Amor al arte
Víctor Hugo Mondelo
La vida es un eterno regreso. Un día debes volver con la mente en blanco, tener los cojones de tomar de nuevo la pluma para compartir la explosión de tus quereres; aunque nadie sea portador de la luz universal hay que darnos el espacio de imprimir nuestro pensar, nuestra criticidad, abrir el dialogo o ser los interlocutores de nuestro delirante devenir. Ahora nos toca hablar de algo que puede ser tan ubicuo como monótono, tan desgarrador como sanador, génesis de locura y pasión, de muerte y nacimiento: el amor.
El corazón, conforme van pasando los años, va sufriendo arritmias, taquicardias, subidas o bajadas de presión, igual que ocasiona trombosis, ansiedad, derrames cerebrales y los peligrosos ataques al miocardio. Nuestro más preciado musculo nunca perderá su simbolismo más característico, el del ser portador de la sangre del romance –nadie se salva de ser flechado- y de que esa misma flecha nos cause las heridas más dolorosas con el desamor y su filo que desangra. Antes que la razón, a pesar del riesgo, nada como poner el corazón por delante.
Alguien que decide poner en el camino de su vida al arte, no sólo de soslayo o de contentillo; sino creando, escribiendo, produciendo, trazando, viviendo de alguna de las musas del arte, vive la pasión del amor con una intensidad envidiada por otras personas que viven en el paradigma de las rutinas. Parir una obra de arte conlleva retener sentimientos, demencia, vivencias, filosofía, colores, sabiduría, matices, valentía, poesía, odio, pérdida, frustración, éxtasis. Todo un coctel que cuando hace estallido y lo dejamos escapar en un eyaculante acto de revelación, crea una esfera del más puro amor. Cada obra de arte tiene una concentración baja o alta de amor, difícil de medir, fácil, sin embargo, de cuestionar.
Al final de una relación amorosa, como en el producto final de un artista, se ve claramente lo que se sacrificó, la sangre que desbordo en el ente amado, la pasión que se tejió y el dolor que se sufrió. Por eso es importante compartir con alguien que amas un concierto musical, una ida a un museo o a una galería, un buen libro, una metáfora bajo aquella lluvia, una dramática obra de teatro o una delirante ópera. El arte es un elixir que puede llegar a alimentar todo tipo de romance, y algo que nos enseñe a amar. Si amas a alguien, acerca sus sentidos a ese mundo fascinante, en esta época donde el amor es muy necesario ante el inminente avance de la destrucción e ignorancia humana.
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