martes. 24.06.2025
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Correspondencia

Montserrat Pérez

Correspondencia

Una carta para ti, dos años después del final. No me atreví a enviártela, ahora que le sirva a alguien más.

A lo mejor es la hora, a lo mejor es otra cosa. No sé, supongo que si te escribo es porque una parte de mí lo necesita. Ésta es la última vez que te escribo así, igual da lo mismo.

Me gustaría habértelo dicho en la cara, así, viéndote a los ojos, pero no puedo, no quiero. ¿Sabes? Hay muchas cosas que me hubiese gustado que pasaran: que hubieras hablado conmigo de mí y no que escucharas lo que te decían otros y viceversa, para empezar. Se nos olvidó cómo escucharnos y no nos dio la gana intentarlo, supongo.

En realidad sólo estoy asumiendo que eso pasó. A lo mejor y lo que viste de mí fue suficiente para no querer saber más; eso no lo sé y no lo quiero saber. La verdad respeto bastante tus decisiones, aunque no las entienda. Respeto tu distancia y tu indiferencia, respeto tu evasión y tu silencio. Repito: no lo comprendo, pero no tendría por qué o cómo hacerlo.

Que me duele, pues sí, no te puedo decir que me encantara encontrarte de frente y que te voltearas o que me saludaras por compromiso. Ahora, esto es sólo una apreciación, no es la realidad  y muy probablemente estoy equivocada. Si es así, me disculpo.

Sé también que yo tuve que ver,  mi actitud tampoco fue la mejor en ocasiones. Tampoco espero que entiendas. No tiene caso que lo explique, porque fui muy clara en ello cuando lo llegamos a platicar en vivo. Vaya, no estoy orgullosa de mi comportamiento, pero no sé bien cómo estar contigo aún. Es difícil, es bastante complicado, aunque ya hayan pasado tantos meses. En fin, sólo te digo que, aunque a veces lo parezca, no me molesta verte, ni hablar contigo, ni saludarte, ni sonreírte, nada de eso.

Hasta hace un par de meses pensaba que tú y yo, a lo mejor, podíamos arreglarnos. Te voy a decir una cosa y no quiero que te sientas raro por eso, por favor. Debo confesar que, de haber recibido alguna señal tuya de interés, la más mínima, lo que fuera, te hubiera esperado mil años y mil vidas sin ningún problema, pero uno no puede obligar a otra persona a sentir algo que no está dentro de ella, así que ya no espero.

Lo pienso y lo pienso y sé que no pudo haber sido de otra forma. Prefiero que me duela la verdad a haber vivido una mentira y, por eso, siempre te voy a estar agradecida. Sólo que hay días como hoy en los que me siento a sentir y salen todas estas charlas mentales en las que no me queda nada claro por qué queriéndonos tanto, no pudimos mantenernos juntos.

A lo mejor y yo esperaba demasiado de la relación, tal vez nos idealicé demasiado. Pensé, absurdamente, que tú y yo juntos podíamos contra cualquier cosa sin que nos costara trabajo. Yo nunca pensé en ti como un problema, ni como una solución, sino como una razón más para sonreír cada día, para buscar  nubes en el asfalto y viajar sin tener que moverme.

Qué frágiles las relaciones... qué malditamente hechas de cristal. Conozco mi responsabilidad en el final de esa historia, te lo dije en diciembre. Sin embargo, tampoco puedo juzgar lo que sentía ni por qué lo sentía. ¿Sabes? Creo que lo que más me dolió de todo fue perder a mi mejor amigo, porque me sentí muy sola en ese momento, pero bueno, uno pierde a sus amigos siempre y luego gana otros, ¿no?

Sé que puedo resultar muy densa, créeme que mi intención no es agobiarte, ni hacerte sentir mal, sino sólo decir todo eso que se juntó y luego pasar a otras cosas. Yo no sé si tú te quedaste sin decirme algo; cuando te pregunté esa vez que hablamos qué te molestaba de mí, no era para pelear, sino para entender. En ese momento estaba muy molesta contigo, muy dolida. Ya no; el enojo se convirtió en tristeza y la tristeza en reflexión y ésta, a su vez, en entendimiento de muchas cosas que no vale la pena que cite.

No me arrepiento de haber intentado acercarme a ti. Me falló la tercera de Newton, a toda acción corresponde una reacción de la misma fuerza, pero en sentido contrario, o algo así.  Pero las leyes de la física no aplican en las relaciones. Tal vez pude haberlo intentado más veces, yo qué sé, pero supuse que era forzar las cosas, aunque, a momentos, pienso que debí haberte abrazado hasta que sintieras todo lo que yo estaba sintiendo por ti. Afortunada o desafortunadamente, no lo sé, cuando te dije “te amo” no era por un par de días, no se me podía quitar en una semana, ni en un mes. Te sigo queriendo mucho, aunque no lo creas, aunque a lo mejor tú no me quieras ya.

Creo que ya nada de eso importa. No se puede cambiar lo que ya pasó y tú haces tu vida, mientras yo hago la mía. El mundo no se detuvo, a pesar que hubo momentos en los que debió hacerlo, pero no, el universo tiene cosas más importantes qué hacer como para detenerse porque se le quebró el corazón a una niña.

Disculpa si al final de este texto sientes molestia o enfado. En realidad, sólo escribo con la esperanza de poder pasar página a todo esto. Quiero que sepas, y yo sepa que sabes, que no quiero pasarme la vida en conflicto contigo, no es mi interés, ya tuve relaciones así y no tiene sentido. Sólo hay una cosa que quiero pedirte: cuando te acerques a mí, hazlo porque lo sientes. No me saludes por compromiso, no me hables sólo porque me encuentras en algún pasillo, no me sonrías si no es una sonrisa genuina. Yo haré lo mismo.

Hay tantas cosas, tantos cambios, tantas experiencias que me habría encantado compartir contigo. El simple hecho de marchar junto a ti, de luchar junto a ti por este país, pero por algo son las cosas, no fue en esa vida, a lo mejor en otra. Sí, creo que por algo pasa todo, quiero creerlo con todas mis fuerzas y estoy casi segura que es así.

Cuando me  veas voy a pretender que no escribí nada, me voy a portar igual que siempre y no voy a decirte nada sobre el tema, no te preocupes. Sólo quiero que sepas, para ya terminar, que si tú eres feliz, entonces, nada más importa.  Así que a vivir lo que nos tocó y sacarle el mejor partido que podamos. Te dejo ya que hay que leer muchas otras cosas.

Los musulmanes piensan que en la poesía encuentran profecías; yo encontré esto pocos días antes de que volvieras (ya sabes que es de Benedetti) y supe que tenía mucha razón:  “tan sólo que vas a llegar distinta”, rezaba el texto, y yo leí “tan sólo sé que vas a llegar distinto”. Mira nada más cuán acertado estuvo.

Fin.