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CON EL DESARMADOR EN LA MANO

Tachas 458 • Pelo de perro, de Lydia Davis • Esteban Castorena

Esteban Castorena Domínguez

Lord Byron y su terranova Boatswain
Lord Byron y su terranova Boatswain
Tachas 458 • Pelo de perro, de Lydia Davis • Esteban Castorena

A Chester, por los 16 años de compañía

 

Decía Juan Bosch que, a su modo de ver los géneros literarios, el cuento y la poesía son los más cercanos entre sí. Aunque el punto en común más evidente podría ser la brevedad, lo cierto es que la longitud de un producto literario como elemento de taxonomía literaria siempre resulta problemático. Podría argumentarse, en ese caso, que existen poemas de largo aliento y cuentos que, para algunos, podrían ser novelas cortas. La similitud, según Bosch, va más allá. Para el autor dominicano el punto de encuentro entre la poesía y el cuento radica en que ambos tipos de composiciones concentran en sus palabras intenciones bastante ceñidas por el autor.

Piénsese en Poe y su idea de que el cuento debe concebirse bajo una unidad de "impresión". ¿Qué quiero que el lector sienta cuando termine de leer mi historia? La respuesta a esa pregunta dicta, desde la perspectiva de Poe, las decisiones y recursos que el autor utilizará en su relato. Algo similar sucede con la poesía. El poeta concibe su poema con una intención muy concreta. Puede escribirle a la amada, transmitir una epifanía a sus lectores o querer provocarles un sentimiento en particular.

Un ejemplo aún más extremo de esta cercanía entre géneros ocurre en el micro-relato. En apenas unas líneas debe reducirse, hasta lo mínimo indispensable, todo el conflicto de un personaje. En el prólogo a Relatos Vertiginosos, el teórico del micro-relato Lauro Zavala cuenta que su gusto por la narrativa breve nació en los cementerios y los epitafios que encontraba sobre las tumbas. Desde su punto de vista, un epitafio es, en gran medida, una forma de narrativa hiperbreve en tanto que concentra en él una vida.

A propósito de epitafios, viene a la mente uno sumamente famoso en el que un poeta romántico se deshace en elogios para su perro. He aquí la primera estrofa del poema:

Cerca de este lugar

reposan los restos de un ser

que poseyó la belleza sin la vanidad,

la fuerza sin la insolencia,

el valor sin la ferocidad,

y todas las virtudes del hombre sin sus vicios.

El poema de Lord Byron es más extenso, pero para efectos de esta columna, la estrofa anterior sirve perfectamente para ilustrar la unidad de impresión bajo la cual el autor concibe sus versos: el perro es virtuoso, el ser humano está lleno de vicios. Al concluir la lectura, el lector tiene esa idea bien clara porque Byron es muy enfático en su tesis. Si se lee la composición entera, uno se percata que el poeta desarrolla su idea al tiempo que inmortaliza la nobleza de Boatswain en sus versos.

Un factor interesante que considerar es que son precisamente las líneas de la estrofa aquí presentada las que han ganado mayor popularidad. Además de expresar la idea central del poema, no mencionan aún el nombre del perro en cuestión. Byron escribió esas líneas con un destinatario en mente, mas tuvo el acierto de escribir una estrofa universal que cualquier lector puede hacer suya. No hay un dueño de perro que no sienta en esas líneas la esencia de su propio animal.

En este mismo tenor elegíaco está el cuento “Pelos de Perro” de Lydia Davis. Llegados a este punto, no sirve de nada ocultar que el relato habla sobre la ausencia de un can. Es más, la historia inicia del siguiente modo: “El perro se ha ido”. Si Byron es muy enfático en su idea y la dice explícitamente, Davis opta por valerse de los espacios vacíos para construir su breve pero potente trama.

Davis, lo mismo que Byron en su primera estrofa, apunta hacia la diana de un relato universal. La primera frase del cuento es deliberadamente ambigua (The dog is gone); como lectores nos es imposible saber si el perro ha muerto, se ha escapado o se ha perdido; sabemos solamente de su ausencia sin importar qué la provoca. La autora opta además por utilizar una voz en primera persona del plural. El “nosotros” da una sensación de cercanía. El perro es importante porque la ausencia la siente más de una persona, quizá una familia entera. Una vez más, Davis espera que todo lector que considere a la mascota como parte de la familia se sienta representado en el cuento.

Lydia Davis logra además que el cuento se sienta como un golpe gracias a la estructura sobre la cual está construido. El relato es una regla de tres. En este caso no se trata de inicio, desarrollo y desenlace; más bien las tres partes del relato asemejan la forma tripartita que suele usarse, por ejemplo, en la comedia: premisa, apoyo a la premisa, ruptura. La premisa establece una lógica que el lector puede seguir, luego viene algún elemento que apoya la lógica de esa premisa y, por último, un remate. Para que esta estructura funcione y provoque la risa o la tristeza (o lo que sea que el autor quiera), es indispensable que el remate presente algo que se escapa del orden lógico que se establece desde el inicio.

En el relato de Davis hay sólo dos momentos en los que la autora habla explícitamente sobre el sentir de los personajes: el inicio y el final. La premisa es: “El perro se ha ido. Lo extrañamos.” Después, las acciones del personaje colectivo sustentan esa idea y, por último, el remate viene expresado en una esperanza que es tan ilógica como conmovedora.

Si quieres leer el cuento, lo encuentras aquí.

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