jueves. 25.04.2024
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De afrodisiacos y otras zalamerías primaverales

María Luisa Vargas San José

De afrodisiacos y otras zalamerías primaverales

Feliz primavera en los capullos de los rosales, en las nubes moradas de las jacarandas y en el cortejo de los pájaros. Una competencia feroz se desata al ritmo del mejor canto, del baile más sensual, el plumaje más brillante y el nido mejor construido… y decorado. Perfumes, colores, formas… el ganador logrará que su semilla penetre en el futuro, el perdedor desaparecerá en el invierno del pasado. Nada menos.

Y así, la vida casi entera nos la jugamos entre dos obligaciones esenciales: comer y reproducirnos. Añadir el placer, el juego y el romance a ambos quehaceres, es algo en lo que los seres que inventamos la gastronomía y el erotismo, realmente nos hemos lucido. Convirtiendo lo instintivo y nutricional en actos primordialmente gozosos y lúdicos, participamos de la fiesta de la fecundidad a la que nos ha llamado la Madre Naturaleza, pero no se podrá negar que asistimos a ella con mucho estilo.

Nosotros cortejamos echando mano de un millón de artimañas: flores, perfumes, chocolates, dulces, alimentos especiales, cosas que relacionamos con el amor y el romance, preludio de voluptuosos encuentros largamente deseados, soñados, planeados.

Ofrecer alimento es un truco suave, coqueto y delicado. Señal inequívoca de protección y cuidado, de buena voluntad. Alimentar a la pareja sugiere ternura, la estrategia de seducción más poderosa que hay. ¿Cuántas relaciones amorosas no han comenzado frente a la mesa?

Media-luz, velas, perfume. Un poco de música suave que podría aprovecharse para bailar un poco, moviéndonos despacio…y un menú provocador. Los seres humanos llevamos miles de años preparando cenas románticas y rompiéndonos la cabeza para encontrar la fórmula mágica del amor. Hemos experimentado con cientos de alimentos buscando que por sí mismos funcionen como pócimas que enciendan el amor, la fidelidad y el deseo del amante sin que éste se dé demasiada cuenta, y sin matarlo en el intento, de preferencia.

¿Existen de verdad los afrodisiacos? Las armas de la seducción son variadas y exóticas, y tienen mucho que ver con las formas fálicas de frutas y vegetales y la virilidad de los animales de donde provienen, como si la fuerza sexual de ellos pudiera transferirse a los hombres así de fácil. Desde el cuerno del rinoceronte molido hasta la sangre de las serpientes o de los testículos de un toro, hay infinidad de alimentos considerados afrodisiacos, a veces funcionan y otras no. Mucho depende de la sugestión personal y de las sustancias químicas que realmente contengan, como la cantharidina , sustancia peligrosamente tóxica que el Marqués de Sade encontraba en la mítica mosca española con la que lograba irritar terriblemente el tracto urinario propio y el de sus amantes, urgiéndolas al deseo y facilitándole el camino a sus alcobas.

La dieta amatoria de Catalina de Medici incluía varias alcachofas al día, por lo que las calles de Paris se llenaron de vendedores que pregonaban las bondades de estos corazones tiernos.

Y los frijoles negros han sido siempre uno de los afrodisiacos favoritos de los campesinos italianos, a tal grado que San Jerónimo tenía prohibida la sopa de estos en la mesa de los conventos de monjas que tenía bajo su cuidado espiritual… no fuera a ser…

Vitaminas y minerales que provienen de alimentos que pocas veces ingerimos como la leche de camello, el caviar, los higos o los espárragos, suplen deficiencias y nos fortalecen, vigorizando todo el organismo y la libido de pasada, así, la abundancia de zinc en un buen plato de ostras, junto con la sugerente forma y textura que las caracteriza, hacen posible que la imaginación humana convierta un alimento común en la suculencia mágica de un afrodisiaco que siempre ha gozado de muy buena fama. Si los recuerdos de un perfecto romance de verano junto a la playa se activan al percibir el olor del mar en la mesa, las memorias idílicas del atardecer, y del susurro de las olas dispararán el resto del poderoso elíxir. Magia pura.

Las trufas producen un químico de olor muy similar al de ciertas hormonas masculinas, y no sólo los cerdos entrenados para buscarlas entre la tierra del bosque se vuelven locos con ellas. El espárrago ha sido considerado afrodisiaco desde que los persas lo compartieron al mundo, es rico en vitaminas A y C así como en fósforo, calcio y potasio esenciales para producir energía, es diurético y depura la sangre, lo cual siempre es bueno. La sopa de nido de golondrina que los chinos alaban también tiene gran cantidad de fósforo y minerales que fortalecen al organismo en general, y que garantizan un mejor desempeño físico. Jengibre, canela, cardamomo y semillas de cilantro perfuman el curry en la tierra del Kamasutra… por algo será

Y el chocolate… ¡Ah, tan romántico el chocolate! estimula el sistema nervioso produciendo las deliciosas endorfinas, dopaminas y serotoninas emparentadas con aquéllas con las que el cerebro nos explotó la primera vez que aquel viejo amor tocó nuestros labios, haciéndonos adictos profundos a sus besos.

¿Química, sugestión, recuerdos? De todo un poco. No por nada, Moctezuma y sus guerreros bebían chocolate antes del amor y de la guerra.