres[25] que como inferis se levantan de los cánones pasados para señalarle a las masas la cultura de siglos atrás. Se debería pues atender lo apremiante, esas “modas” que quizás al igual que los primitivos cristianos, acaben con las bibliotecas y los ideales culturales establecidos, en la defensa de una nueva doctrina que se propaga para quedarse a costa de cualquier cosa.

Los críticos como Harold Bloom pueden seguir defendiendo el alto nivel literario, aunque olviden que en realidad todo es cíclico, que autores como Cervantes también crearon polémica, y que, al igual que los griegos, causaron daños al imponer el panteón, y los cristianos el cristianismo.

La pottermanía acabará por imponerse como clásico, y ya que todo cambio requiere la muerte de algo para que pueda ser reemplazado por lo que al momento satisface las necesidades primarias, es necesario contemplar los efectos de este fenómeno desde una óptica más optimista y tolerante para asimilar el papel fundamental de la literatura en la actualidad.

Así como explica Ana Prieto:

Con una solemnidad que solo puede explicarse por nuestra diferencia de edad, si era mi libro favorito. […]Era una pregunta difícil y sobre todo inútil pero el ejercicio de decidirlo me llevó a descubrir algo: Harry Potter no es mi libro favorito. Pero sí el que me ha hecho más feliz.”[26]

Sabido es que cambiar de opinión es de sabios, sobre todo cuando no se excluye ni se destruye lo antiguo, sino que simplemente se satisface una necesidad de reestructura, de reconstrucción.

 

[1] Véase el Artículo de Juana Libedinsy: Harold Bloom: "Soy el último crítico literario tradicional que queda vivo", en Generación.com, Sábado 19 de mayo 2012, en http://www.generaccion.com/noticia/154148/harold-bloom-soy-ultimo-critico-literario-tradicional-que-queda-vivo (Consultado el 14/11/13).

[2] Véase la nota cuyo encabezado es “Pelearé contra la mala literatura hasta el día que muera: Bloom” de La Jornada, México, Sábado 27 de septiembre de 2003, Cultura, en http://www.jornada.unam.mx/2003/09/27/02an1cul.php? Origen=Cul-

tura.php&fly=1  (Consultado el 28/09/13).

[3] “Harry Potter-Criticas y Controversias” en Harry Potter Total, en http://www.sitiostotal.com/harry-potter-total/harry-potter-criticas-y-controversias/ (Consultado el 03/10/13).

[4] Cfr. con “La Herencia Literaria de Harry Potter”  de Blasina Cantizano Márquez en  Arte y Parte (Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil), Asociación de Revistas Culturales de España, núm 171, mayo 2004, p. 3, en  http://www.revistasculturales.com/articulos/33/clij-cuadernos-de-literatura-infantil-y-juvenil/49/1/la-herencia-literaria-de-harry-potter.html (Consultado el 28/09/13).

[5] Protagonista de La Granja Groosham

[6] Michelle Roche y Magaly Rodríguez, Harry Potter, Mitología Prefabricada del Héroe Mediatizado [Formato.pdf], en http://saber.ucab.edu.ve/handle/123456789/28601

[7] Dr. Antonio Núñez Martínez en su ponencia “Religión en el Renacimiento” dada los días 15 y 16 de noviembre del 2013 en el Diplomado El Renacimiento El Paso a la Modernidad por AZECME en el Museo Zacatecano, Ciudad de Zacatecas, México.

[8] Véase con “En defensa de la sobreinterpretación” de Jonathan Culler, en Umberto Eco, Interpretación y sobreinterpretación, Madrid, 1997, Cambridge University Press, pp. 119-134.

[9] Jean Hyppolite, “La reflexión y las reflexiones”, en Lógica y Existencia, Herder, Barcelona, 1996, p. 101.

[10] Cfr con “Deconstruyendo a Harry”, de Ana Prieto en ORSAY revista, Ensayo literario,  núm. 3  en http://editorialorsai.com/revista/post/n3_harry_potter (Consultado el 28/09/13).

[11] Blasina Cantizano Márquez, op. cit., p. 3. 

[12] Ibid., p.2

[13] Michelle Roche y Magaly Rodríguez, op. cit.

[14] Maldición que tiene su origen en la negación del puesto de Profesor en la materia para Tom Riddle, o mejor dicho, Lord Voldemort.

[15] Baste revisar foros como: “Crítica Literaria”, Los Foros de Harry Potter  en http://harrypotter.lsf.com.ar/critica-literaria-t6213-75.html (Consultado el 03/10/13), que ejemplifica el fenómeno Potter, en el cual, “cualquiera” se siente crítico, mas no se plantea, ni se resuelve, ni se justifica o por lo menos, se explica la obra como tal.

[16] J. K. Rowling, La orden del Fénix,  p. 739, en http://www.harrymania.com.ar

[17] Definición de acuerdo a la mitología germana y nórdica en http://mx.tuhistory.com/la-historia-de/mitos-y-leyendas/los-elfos.html (Consultada 03/10/13). También  se señala que “según la zona, son seres pequeños como los gnomos o altos como los hombres”.

[18] “Elfos domésticos” en Animales fantásticos En: http://www.eldiccionario.org/animales/elfos_domesticos.htm (Consultado 03/10/13).

[19] J. K. Rowling, op. cit., p. 94.

[20] Ibid., p. 194.

[21] Ibid, p. 67.

[22] J. K. Rowling, Las reliquias de la muerte, p. 227, en http://spanishallows.blogspot.com [Formato .pdf].

[23] Ibid., p. 844.

[24] Dr. Antonio Núñez Martínez

[25] Dios está muerto, el arte está muerta, la filosofía está muerta, el autor está muerto, el hombre está muerto… Sólo nos sobrevive el sistema.

[26] Ana Prieto, op. cit.