miércoles. 25.06.2025
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El gusto por la lectura

Gerardo Ávalos

El gusto por la lectura


El gusto como tal parece ser un valor intangible, algo subjetivo; sin embargo tiene su fundamento real, teórico; Levin L. Schücking,[1] por ejemplo, lo aborda desde la perspectiva histórico-sociológica, es decir, para él las preferencias de lectura responden a momentos específicos de la vida y de la sociedad, al contexto histórico social y cultural de cada país y del mundo en general. De tal manera que los gustos por un tema o temas, por un autor o autores se insertan en las inclinaciones masivas de la moda por decirlo de alguna forma, por las preferencias de estilos y tópicos que en un momento dado están en boga y que son el tema de conversación de la opinión pública en un determinado espacio temporal y espacial.

Dentro de ese proceso histórico-social, el gusto por el arte y por ende por la obra literaria, va cambiando o matizándose de una época a otra, Schücking menciona algunas características del gusto que responden a intereses de época y en concreto de los hombres en la sociedad, quienes han hecho que el arte en general sea “la expresión más refinada de los sentimientos de un período… —y es que— La relación del hombre con las cosas, sus valoraciones éticas y sus preferencias sentimentales se transmiten a esa expresión inmediata de lo sentido que es el arte. El arte es una especie de sismógrafo que registra las menores variaciones del estado de reposo espiritual predominante”.[2]

Estado espiritual predominante, el autor se refiere obviamente a intereses de clase social, de grupos de poder o poder político, o de gremios y de empresas editoriales en este caso.[3] Tal idea va más allá de que el arte corresponde a una visión y valoración filosófica del mundo, lo que se denominó el “espíritu de la época”; y que vista así, la literatura o mejor dicho su historia es la historia de las ideas y de sus formas tanto científicas como artísticas y culturales. Pero no, hay grupos ideológicamente hablando que predominan por encima de otros, hay intereses y clases, y cuya interacción o pugna incluso hace de las sociedades algo heterogéneo; por tanto, no hay un espíritu de una época sino muchos espíritus en cada época, concluye en este punto el autor.

Desde el punto de vista social, el gusto literario proviene del escenario de los príncipes en la Edad Media y el Renacimiento pasando por el de los aristócratas de épocas posteriores al siglo XVI y XVII. El mecenazgo es el mecanismo por medio del cual el poeta principalmente vive y existe como autor reconocido y, por qué no, laureado, lejos está éste de crear para un público que mantenga no sólo su existencia sino su prestigio gracias a la compra de sus obras; Levin L. Schücking cita los casos de Petrarca y Chaucer y dice que se podrían citar más: “Todos ellos nos enseñan que el poeta no sólo baila al son que le tocan sus protectores, sino que además tiene que bailar de acuerdo con el gusto de ellos”.[4] Aún dentro del predominio aristócrata (Siglo XVIII), surge el editor, personaje que sustituye al mecenas, y en la medida en que la aristocracia va perdiendo fuerza en la vida política, económica y social para dar paso a la burguesía, surge poco a poco un nuevo público, algo más cercano al público de nuestros días, así también el gusto literario va cambiando.

 

[1] Levin L. Schücking, El gusto literario, Fondo de Cultura Económica, México, 1996.

[2] Ibidem, p. 15.

[3] Con todo y sus departamentos publicitarios desde sus primeras incursiones para el público lector hasta nuestros días.

[4] Schücking, Levin L., Op. Cit., p. 24.