La basura apesta... y seguirá apestando

"La basura no es un problema de negocio: es un problema social que requiere un enfoque de Estado. Si parte de la solución son las concesiones..."

La basura apesta... y seguirá apestando

Uno de los aspectos de gestión municipal que ninguna de las administraciones municipales en León ha podido resolver es el problema de los residuos sólidos urbanos (RSU), un asunto que apesta en sentido real y metafórico. No es privativo de nuestra ciudad. Según el Partido Verde, “de 112 ciudades y municipios con más de cien mil habitantes, aproximadamente 50 carecen de “rellenos sanitarios” y su promedio de eficiencia en el manejo de la basura oscila entre 10 y 20 %”.  Lo que en México se llama “rellenos sanitarios” en realidad son simples depósitos de basura con más o menos procesos de pizca y recolección de materiales “valiosos” para el reciclaje. Semarnat advierte que de 200 mal llamados rellenos sanitarios en nuestro país, solo 9 cumplen con las condiciones técnicas y procedimentales para recibir ese honroso nombre. Apesta, en todo el país, pero eso no es pretexto para que sigamos apestando nosotros.

El principal problema ambiental de México es el de la basura. Y resalto aquí la palabra ambiental, porque una de las grandes miopías de las últimas generaciones de ediles ha sido ver el problema como un asunto de negocio, a tal grado que al anterior presidente se le ocurrió decir que quienes pepenaban en las calles “estaban robando al municipio”. Lo que preocupaba más era quién se estaba quedando con las ganancias y no cómo le hacíamos para resolver el problema de los desechos sólidos que nos inundan. La basura como un asunto de propiedad, de pesos y centavos, y no como un problema ambiental de dimensiones mayúsculas.

Todos producimos basura con singular alegría (950 gramos por habitante al día, más o menos) y esperamos que alguien resuelva el problema de ese “muertito” oloroso que traemos en la cajuela.  El ciudadano espera que, independientemente de sus patrones de consumo y sus hábitos de separación, las bolsas que deposita en la banqueta desaparezcan mágicamente. A las empresas recicladoras tampoco les preocupa la basura, en conjunto, sino sólo esa parte de los desechos que son económicamente redituables, es decir, no más del 30%, en términos ideales, o el 10% en términos reales. Hasta ahora las administraciones municipales no han superado estas dos chatas visiones: hay que recoger la basura (con diferencias en la frecuencia y calidad según las colonias, desde luego) y hay que atender la parte del reciclaje como un negocio.

En el caso de León se debe ver como un avance la creación de una paraestatal, el Sistema Integrado de Aseo Público (SIAP), que podría funcionar, como en términos generales ha funcionado el Sistema de Agua y Alcantarillado DE LEÓN (SAPAL). Pero no es ninguna garantía si se mantiene una visión corta del problema de los residuos sólidos. De entrada, hablar de ASEO Público pone el énfasis en la limpieza de la ciudad y no en el problema de los RSU, que es mucho más amplio. Sería mejor un Sistema Integral de Manejo de los Residuos Sólidos. La corteza de miras se hace evidente al entrar a la página web del SIAP: al acceder a este sitio  (http://www.siapleon.gob.mx) lo primero que se echa de ver es su pobreza de contenidos. Pero llama la atención otro aspecto: si se dirige usted a la pestaña “trámites y servicios” aparece un submenú que dice “recolección de residuos sólidos”. Al pasar el cursor por ese lugar el botón cambia de color y de leyenda; ahora dice: “comercialización” O sea que la recolección de residuos sólidos y la comercialización son una misma cosa. ¿Y lo que no es comercializable? (es decir el otro nada desdeñable 70%). Puede ser que al interior del SIAP existan otras ideas y que tengan una visión más progresista, pero ni en sus comunicaciones ni en sus acciones hay forma de adivinar nada de eso.

La actual crisis que lleva a una licitación para contratar nuevos permisionarios puede traer, desde luego, algunas ventajas: transparencia en las licitaciones; mejora en recolección de la basura en las casas y en los negocios; una mayor participación del Ayuntamiento en este, que dicen, es un jugoso negocio (¿jugoso por los lixiviados?). Pero no resuelve el problema de fondo.

El problema de fondo es que estamos produciendo mil toneladas de residuos al día, y de ésas, sólo 300 son reciclables. La otra basura, la que no se vende, se acumula y produce gases de efecto invernadero, lixiviados, fauna nociva y muchos otros problemas. Una estrategia de verdad integral debe sustentarse en una política de cero basura. Por un lado, apuntar al reciclaje máximo de los residuos sólidos municipales, pero también hacia el aprovechamiento de los residuos orgánicos y la disposición adecuada de otros desechos.

Debe enfocarse a una tarea política que fortalezca legislaciones y normativas municipales que desalienten el uso de envases y generación innecesaria de basura de embalaje; debe ayudar a que se reconozcan las externalidades en la comercialización de productos, es decir, los costos ecológicos  asociados a su distribución que las empresas trasladan a la sociedad. Debe trabajarse mucho más en programas educativos y normativas claras que eviten al máximo la generación de basura en los hogares y comercios y la disposición adecuada en las industrias. No todo se podrá solucionar en el nivel municipal, pero hay amplios márgenes de maniobra para poder avanzar.

Por mucho que las más lúcidas mentes neoliberales lo pontifiquen, no todos los problemas sociales se solucionan con un plan de negocio que los haga redituables para unos pocos concesionarios. La basura no es un problema de negocio: es un problema social que requiere un enfoque de Estado. Si parte de la solución son las concesiones, está bien. Pero no se reduce a eso, y si queremos tapar el sol con un dedo, el asunto seguirá apestando.