Es lo Cotidiano

Giger

Juan Ramón Velázquez Mora

Hans Rudolf Ruedi Giger (Suiza, 1940-2014) nació en un país con apariencia de racionalidad exacerbada que, en el fondo, sólo parece ser una fachada para las fuerzas más oscuras del inconsciente y la naturaleza. La tierra de la tipografía Helvetica, los relojes, los bancos y las calles limpias es también el suelo donde nacieron, entre otros, el alquimista Paracelso, el —no por ficticio menos real— filósofo natural Viktor Frankenstein, Garl Gustav Jung y la dietiliamida del ácido lisérgico (mejor conocida por sus siglas: LSD), obra y gracia del químico badenés Albert Hoffman. Este matrimonio entre la eficiencia de la técnica moderna y las potencias contenidas de lo desconocido pueblan de modo notable los paisajes y criaturas biomecánicas con que Giger Pobló las fantasías de tantos. Reducirlo al mero creador del monstruo de Alien sería un crimen bárbaro contra un artista tan inquietante como popular.

Autor de estilo y voz personalísimos y, por lo tanto, ampliamente imitados, Giger debe su atractivo popular al hecho de que supo intercalar los miedos y las ansiedades propios de la vida ultratecnologizada de los dos últimos siglos con los veneros —más universales— de la sexualidad, lo inquietante, lo apenas humano que sugieren esos rostros semi-traslúcidos, las fauces y fetos demoniacos que bien pudieron llenar las pesadillas de una civilización entera.

Giger encontró la muerte por un azar nefasto: las complicaciones clínicas de una caída pusieron fin a su peculiar manera de animar lo que Goya llamó, mejor que nadie, el sueño de la razón (que produce, lo sabemos, monstruos).

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