Es lo Cotidiano

El desengaño de la sabiduría o el elogio de la locura

Caleb Landaverde

El desengaño de la sabiduría o el elogio de la locura

 

Si alguien piensa que lo que digo es una fanfarronada
que no se ajusta a la verdad, le ruego que observe
la misma vida de los hombres.

Erasmo de Rotterdam

 

Debo admitir que tenía un concepto totalmente diferente antes de leer este libro, pues suena tentador el título Elogio de la locura. Una de las primeras anotaciones es que esta locura no es la que tenemos por primer concepto (para mi decepción) sino a la estulticia, necedad, tontería o insensatez (enganchado de vuelta), entonces después de este cambio tremendo de concepto, me dejé llevar por Erasmo, escritor erudito, estudiado, preparado y enfermo de tanto conocimiento, pero aún así de los mejores, su vasta obra fue escrita en su mayoría en latín, y tuvo labores como traductor de obras clásicas, entre ellas el Nuevo Testamento.

Así llega el Elogio de la locura a nuestras manos como la gran obra de Erasmo (a su ver no era así) y para muchos la única. ¿A qué se debe esto? Tal vez sea su estilo algo irreverente y a la vez humorístico a la hora de tratar el tema, lo que provoca que sea de un acceso más “fácil”, pues en el Elogio abundan referencias a autores, obras, tanto clásicas, bíblicas como contemporáneas, lo que hace un poco difícil su lectura. Esto a su vez provoca que sus demás obras que son más eruditas, sean de mucho más difícil acceso y entendimiento.

Ahora bien el libro en cuestión de qué trata, qué quiere decirnos a los lectores, qué hay en él que lo ha hecho ya un clásico de la literatura universal y uno de los exponentes más representativos de la literatura renacentista. Una idea irrefutable: no podemos vivir sin la estulticia.

Se trata un libro bastante completo, lleno de referencias históricas, mitológicas y lógicamente bíblicas, y es la insensatez misma la que nos guía de la mano a través de su propia historia, desde sus inicios, hasta lo que es ella ahora, con humor, pero acompañado de verdades incómodas, pues este discurso es, después de todo, una crítica a la sociedad en la que Erasmo vivió, que a decir verdad no está muy alejada a lo que ahora es, en especial el centro de su crítica: la Iglesia.[1]

El centro del texto es el contraste entre sabiduría e ignorancia, ésta última la propone como la sabiduría sublime, pues en ella reside la felicidad, al llevarla al nivel que esta ignorancia/sabiduría es la divina, y la usa de apoyo para su filosofía cristiana. Entonces, en primera instancia, critica esta sabiduría y a sus simpatizantes, y adelantándose a la réplica de los filósofos agrega:

Me parece estar oyendo ya las protestas de los filósofos. Precisamente —dicen— la desgracia es vivir en la insensatez, la ilusión, la mentira y la ignorancia. Pero yo digo: en esto precisamente consiste la existencia humana. No veo por qué se llama a esto desgracia, cuando así nacistéis, así se os crió y formó, y así es la condición común de todos.[2]

Son palabras fuertes, pues da por hecho que la estulticia es inherente al hombre y negar esto es estúpido, y el querer superarlo lo hace doblemente estúpido, pues no es sólo la naturaleza lo que niega, también es que quiere imitar a los dioses, cosa que nunca logrará,[3] y por esto mismo se perdería de vivir una vida como tal, llena de experiencias y felicidad, pues su única meta sería ser sabio, y qué consuelo hay en ello, ninguno.

La verdadera felicidad se encontrará en la Insensatez[4] o, en este caso, el ignorante, pues como no conoce, todo es nuevo, se tiene esa delicia fresca de experimentar las cosas por primera vez, ya que en lado opuesto Erasmo nos pone al sabio al cual se refiere despectivamente diciendo: “¿Qué importa la muerte de un hombre como éste si nunca ha vivido?”[5] Gracias a este tipo de palabras, Erasmo fue atacado, como el mismo lo esperaba, pero aún en esto vemos a un autor fuerte y sólido, pues preparado pudo defenderse, a través del texto, pero también fuera de él. Esto se puede apreciar en la carta dirigida a Martín Dorp, en la que explica que su intención con la Moría, es el mismo que en sus demás obras: el instruir a las personas en la doctrina o filosofía de Cristo. Sólo que en el Elogio, decidió hacerlo con tono de broma, y él mismo agrega “Horacio piensa que una advertencia en broma es tan eficaz como una en serio. ‘¿Quién puede impedir —dice— que burla burlando se digan verdades?’”.[6]

Después de todo esto, dejando totalmente a la deriva la sabiduría como tal, y teniendo ya a la Estulticia, casi como a una divinidad, termina con un toque de gracia al decir algo hasta cierto punto controversial para ese entonces y aún ahora. La Estulticia equiparándose con los dioses, incluso poniéndose encima de ellos, pues explica que cada dios a través de la historia ha tenido a sus favorecidos, mientras a otros hace sucumbir, que otros piden sacrificios o cosas a cambio.

Yo, la Estulticia, soy la única que abrazo a todos por igual con mi generosidad siempre a punto. Yo no estoy a la espera de promesas, ni monto en cólera exigiendo expiación por algún detalle olvidado en las ceremonias.[7]

Incluso abunda más en esta crítica, diciendo que su culto es el único, el supremo, pues es el más sincero, el hombre vive imitándola, venerándola, pues en él está esa naturaleza de ser insensato, arremete fuertemente contra los cristianos, pues menciona también que cuántas veces no se le da culto a santos o a la Virgen, tratando de imitarlos, pero sólo son hipocresías pues nunca cumplen o sólo cuando les conviene, tanto como a la Estulticia, nadie la falla pues todos son sus simpatizantes.

Ya con todos estos argumentos a su favor, Erasmo aprovecha para implementar su filosofía cristiana, en la cual ahondaré un poco más. Éste es un tema que no se puede obviar, pues es uno de los denominadores comunes de la obra de Erasmo. Era un ávido religioso, inconforme con su Iglesia, y por eso ha sido uno de los “hijos difíciles”, pues su obra se centra en una doctrina Cristocéntrica, lo hemos visto a través de la Moría pero está presente en toda su obra, la crítica dura al culto de los ídolos incluso de la virgen. Dice: “No hago tratos con los santos; me dirigí directamente a Dios por el Pater Noster porque ningún santo es más accesible o más misericordioso que nuestro Padre”.[8]

Y en qué consiste esta llamada Filosofía de Cristo, es lo que venía ya mencionando en el Elogio, Erasmo llama así a “una síntesis de la teología y de la espiritualidad, síntesis hecha de conocimiento y de amor, alimentada por la meditación, la oración y el renunciamiento, coronada por la unión con Dios”[9], el fin de esta filosofía impartida por el mismo Jesús es encontrar una felicidad por verdadera por medio de Cristo.

Esto se relaciona con el Elogio, ya en sus últimos capítulos, en que la Estulticia se vale de versículos bíblicos para explicar que ella es la felicidad añorada por el cristiano y en ello se puede abundar, pero me limitaré a dar pocos ejemplos: “La doctrina de Cristo no inculca otra cosa que la mansedumbre, la tolerancia y el desprecio de la vida”,[10] exalta a San Pablo recordando los versículos escritos por el elogiar al mencionar a la estulticia como medio para llegar a Cristo al decir “Nosotros, locos por Cristo”[11].

A partir de ese momento la Estulticia menciona muchísimos ejemplos de cómo Dios prefiere a los ignorantes y no a los sabios, desde que Jesús dice que el Reino de los Cielos es de los niños.[12] Jesús mismo le dice a su Padre “Tú conoces mi ignorancia”,[13] es por eso que prefiere la compañía de los niños, mujeres y pescadores,[14] también Erasmo menciona la preferencia de los animales por los que estén lejos de la astucia, como el montar en un asno,[15] el descenso del Espíritu Santo en forma de paloma,[16] y también el llamar a sus seguidores ovejas.[17]

Todo esto mismo, indica Cristo, acude a la insensatez humana, “se hace necio a pesar de ser la sabiduría del Padre, al asumir la naturaleza de hombre y aparecer en forma humana”,[18] es sorprendente cómo todo va encajando a la perfección con la visión de Erasmo, que bien no se puede refutar, y es por eso tal vez que fue tan menospreciada su filosofía pues criticaba duramente a la Iglesia, y es entendible aún más por qué Lutero lo quería tener a su lado. Erasmo era sobre todo pacífico, y por eso no buscaba violentar u ofender a nadie,[19] al contrario, el suyo era un llamado a mejorar, a perfeccionar la vida espiritual de sus contemporáneos, a dejarse llevar por la estulticia que los liberará y les entregará la verdadera felicidad.

En términos generales la filosofía de Cristo, de Erasmo se puede resumir así: “La filosofía de Cristo se refugia en los impulsos del corazón y no bajo los silogismos; ella es una vida, no el objeto de sabias controversias”[20] y con esto termino, elogiando a Erasmo, por ser sincero, transparente, y querer contagiar al mundo de esta honestidad, de algo puro, de eso que viene sólo del corazón sin esconder nada, lo que en sí debería de ser la doctrina de Cristo.

 

[1] Erasmo era amigo de Lutero, el cual intentó convencerlo que se uniera al movimiento reformista, pero Erasmo se niega, pues odia visceralmente la guerra y cree que el hombre es libre.

[2] Erasmo de Rotterdam, Elogio de la locura, Alianza Editorial, España, 2000, p. 75.

[3] Ibid., p.79.

[4] Ibid., p. 85.

[5] Ibid., p. 82.

[6] Ibid., p. 157, Carta a Martín Dorp, (cita de Horacio: Sátiras, 1, 1, 24-5.)

[7] Ibid., p. 97.

[8] Halkin, Léon-e, Erasmo, Fondo de Cultura Económica, México, 1972, p. 155.

[9] Ibid., p. 45.

[10] Erasmo, op. cit, p. 139.

[11] 1 de Corintios, 4:10.

[12] Mateo, 18:4.

[13] Salmos, 69:5.

[14] Mateo, 23:13-15.

[15] Mateo, 21:2.

[16] Mateo, 3:16.

[17] Juan, 10.

[18] Erasmo, op. cit, p. 143.

[19] Ibid., p. 171.

[20] Halkin, op, cit, p. 163.