Tachas 495

Tachas 495 • Galería • Benjamín Hurtado

 

Una bifurcación de las voces de un objeto

 

 

los objetos nos dan pistas para entender los comportamientos de la gente y las diferencias de pertenecer a un grupo o a otro.

Susan Pearce

 

Lo natural es ver un conjunto de objetos salidos del mismo artista con una similitud no sólo en lo técnico, sino también en su discurso. Es más, es en esto último donde las cosas tienen más familiaridad. Sin embargo, cuando encuentras lo opuesto, objetos que parecen salidos de las mismas manos, pero con discursos contradictorios entre ellos, te alegra la vista y la mente: no estás loco, sólo hay que ver a otros que tienen, de maneras y formas distintas, esos mismos síntomas con los que valoras la vida.

Así son los objetos y acciones registradas con los que trabaja Benjamín Hurtado (León,Gto. 1980). Por un lado, pinturas y gráficas, bien portadas, como los niños morenos en escuelas caras, que tratan de portar el uniforme de la tal manera que no desentone con los que nunca serán sus pares. Objetos que podrías tener perfectamente en la sala de la casa. Por el otro, con el mismo trazo, vemos dibujos, retazos, pedazos arrancados y recortados de pintura, acciones y registros que reniegan de sus hermanos. 

Así que no se puede hablar de uno solo. O de una manera única de ver el trabajo de Hurtado. Démonos, entonces, la oportunidad de verlo en dos perceptivas y discursos distintos. 

 

1. Beber pintura

 

En los E.P. musicales nos ponían en el lado A el hit. Esa canción que iba a pegar o nos mostraba lo más acabado del artista. Lo mismo le pasa a Hurtado: nos muestra esas pinturas bien terminadas, hay en ella una tradición clara del arte de la región. Se emparenta con muchos y hasta anima al espectador a rebuscar en todo aquello que ha visto. Cada una de esas piezas nos gritan suena a… soy familiar de… 

John Urry dice que ver ciertas escenas o artefactos funciona para despertar deseos reprimidos y, por tanto, conectar el pasado con el presente. Hurtado conoce el imaginario colectivo, lo usa y lo dispone para que el espectador encuentre en sí mismo la gama iconográfica que está allí desplegada. El pintor funciona como un francotirador para que los espectadores se sientan parte del trabajo, los lleva a su guarida bajo el engaño de que son más inteligentes que ese hombre que huele a color, acrílico, aceite y aguarrás.

La verdadera cuestión: ¿Será así? ¿Hay tanta inocencia en el artista en cuestión? ¿O será al contrario: pervierte nuestra percepción para quedar en ella, usando sus ojos? 

Piezas como C'est fini…, Mama's gonna put all of her fears into you (... extendió sus alas frente a ella), Voice-Over, Etc. Juegan en esta liga. Escenas que parecen obvias, acabados pop, modulaciones que hacen ver al creador como un medio para un mensaje que lleva interno el espectador. Simpleza abstraída del otro. Esta parte de Hurtado se resuelve en aquella tesis de A. Danto: Hoy en día, nuestra concepción del progreso artístico va más allá de la pintura y refleja la expansión de nuestros poderes de representación. 

Vemos al prestidigitador beber pintura frente a nosotros y así nos vamos, creyendo que no hemos caído en su trampa. 

 

2. ¡Todos!

 

El lado B de Hurtado es esa parte final de la carcajada que ya no suena porque se acabó el aire. Es el artificio encontrado por Guy Debord:

La vida entera de las sociedades en que reinan las condiciones modernas de producción se manifiesta como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que era vivido directamente se ha convertido ahora en representación. Pierde la técnica y las buenas maneras. Salen esas piezas a la palestra despeinadas, con voces en tumulto. Beben de otras aguas: para ser exactos, de aquellos artistas que han usado su cuerpo para crear la obra. Él juega con el registro y exponiéndose al lado del objeto. Hace accionar el objeto con su cuerpo y sus posturas. Autorretratos con referencias a un eurocentrismo del que se ríe. Descompone el mensaje, no sólo la técnica. Se descompone a sí mismo para usar nuevas máscaras, otras voces. Para darnos con una multiplicidad de negativas de él, una representación del nosotros. 

¿Es usted, Señor Hurtado?, suena una y otra vez, al ver esos registros. Para ser contestada con la sonrisa desapareciendo del gato de Alicia. Lo imagino desapareciendo, con la mano derecha levantada y mostrando el dedo medio, susurrando: ¡Todos!, ¡sí, todos!

Pero no me crea. Vaya y véala con sus propios ojos. 


Francisco Rangel

 

 






 

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