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Stan Lee y los prometeos de papel

José Luis Pescador

Marambo y Stan Lee
Marambo y Stan Lee
Stan Lee y los prometeos de papel

Era 1961, año en que Yuri Gagarin se convertía en el primer humano que orbitaba el espacio terrestre y los Beatles hacían sus primeras presentaciones en Liverpool. Ese año el gobierno de Dwight Eisenhower prohibía a los ciudadanos norteamericanos visitar la isla de Cuba, dándole la estafeta de la naciente crisis mundial a John F. Kennedy; en México gobernaba por tercer año consecutivo Adolfo López Mateos; Stanley Kubrick filmaba su versión de “Lolita”, mientras Luis Buñuel hacía lo propio en México con su “Viridiana”. Ese año caería en República Dominicana el dictador Leónidas Trujillo, que un año antes había mandado asesinar artéramente a las hermanas Mirabal.

Ese mismo año, Martin Goodman, editor de Timely Cómics, le daba carta libre a su primo Stanley Martin Lieber, alias Stan Lee, de que escribiera lo que le viniera en gana. La empresa languidecía después de años de publicar cómics de romances, vaqueros, monstruos, historias de terror y detectives de poca monta, sin poder hacerle frente a la compañía rival, DC Cómics, que publicaba con gran éxito las aventuras de la Liga de la Justicia de América, JLA, que reunía a Wonder Woman, Superman, Batman y otros todopoderosos dedicados a combatír amenazas de otros mundos y monstruos míticos.

Stan estaba a punto de abandonar la empresa para buscar otras perspectivas de vida, pero su esposa Joan le sugirió que le diese la última oportunidad a los cómics, y que escribiera lo que a él le gustaría leer. Stan, sin nada que perder, formó equipo con los talentosos dibujantes Steve Ditko y Jack Kirby, formando la Santa Trinidad de una nueva mitología fabulosa, ecléctica, colorida y dinámica, acorde a la dialéctica de los miedos y deseos de occidente. Ese 1961, saldría publicado el primer número de Los 4 Fantásticos, con la peculiaridad de que la editorial ya no se llamaba Timely Cómics, sino Marvel Cómics, por sugerencia del mismo Stan.

Estos nuevos héroes se diferenciaban de los de la Distinguida Competencia, en que no eran seres omnipotentes, sino hijos legítimos del siglo XX, producto de los temores y deseos del ciudadano promedio; los 4 Fantásticos eran una familia de científicos que viajaban al espacio, la obsesión de los años sesenta, y acababan bombardeados por rayos cósmicos que les otorgaban poderes que no querían, el hombre elástico era la encarnación del plástico, ese material moldeable derivado del petróleo que cundiría por todo el planeta, el joven antorcha humana era la juventud viváz y ardiente de la nueva era, la Mole personificaba el espíritu contumáz de la generación anterior a los Baby Boomers que se resistía al cambio, y la Mujer Invisible reflejaba la situación de la mujer sin personalidad jurídica y social que reclamaba una posición activa en la nueva era, una posición irónicamente, más visible. Escribe Grant Morrison en Supergods, sobre el N. 1 de FF: “Estos nuevos héroes de Marvel eran pequeños y vestían como nosotros a pesar de tener fantásticas habilidades fisicas; trabajaban en las calles, no en el cielo. El episodio tenía lugar en la esquina de una calle, en un escenario construido sobre un fondo en blanco. La criatura parecía emerger de la propia página, lanzando el último rugido de los agonizantes cómics de monstruos de la década de

1950. Era todo boca, todo fauces, y aquí no había ningún Superman que pudiera encerrarla en un zoo interplanetario, ningún Flash que pudiera borrarla del mapa. A primera vista, los héroes de Los

4 Fantásticos apenas se distinguían del transeunte que gritaba aterrado o del policía inútil de la esquina, que se había quedado patidifuso al ver cómo un brazo verde del tamaño de un remolque desgarraba el asfalto y se abría paso hacia la luz del sol.”

Tras ellos llegó el Hombre Araña, un joven universitario expuesto a la radioactividad, un concepto que estaba en el aire tras la guerra fria y a punto de estallar la crisis de los misiles, lo mismo que Hulk, expuesto a rayos Gamma. Black Panther y Luke Cage serían los primeros superhéroes afroamericanos justo a tiempo en que en Estados Unidos surgían los movimientos del Black Power y el Movimiento de los Derechos Civiles de Martin Luther King. Vendrían después Galactus el devorador de mundos, Los Vengadores, Daredevil, Iron Man, el Doctor Strange, los X-Men y todo el Universo Marvel que fué diversificandose y volviéndose cada vez más complejo.

Marvel Cómics iniciaba así lo que hoy se le llama La Edad de Plata del cómic. Tras todas estas creaciones estaba Stan Lee, que le daba al mito un carácter más cercano y cotidiano, elementos que hicieron que la nueva mitología permeara en todas las capas de la sociedad. Varias décadas después, estos personajes se han convertido en auténticos clásicos de la literatura gráfica y en una industria gigantesca que extiende su influencia a varios países, y Stan Lee, la figura más reconocida del medio: The Man, el Frank Sinatra de los cómics, el Victor Hugo de los superhéroes, el hombre tras los modernos prometeos de papel que conquistaron al mundo y que en las últimas décadas dinamizaron la industria cinematográfica.

Aunque el legado de Stan Lee y su influencia en la cultura contemporánea es innegable, como toda celebridad de carne y hueso, no estuvo excento de fricciones con personas del medio, controversias o discusiones acaloradas; a lo largo de los años que trabajó con Steve Ditko las fricciones estaban a la orden del día, Ditko era partidario de un estilo más crudo, realista y analítico, en sus manos los personajes adquirían un tono ansioso, seco y sombrío; conservador, estudioso del psicoanálisis y seguidor de la filosofía new age del Objetivismo, Ditko trataba que los personajes tuvieran profundas reflexiones sobre el sentido de la vida y la trascendencia de sus acciones; Lee en cambio, era un playboy para el que todo era posible y todo se valía, los personajes en sus manos eran más rocambolescos y extravagantes. Creación de ambos es el Dr. Strange, personaje que de manera milagrosa sintetiza las filosofías de ambos autores. Ditko terminaría por separarse de la empresa y de no dirigirle la palabra a Lee durante muchos años.

Hay varias anécdotas del rencor que le profesaba Ditko a Lee, al grado de no querer participar en eventos si Lee era convocado o de abandonar el edificio si Lee se hallaba en él. De hecho, Ditko se distanció de la escena pública totalmente por años. Jack Kirby por otro lado, era un monstruo de la creación, un volcán en erupción con una personalidad recia y testaruda, un dibujante prodigioso hoy conocido en el medio como The King. Kirby, judio de ascendencia austriaca, participó en la Segunda Guerra Mundial como miembro de la división de infantería dibujando mapas en el campo de batalla e historietas que eran repartidas entre el ejército para levantarles la moral. Al volver a USA, Kirby, creador en los años 40´s del Capitán América junto con Joe Simon, trabajó en la serie animada de Popeye y en varias editoriales antes de hacer equipo con Stan Lee en Marvel. La colaboración de ambos fué prolífica y crearon juntos a los principales personajes del Universo Marvel, luego, Stan ya como editor, se volvió la figura más emblemática de la compañía,

y Kirby fué guardándole un creciente rencor, sin lograr nunca obtener ni los beneficios económicos ni el reconocimiento a su trabajo como autor, o incluso la propiedad fisica de los miles de dibujos originales que realizó para la compañía.

De manera personal, quiero narrar mi primer e inolvidable encuentro con este Gran ícono del cómic mundial y uno de los autores que más admiro.

Stan Lee visitó México por primera ocasión en 1996, como invitado principal a la Conque en Centro Médico Siglo XXI. Luis Gantús, principal organizador del evento le daba un recorrido por el sitio, rodeado de guaruras como si se tratara de un político priísta, aunque a diferencia de estos, Stan se portó atento y amable con todo aquél que se le acercara, y al pasar por los stands, de pronto se detuvo en el de La Caneca Cómicx, donde nos encontrábamos Ruben Armenta, los Hermanos Barragán y yo, y pudimos saludarlo de mano brevemente, fugazmente, antes de que una horda de guaruras lo dirigiera hacia la entrada al auditorio; ninguno tenía cómics de Marvel a la mano para que nos autografiara algo, o una cámara para tomar el momento; enseguida notamos que no se detuvo porque quisiera saludarnos o porque nuestros maravillosos trabajos originales hubieran llamado su atención, más bien la entrada al auditorio estaba justo al lado de nuestras mesas.

Tras “The Man” entraron a empellones reporteros, asistentes, fans, curiosos, todos, y quedamos en el pasillo unos pocos; entre esos pocos estaba un hombre de complexión delgada, cabello escaso y barba rala que con acento argentino exclamó: “¡Madre mía! ¡Lo que hay que ver! ¡La gente besándole los pies al boludo ese cuando lo verdaderamente interesante está acá afuera, donde están los dibujantes y escritores jóvenes! ¡Que se vayan a la mierda, acá está lo bueno, esto es lo que la gente debería estar peleando por ver, no a ese tipo que es un mercenario!” y tomó en sus manos algunos de nuestras revistas que ofrecíamos, y nuestros dibujos; el argentino era Roberto Fontanarrosa, con quien pudimos charlar tranquilamente, nos compró algunos dibujos y nos firmó unos libros de “Inodoro Pereira, el último gaucho”, y unas revistas de Proceso donde salía su “Boogie El Aceitoso”, y que guardo con verdadera devoción.

-José Luis Pescador. Nov 2018.

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