martes. 24.06.2025
El Tiempo
Es lo Cotidiano

La vida

Aurora Hernández Farías

Cuando mi querido Polo Navarro me invitó a colaborar con un artículo para "Es lo Cotidiano", con este tema, lo hizo en un momento muy especial para mi vida.

Preparando la fiesta de quince años de mi hija, en la cual mi madre recientemente fallecida sería la madrina, con presiones por todos lados y mil y más detalles por cuidar además de las tareas y responsabilidades del día con día, sugerí un poco en tono de lamento y cierto desánimo, que se me estaba complicando la idea de estructurar la mente para poder escribir.

Más pronto que ya, Polo me dirigió un mensaje personal que aún tengo en la compu y en la mente y que de seguro tendré por mucho, mucho tiempo en mi memoria: "Ahí está la materia, mi querida poeta. En la vida, como la vivimos, como nos vive".

Pensé que eso era todo, simplemente. La vida y como la vivimos, aunque creo que la segunda parte es la más atinada, la más precisa, la más adecuada: la vida, como nos vive. Y es que en realidad es Ella, la vida, quien nos juega, nos enamora, nos enreda, nos pierde y nos encuentra, quien nos confunde y nos rescata. Ella, la vida, ella y el tiempo, su fiel aliado, su cómplice, su lazarillo, su Celestino.

Ellos, quienes mueven nuestros amores y nuestros odios, como piezas de ajedrez a veces y como juegos del infierno, también. Tema perfecto para fin de año, para un ciclo que se cierra y que al mismo tiempo abre la puerta a nuevos aires, a nuevos días, a nuevo tiempo y a nueva vida.

Amores cuando la vida nos cierra el ojo y nos da el permiso para creer y crear, el permiso para crecer y aprender de lo vivido, odios del fracaso que se siente ante la vida cuando perdemos a un ser querido y las luces ya se apagan y el terreno de antes fértil se nos hunde a nuestros pies. Y el vacío es tan eterno como imposible esta expresión.

Y el abismo es tan pesado que el pedazo que aún existe es del tamaño de la planta de los pies ya mencionados y debajo, sólo nada.

Odios cuando el reclamo nos parece necesario y renegamos, y elevamos la pregunta al infinito. Y es en esto y justo hoy mismo, cuando alguien muy querido me ha dicho otra máxima para guardar en el recuerdo: No permitas que tu pregunta sea un 'por qué' y sí un 'para qué', mi maestro en el pasado y en la vida, Mario Peña.

Amores de la vida cuando empieza y se come al mismo tiempo.

Odios que entonces se convierten en vivencias, capitalizar el sufrimiento, encontrar alternativas, horizontes nuevos o extraviados y descubrir a una madre viva ante los ojos del recuerdo y los ojos de la fe. Ante los ojos de quien vive en su más elevada conciencia, la que existe siempre, la que trasciende.

Odio cuando el cielo se nos cae a pedazos en el frío, en la noche eterna, en la luna helada. Amor al encontrar ese 'para qué' tan necesario. Amores descubriendo a los sentidos, amores que se besan en el sol de nuestro espíritu, que nos besan en el alma.

Amor al descubrir a tu pequeña hija convirtiéndose en mujer y a su hermano, junto a ella, a su padre, una familia.

Amores y odios, los eternos compañeros de tristezas y de sueños, de ansiedad ante la ausencia y el dolor del nunca más.

Odios que regresan en amores, cuando alguien de pronto nos invita a la expresión y nos dice con alientos de oro, que es la vida la materia, que es la vida como la vivimos y que es la vida quien nos vive.

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