viernes. 19.04.2024
El Tiempo

La falsa enfermedad

La falsa enfermedad

A Aleida y Manuel

 

Pues yo ya estoy hasta la coronilla de las enfermedades mentales. Comienzo a sospechar que sólo es una forma de alienar al ser humano. Es decir que hagas, o no, cualquier acción estás demostrando un tipo de malestar mental. Normalizamos la afección para que nadie se sienta: todos estamos locos. Vaya razonamiento tan idiota. Ahora cualquier rasgo de irresponsabilidad lo ponemos como achaque psíquico. Niños que corren, ríen y se aburren de los atolondrados maestros son víctimas de algún trastorno; a las mujeres es de mal gusto y políticamente incorrecto recetarles un dildo ante sus estragos cotidianos y el mal desempeño de su pareja. Si los hombres (género masculino) lloramos, tenemos una depresión que hay que combatir con terapia y pastillas. Me quedó con las pastillas, el terapeuta que se vaya a molestar a otro.

Y creo que no soy el único que está por la labor. El DSM-V está siendo cuestionado en diversos lugares. Y ya no sólo por los mismo quejiches de siempre. El NIMH (National Institute of Mental Health) desde mediados del año pasado lo cuestionó; ahora decidió ponerlo en su lugar: el bote de basura. El famoso DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) en su versión V (Cinco) ha logrado lo imposible: condenar a todos con una enfermedad mental. Todos, según el libro en cuestión, tenemos que ser estigmatizados por alguna locura. Ya no es esa angustia mental imposible de sobrellevar. Ahora, no tener límites sobre nuestra alimentación, dipsomanía, berrinches y obsesiones variopintos son meros síntomas de algún padecimiento. Bajo este argumento que esgrime el manual, el NIMH resolvió botarlo y ponerlo en el mismo lugar que los manuales de tortura de la inquisición.

Pero esa resolución puso un sinnúmero de posibilidades para hablar de la enfermedad mental. Y podemos observar por lo menos dos posiciones muy claras: por un lado los que desean mantener a sus loquitos a buen resguardo. Son “clientes” factibles. Nos proponen varias características de ellos:

  1. Los diagnósticos psiquiátricos no son válidos.
  2. El uso de los diagnósticos psiquiátricos aumenta la estigmatización.
  3. La utilización de diagnósticos psiquiátricos no ayuda a la decisión sobre el tratamiento a elegir.
  4. El pronóstico a largo plazo de los problemas de salud mental ha empeorado.
  5. Estos sistemas imponen las creencias occidentales sobre los trastornos mentales en otras culturas.
  6. Existen modelos alternativos, basados en la evidencia, para proporcionar una atención eficaz en salud mental[1].

Observemos algunos conceptos: el punto tres mata de manera radical la epistemología de la psiquiatría. Afirma abiertamente que tal área de la medicina a dicho idioteces. El punto cuatro y cinco abren en canal la etiología de la enfermedad mental; cosa que ya varios investigadores desde los sesentas y setentas ponían en la mesa de discusión (David Cooper, Ronald D. Laing y Thomas Szasz, quienes entre ellos tenían perspectivas muy distintas). Pero el punto seis deja la puerta abierta a tratamientos como las constelaciones familiares, la psicofísica cuántica y demás patrañas. Si leemos con cuidado y le quitamos toda la parafernalia mística a estos textos, son meros consejos para usar el sentido común. Es decir, de manera entrampada y políticamente correctos siguen estigmatizando al ser humano: la falta de responsabilidad en sus decisiones y la falta de compromiso con su entorno los hace presas de una forma de delincuencia más sutil y avasallante: la falsa enfermedad.

La segunda posición se ha dado desde 1987, en el Simposio sobre Epistemología y filosofía de la Mente organizado por la American Philosophical Association. Dentro del resumen que dejó tal simposio podemos observar tres posiciones en aquel momento:

  1. Que la neurofisiología nada tiene que aportar a la epistemología
    1. 1.a. por ocuparse en principio de objetos diferentes
    2. 1.b. porque, aunque se ocupe de lo mismo, la complejidad de los sistemas nerviosos ubican su esclarecimiento en un futuro lejano
  2. Que la neurofisiología tiene que hacer un valioso aporte
    1. 2.a. en un plano puramente descriptivo.
    2. 2.b. en los planos descriptivos y normativos.
  3. Que las cuestiones epistemológicas deben replantearse completamente en términos neurofisiológicos[2].

 

No me detendré en el punto uno y sus subsecuentes, pues el avance técnico y científico han acabado con estos argumentos, aún cuando hay todavía quien los esgrime para cuidar su cátedra en alguna escuela.

El punto dos es en el fondo un peligro: los que hablan de programación neurolingüística los usan, igual que los cienciólogos. Estos últimos y otros, como la Ramtha's School of Enlightenment, con pequeños detalles de neurociencias y física cuántica buscan describir el pensamiento humano, nunca explicar; para ejemplo la película What the Bleep Do We Know!? (En español como ¿Tú qué sabes?), donde con paparruchadas sin sentido, animación y ciencia ficción tratan de explicar la conciencia. Descripciones que podrían ser parte del argumento para otra novela de Harry Potter, tratan de convencernos de que su punto es una precisión mística de la ciencia, basándose en una lectura errada (diría que muy fumada) del principio de incertidumbre de Heisenberg.

El caso de la PNL busca no sólo describir un tipo de realidad mental, impone un conjunto de normas para cada problema (una casuística) que nada tienen que ver con la realidad. Por el contrario, sus diagnósticos son estigmatizaciones. Es decir, en lugar de liberar, reprimen y alienan a quien es sometido a ellas. Para ejemplo: "Se supone que mediante el seguimiento de los movimientos oculares y el lenguaje del otro, un entrenador PNL identificar los pensamientos de la persona, los sentimientos y opiniones.” Robert Dilts no encontró evidencia científica para estos supuestos.[3] Al punto que los profesionales del PNL han dicho que el enfoque experimental no siempre es adecuado para la investigación de la PNL, proponiendo en cambio que la PNL debe ser investigada fenomenológicamente. Disculpen, pero estos zoquetes quieren, con argumentos post-hoc, convencernos que lo suyo es hacer trampa y que los defraudados digan al unísono: a mí me funcionó.

El punto tres: Que las cuestiones epistemológicas deben replantearse completamente en términos neurofisiológicos. Nos pone contra las cuerdas. O nos abre nuevas puertas.

Disgregaré un poco. Considero que Paul Feyerabend nos recuerda que la ciencia sólo tiene un principio universal: “Todo está permitido[4]”.  Y este principio ha regido la ciencia moderna: apela a la creatividad. Un examen cuidadoso de la historia de la ciencia proporciona pruebas de esto, por lo que es evidente, en un análisis de este tipo, que la idea de ciencia se ha visto modificada profunda y radicalmente muchas veces en su historia. Del mismo modo, los criterios de experimentación, verificación, observación, medición, etc., han sido transformados de una generación a otra de una forma que sugiere que cualquier juicio general o universal que tendiera a agruparlos en una sola categoría sería un error. Por ejemplo, es posible iniciar el trabajo científico formulando hipótesis que contradigan teorías sólidamente confirmadas o resultados experimentales corroborados hasta ese momento. Nada perdemos si partimos de esta forma en el trabajo científico en términos de metodología y, sin embargo, podemos ganar una nueva perspectiva que la teoría dominante no permitía considerar debido al requisito de consistencia entre hipótesis y teoría. Este requisito, nos dice Feyerabend, impide el progreso científico porque busca esencialmente la preservación de la teoría dominante, y no la mejor teoría o la más útil. La formulación de hipótesis que contradigan una teoría confirmada, nos proporciona pruebas que no pueden ser obtenidas de otra forma.

Pero ¿A dónde quiero llegar con esto? Sencillo. No creo que necesitemos más trastornos, síndromes y demás categorías que nos enfermen más. Prefería apostar por dos cosas: definir nuestro conocimiento desde los términos neurofisiológicos que tenemos y eliminar todo aquello que corresponde a la responsabilidad y su acción. Con esto no estoy negando el que a veces necesitamos nuestras tres semanas de fluoxetina. Muchos nos enfermamos mentalmente, como a otros les da gripa o sufren problemas gastrointestinales. Pero ante todo, son problemas neuronales. En lo personal, el saber de qué me enfermo me ayuda a confiar en que proceso se debe seguir. Nunca me han servido las psicoterapias. Siempre las he considerado tan sanadoras como ir con el padre a confesarle mis pecados. Puede ser que tenga tan poca fe, que ni siquiera me alcanza para agnóstico; pero sí para dudar de lo que me dicen y buscar cuál es la forma más sencilla, clara y precisa para solucionar problemas.

 

[1] Figiber, H.C. Psychiatry, the pharmaceutical industry and the road to better therapeutics. Schizophrenia Bulletin, 38,4, 649-650. 2012

[2] The Journal of Philosophy, 1987, pp. 537-555. Alvin Goldman, «Cognitive Science and Metaphysics». Patricia Smith Churchland, «Epistemology in the Age of Neuroscience». George Bealer, «The Boundary Between Philosophy and Cognitive Science».

[3] Dilts, Robert. «Be All That You Can Be: Enhancing Human Performance». Journal of Applied Social Psychology 34 (11):  pp. 2234–2260. 1 November 2004.

[4] Feyerabend, Paul. Contra el método. Barcelona: Ediciones Folio. 2002