Hablar de cerrar ciclos, de empezar de nuevo, de darte otra oportunidad de vida sólo porque se termina el año, caramba, qué difícil.

Amo la navidad con todo y su cursilería barata, Rodolfo el reno y esas cosas. Pero el asunto del año nuevo y el año viejo me conflictúa sobremanera. Cada año es aprendizaje; son experiencias de vida, alegría, llanto, amor y odio.

Experiencias que no quiero olvidar, y si me duelen menos, me hacen más fuerte.

El ver a toda una masa escribiendo propósitos que jamás van a cumplir me molesta un poco, y por eso no los hago. Los cambio por decretos; me sirven más, me ayudan más y al final, si no se cumplen, la culpa es del universo.

Este 2013 fue muy hospitalario... no había hecho recuento hasta la solicitud de estas letras; quizá por eso mi reacción ante el ya mentado 2014.

Mis amores fueron el cine, la música, la fotografía, la moda hecha en México, la comida de doña Tere, un pueblo mágico llamado San Miguel de Allende y las risas de mis hijos.

Mis odios: los eventos "bloferos"... los medios de comunicación canaperos (chayoteros), las personas huevonas, los mala paga y el exceso de ajo con el que cocina mi vecina.

2013 me dejó más amor que odio, más ganas de trabajar, de ser mejor madre, mejor esposa, mejor hija, compañera y hermana.

En este año que se nos va aprendí a sacar lo mejor de mí en los peores momentos, como en un afortunado palindroma, que pareciera decir lo mismo al revés y al derecho, siempre en el sentido positivo. Una  y otra vez.

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