El Manual de Carreño y el Turismo en León

El Manual de Carreño y el Turismo en León

¡Cómo recuerdo los días en que terminaba mi niñez y comenzaba mi adolescencia!, cuando por fin podíamos ser parte de las reuniones de nuestros padres, tíos y vecinos adultos sin que nos mandaran a jugar al jardín o a ver la televisión. Pero más recuerdo la preparación por la que pasamos antes de incorporarnos en las pláticas y el curso intensivo que mi tía Leticia nos daba a sus cuatro hijas y a mí, la “quinta” hija (por el tiempo que pasaba con la familia). Mi mamá me contaba que en la época de ellas, se les educaba con el famoso Manual de Carreño, sobre las buenas costumbres, etiqueta y protocolo para que una señorita pudiera comportarse “en sociedad”.

Pues a nosotras nos tocó el refilón de todo aquello: cada que organizaban fiesta o reunión, mi mamá me mandaba inmediatamente para que observara y sobre todo, absorbiera el vasto conocimiento de mi tía, quien, casada con un empresario y figura pública de la época, era experta en todo lo relacionado a recibir, atender y procurar a sus invitados, con una soltura y cordialidad que la hacían brillar durante todo evento. Y ahí entraba el aprendizaje (mi mamá lo aplicaba en casa como mi abuela le enseñó y la verdad es que para mí siempre ambas –mi madre y mi tía– fueron un gran ejemplo). Desde niñas, mis primas y yo seguíamos instrucciones precisas: desde preparar la casa, recibir a la gente, sonreír, saludar, caminar entre los invitados ofreciendo bebidas y bocadillos, pasar unos momentos con cada persona para platicar y hacerle sentir bienvenido. En pocas palabras interesarnos en los invitados y atenderlos con gusto para que ese gusto se reflejara en nuestras acciones y las personas se sintieran bien al estar con nosotros.

Así pues, siempre viví con la idea de atender a la gente que me visita como si fuera la más importante del mundo, hacerla sentir bienvenida, entretenida, interesada y finalmente, contenta de haberme visitado. Y ello me ha dado más de lo que entrego: he tenido la oportunidad de conocer personas maravillosas, he participado en eventos memorables y guardo recuerdos y amistades entrañables.

Todo esto vino a mi memoria esta semana que escuchaba por la radio sobre la importancia de convertir a León en un centro importante del turismo cultural, de negocios, deportivo, etc. Y hablaban de la importancia de la certificación del personal de servicio de este sector: meseros, botones, recepcionistas, guías, entre otros. Estoy de acuerdo en cuanto a que la capacitación constante nos otorga más y mejores herramientas para un servicio de calidad, pero considero que lo importante es no sólo concentrarnos en las personas de ese ramo en particular, puesto que toda la ciudad es anfitriona cuando se desarrollan los eventos que atraen a las personas de otras regiones del país y del resto del mundo. Es importante generar la conciencia en toda nuestra población del beneficio que el turismo otorga en diversos rubros: económico, cultural, social y de desarrollo. La derrama económica, la generación de empleos, nuestra ubicación en el patrimonio cultural del país son sólo algunos de los resultados de la gente que visita nuestra ciudad, ya sea por vacaciones o para participar en eventos importantes como el Festival Internacional Cervantino, la Feria de León, el Festival Internacional de Arte Contemporáneo, el Rally y el Festival del Globo entre muchos otros, y cada vez son más las ofertas culturales, deportivas y de entretenimiento que esta ciudad puede ofrecer.

Y es ahí donde entra la participación de la ciudadanía en general. El servicio no se limita a los hoteles, restaurantes, taxistas o guías de turistas. El personal de museos, galerías, cines, teatros, espacios públicos, bibliotecas, comercios establecidos y comercio informal,  los voluntarios y organizadores de eventos, escuelas, universidades, en fin, todos podemos utilizar y enseñar a nuestros niños las reglas básicas, ya no del Manual de Carreño, sino de simple cortesía y cordialidad. Tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros. La ciudad, esta ciudad, es nuestro hogar y nosotros somos los anfitriones de aquellos visitantes que llegan a descubrir su belleza, su encanto y quizá un refugio al cual volver constantemente, ya sea por negocio, por cultura o por placer. Pero para atraer y enamorar al turista nosotros mismos debemos conocer la belleza y los secretos de nuestro querido León: no se puede amar lo que no se conoce, y no se puede transmitir ese entusiasmo ni esa pasión si no sale directo de nuestro ser.

A los niños les enseñamos a saludar, pedir por favor y dar las gracias dentro de la familia. Extendamos esas bases a conocer nuestra ciudad, sus rincones, sus sorpresas, sus eventos y enamorémonos junto a ellos de nuestra ciudad. Ahí comienza nuestro granito de arena… más tarde quizás, esas nuevas generaciones hayan creado una montaña de razones para visitar León, sintiéndose orgullosos de vivir en un centro turístico importante a nivel internacional.