viernes. 19.04.2024
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Actores educativos alrededor del aula

Fernando Cuevas de la Garza
Rumeb Fonseca
Tachas 362
Actores educativos alrededor del aula


Tres películas relacionadas con el sistema escolar que se ubican principalmente fuera del aula, el escenario más importante para el desarrollo de los programas curriculares. Alrededor de las dos figuras clave de la institución escolar –alumnos y docentes-, gravitan personas con funciones de diversa índole que, en el mejor de los casos, están para apoyar y fortalecer dicha actividad central. Directivos, supervisores, coordinadores, asesores, administrativos, becarios y organizaciones externas, ponen sus capacidades para que el proceso didáctico, donde al final del día se manifiestan, o no, todos los ideales educativos, se pueda desarrollar de la mejor manera posible. Cintas disponibles en las plataformas de confianza.

De la simulación a la corrupción

Uno de los grandes problemas de nuestro sistema escolar es la corrupción en diferentes niveles y ámbitos, así como la tendencia a la burocratización orientada al control más que al apoyo: la cultura de la desconfianza genera más supervisión que no consigue erradicar desvíos de recursos o malos manejos; incluso en ocasiones los promueve directa o indirectamente. Así, del presupuesto para el sistema escolar, muy poco se alcanza a percibir en el aula, dado que la mayor parte se queda en el entramado organizacional y en las citadas corruptelas. Pero no solo aquí se cuecen habas: en el sistema escolar estadounidense, mucho más federalizado, se presentan fenómenos similares, como dejó claro el libro y correspondiente documental Esperando a Superman (Guggenheim, 2010).

Dirigida por Cory Finley (Thoroughbreds, 2017) con base en un guion de Mike Makowski, retomando a su vez el artículo The Bad Superintendent de Robert Kolker publicado en la New York Magazine, Bad Education (EU, 2019), centra su atención en un caso real de corrupción dentro de un distrito escolar de Long Island durante los primeros años del siglo XXI, relevante por ser el mayor identificado en el contexto de la escuela pública estadounidense y en el que se advierte con nitidez la manera en la que el poder trastoca los ideales de las personas, llevándolas a cometer actos ilícitos que van escalando ante la impunidad y la disminución de la conciencia personal: se van dejando de ver como inmorales ciertas atribuciones y surge el infalible “me lo merezco”: creer que por hacer bien tu trabajo, o a veces ni eso, mereces abundancia.

Aprovechar el presupuesto para llevar a alguien más a un viaje del trabajo en primera clase; hacer remodelaciones en la propia casa, mientras el techo de la escuela se cae a pedazos; cirugías plásticas, favores a parientes y gastos suntuarios, así como contratar empresas afines que después se mochaban, fueron algunos de los actos que se cubrían en la oscura contabilidad y se olvidaban en las auditorías hasta que, afortunadamente, se develó la red de transas gracias a un descuido y a las indagaciones de una alumna (Geraldine Viswanathan), publicadas en el periódico escolar. Cuando estos personajes se sienten intocables, tienden a caer en ostentaciones y desatenciones que pueden ser aprovechadas por la justicia, o no (como tantas veces hemos visto y seguimos viendo por estos lares), para echarles el guante.

La historia sigue en particular al carismático Frank Tassone y a la eficiente Pam Gluckin (notables interpretaciones de Hugh Jackman y Allison Janney), quienes dirigen con éxito cada vez más notorio en los rankings (les gusta la competencia en todo a los vecinos del norte) el distrito Roslyn a su cargo, en plena armonía cómplice, compartiendo hasta el sándwich y alternando encuentros con padres de familia, estudiantes, personal a su cargo y el superior (Ray Romano), también de casa grande aunque cada vez con más dudas acerca de la probidad de sus colegas, quienes se encuentran impulsando un ambicioso proyecto de construcción, ideal para continuar con sus opacos manejos financieros. Cuando todo se empieza a descubrir, las lealtades se ponen a prueba y los secretos, incluso de la vida íntima, empiezan a revelarse. Disponible en HBOGO.

Queda esperanza

Un par de cintas francesas que visitan los territorios de las good feel movies, en las que se muestran entornos difíciles para los estudiantes, tanto en los barrios donde viven, como en sus hogares e incluso los centros escolares. Jóvenes que conviven en contextos de cierta marginación, abundancia de drogas y familias fracturadas por ausencias o presencias abusivas, cuya esperanza puede estar depositada, justamente, en las posibilidades que los entornos educativos o institucionales les puedan ofrecer, no solo en términos prácticos o inmediatos, sino para encontrar sentidos de vida que los ayuden a trascender las situaciones actuales en las que sobreviven: tienen, al menos, la oportunidad de pertenecer a una escuela (que ciertamente no es garantía para evitar abusos) y conectar con otras miradas y formas de ser.

Escrita, dirigida e interpretada por el franco-iraní aún treintón Kheiron (O los tres o ninguno, 2015), Mala hierba (Francia-Bélgica, 2018) se enfoca en la vida de un joven inmigrante y una mujer mayor que sobreviven cometiendo algunos atracos menores, como robarse el carrito del súper de algún incauto, hasta que coinciden con un antiguo conocido de ella, quien los descubre y a cambio de no denunciarlos, les pide que le ayuden en su centro de regularización para alumnos que han tenido problemas en la escuela. El improvisado tutor, de olfato agudo para la vida callejera, sabrá conectar poco a poco con los estudiantes, que recuerdan a El club de los cinco (Hughes, 1985), aunque acá son seis, mientras que su cuidadora funge como asistente del director del centro.

Con buen sentido del humor e insertando algunas subtramas sin demasiada complicación (el policía corrupto, la hermana de una de las estudiantes), la cinta transcurre con un tono de amenidad, a pesar de algunos duros temas tratados, insertando flashbacks explicativos de la relación entre los dos protagonistas y construyendo vínculos sinceros entre el improbable guía y los jóvenes en dificultades académicas. Además del realizador, la experimentada presencia de Catherine Deneuve y André Dussollier le brinda al desarrollo de la historia un buen marco interpretativo, considerando también la atinada edición (esa secuencia musicalizada en silencio) y el evocativo trazo de los demás personajes.

Por su parte, los realizadores Mehdi Idir y Grand Corps Malade escriben y dirigen La vida escolar (Francia, 2019), enfocándose en un centro educativo que atiende a estudiantes de un multicultural barrio popular en las afueras de París. Ante la llegada de una nueva coordinadora (Zita Hanrot), ciertas prácticas y costumbres empezarán a cambiar, sin caer en resoluciones mágicas ni inmediatas. Se muestran conflictos entre los docentes, de diversos estilos, y los estudiantes también con características particulares, así como con el cuerpo directivo y los padres de familia. El filme apuesta por el realismo y por presentar personajes de carne y hueso, con sus atributos y fallas, secretos y limitaciones, con motivaciones que no siempre son presumibles y con sus respectivos problemas a cuestas, expresados en la escuela donde todos confluyen, convirtiéndola en un ecosistema para la expresión de múltiples sentimientos y creencias sobre la vida más allá del currículo oficial. Ambas películas disponibles en Netflix.


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