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Tachas 404 • Mujeres. Herworld • Graciela Hierro

Graciela Hierro

Gracierla Hierro
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Tachas 404 • Mujeres. Herworld • Graciela Hierro



Resulta que me enamoré de las mujeres; no de una concreta porque no soy lesbiana. Me sentí feliz con ellas, gocé con ellas y peleo por ellas y por mí. Eso es para mí el feminismo y la diferencia sexual. Soltar el cuerpo entre ellas viviendo en ese mundo que nos es propio, usando nuestro lenguaje privado. La lucha de las mujeres es por descubrir sus intereses y llevarlos a cabo. No existen aún derechos que puedan dar valor a la sexualidad femenina. No han sido socialmente reconocidos. Por ejemplo, mi padre pensaba que la sexualidad, el deseo femenino, se iniciaba hasta que una se casaba, eso si ella era decente. La risa que me dio cuando me lo dijo aún resuena. Los intereses de las mujeres han de convertirse en derechos alcanzados. Éste es el paso de la ética del placer a la ética de la diferencia sexual. La lucha por la posesión del cuerpo es el iceberg de la autonomía femenina. La independencia femenina del deseo masculino. Como un día separamos la sexualidad de la procreación, ahora hemos de separar nuestra sexualidad del deseo masculino. Sexualidad libre y maternidad responsable. Descubrir nuestro lugar en la sexualidad, hablar desde un lenguaje propio, no desde el heredado del marxismo o del psicoanálisis.

“El tiempo y los problemas domestican a las jóvenes progresivamente, pero a una vieja liberada no hay fuerza humana que la controle”. Dorothy Sayers.

Sigo con mi historia. La juventud es un vestido que me comenzó a quedar chico. Entonces inventé el “otro modo de ser”. Cuando se cierra esa puerta se abre otra, la de la alegría y el furor. Del poder de la vejez. Se sufre entonces la clausura de esa puerta y se abre, más bien se comienza a vislumbrar la vejez, y entonces hay que comenzar a vestirse de morado. “Querida —me dije—, se acabó la representación femenina, ahora sé tú misma.” El malestar se presentó finalmente, cuando me cansé de ser mujer. Hoy sigo la visión de la sirena. Cuando una acaba de ser mujer, por decisión propia, se dice a sí misma: “Hasta aquí llegué, ahora voy a hacer lo que se me venga en gana”. Y, para mí, ésta es la culminación del feminismo. Ahora toca iniciar la carrera para graduarse de vieja dama indigna. Esto sucede en la vejez, cuando nos llega el último regalo de la vida. En 1916, Yucatán fue escenario del primer encuentro feminista en América. Ahora estoy en el Gran Hotel. ¿Será el calor o en verdad la depresión o la distancia lo que me separa de la realidad? Me “vivifico” cuando hay alguna discusión que me despierta. Luego caigo en la contemplación. ¿Será la edad? Somos tiempo, sólo tiempo. Hay que vivir el propio. En Yucalpetén el mar me regresa a la vida. Al encuentro con el infinito, el horizonte, el viento, la condición de sirena. Ya soy yo. Me confieso mujer. Aquí deseo quedarme. “Mañana el mar para todas.” Recuerdo los barcos de mi vida: la Beatriz, una lancha para esquiar en Teques; Nausika, Altaír y la Dolce Vita, veleros, y el Mac ta, crucero en Acapulco, en aquellas otras vidas que he vivido. El 8 de marzo sí es importante para las mujeres, no el 10 de mayo, día de la madre. El primero lo inventó Clara Zetkin para celebrar a las mujeres; el segundo, el periódico Excélsior para las madrecitas mexicanas.



 

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Graciela Hierro Pérezcastro fue una filósofa especializada en ética, pionera de la filosofía feminista en México. Nació en 1928 y falleció el 30 de octubre de 2003 en la Ciudad de México. Fundó la Asociación Filosófica Feminista de México y el Programa Universitario de Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México, hoy Centro de Investigaciones y Estudios de Género. Sus obras son acerca de educación y género, filosofía feminista, escritos enfocados en los modelos patriarcales de la educación de las mujeres y ética. Este texto forma parte del libro Me confieso mujer, ganadora del Premio Documentación y Estudios de Mujeres, A.C. 2014.

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