Es lo Cotidiano

UN RATITO DE TENMEALLÁ

¿El salsipuedeño se va o llega?

Filiberto García

Tachas 11
Tachas 11
¿El salsipuedeño se va o llega?

 

 

 

 

 

 

Otra vez por acá, muchacho
salsipuedeño del alma
víctima del periplo
Aquiles en retorno
o sobreviviente destripado
callejón del no me olvides
de la desmemoria el año.

Alejandro García

 

La literatura de Alejandro García es inquietante cuando se ve con detenimiento, cuando se le da tiempo y se deja madurar en la conciencia como una semilla que en un primer momento no revela lo que verdaderamente esconde. Salsipuedes (cuentos) es uno de los volúmenes que este escritor ha realizado utilizando como vehículo a dicho género. Está constituido por nueve narraciones en las que se configura la identidad del salsipuedeño, personaje colectivo que trastoca varios de sus relatos.

Alguna vez, platicando con el maestro Alfonso Campuzano, comentamos el punto de los salipuedeños en la literatura de Alejandro García y nos dimos cuenta de que parafraseando, más o menos lo escrito en Pedro Páramo, todos somos salsipuedeños. Ser salsipuedeño es tan sencillo como respirar, pues basta con añorar lo que se tuvo y no se tiene, con desconfiar de los sentidos que presentan una realidad inverosímil. “Los ojos no son más que mentirosos indicios de claridad”.[1] Es que el salsipuedeño se traslada a un estado emocional diferente, a un mundo donde todo lastima como alambre de púas que entra lentamente por la garganta y se hace bolas en el estómago.

El salsipuedeño es el hombre que tiene que marcharse muy lejos por situaciones ajenas o voluntarias, es aquel jornalero o lavaplatos radicado en Estados Unidos que después de una jornada larga de trabajo pide una cerveza Corona para sentirse junto a su tierra o quien al llegar a su patria exige una Bud Light para no sentirse tan mexicano. El salsipuedeño no sabe si se fue o se ha quedado, viaja en el limbo de la identidad para convertirse en ciudadano de una tierra diferente, de un lugar misterioso.

Salsipuedes es un espacio donde la riña entre la memoria y el olvido está en constate pugna con el presente, con el espacio actual, es un lugar imaginario que lo rebasa todo, creado por el dolor y la angustia de sentirse extranjero, solo en medio de las multitudes, por ello las canciones resultan importantes en ese lugar, porque son brazos que se tienden  para capturar a las personas e impedirles que salgan de ahí, es por ello que se “Siente melancolía, la boca se le recarga de aliento, la nariz de mocos, aunque hace apenas unas leguas venía vociferando contra Salsipuedes, contento de zafarse, irse al fin, ver otros mundos",[2] porque tal vez al irse se está quedando.

Es por ello que están condenados a vivir en Salsipuedes todos los inconformes, los que desean marcharse y una vez lejos prefieren regresar, esa inquietud que tienen los desahuciados, aquellos que no encuentran su campo como dijeran los antiguos. Para los salsipuedeños no existe el presente, son prisioneros del pasado, del lugar que dejaron y al que tal vez no vuelva su cuerpo, pero que su memoria no olvida, viven en el futuro porque añoran el regreso como aquellos que no se resignan a vivir el presente que palidece, es una riña entre la memoria y el olvido, para un salsipuedeño la memoria prevalecerá, siempre serán habitantes de donde no está su cuerpo.

La melancolía es un bebedizo que todo lo purifica y todo lo perdona, es lo más parecido al amor, un estado donde las desgracias se ven pequeñas, donde los desprecios no calan y el miedo parece una mala broma “Se lucha contra el recuerdo idealizado, contra la desgracia de ayer maquillada con nuestra melancolía de ese mismo ayer siempre comparando nuestra situación de exilio presente”.[3] Parece increíble que el salsipuedeño se aferre al terruño donde sufrió tanto, donde los momentos más amargos cobraron forma y le arrancaron más de un centenar de lágrimas, pero es que el mejor lugar del mundo es donde ha nacido, donde se ha criado porque el salsipuedeño es un ser humano formado a base de recuerdos.

El territorio que se configura a través de los relatos de Alejandro García se parece al caracol que describe el Subcomandante Marcos a “La espiral sin inicio ni final. ¿Dónde empieza y dónde termina el caracol? ¿En su extremo interno o externo? ¿Un caracol entra o sale?”.[4] Esa es la configuración geográfica de Salsipuedes, un caracol en el que nadie sabe a ciencia cierta si sale o entra, si pierde o encuentra, porque esta tierra es una constante bifurcación donde serpientes y escaleras, premios y castigos, maldición y bendición, encuentro y desencuentro se colocan frente a las personas. Es un angustiante tomar decisiones.

Sería mentira afirmar que la literatura de Alejandro García es sencilla, que no hay experimentación, que transita por el camino seguro, por la vereda conocida. Los cuentos construyen un lugar que escapa a lo geográfico, a lo tangible, construido de emociones, un lugar portátil, susceptible a aparecer como espejismo y causar las mismas sensaciones que un objeto real. El salsipuedeño es una contradicción constante, portador de un recuerdo no deseado que lastima, pero que se necesita para no experimentar un vacío mayor: el del olvido.

 

[1] Alejandro García, Salsipuedes: cuentos, Tlacuilo, México, 2007, p. 15.

[2] Ibid., pp. 11 y 12.

[3] Ibid., p. 14.

[4] Subcomandante Marcos, Don Durito de la Lacandona, Eón,  México, 1999, p. 161.