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GUÍA DE LECTURA

Doble Filo, de Mónica Lavín

Jaime Panqueva

Doble Filo, de Mónica Lavín

¿Cómo lograr el olvido y superar las penas de amor? Es posible remitirse a la diván de un psicoanalista, o talvez probar suerte con una “bruja” que aplique métodos menos convencionales. A través de esta última posibilidad se articula la más reciente novela corta de Mónica Lavín, Doble filo (Penguin Random House, 2014).

A través de la búsqueda del olvido ajeno de Antonia, la narradora va deshilvanando su vida y compartiendo su credo: “Creo en el azar y en las disposiciones del ánimo, creo en la representación, creo en contar, en el juego, en lo físico. Creo en lo que no nos podemos explicar y busco acomodos para las fatigas de los demás porque me gusta dar sosiego.” El contacto con el dolor ajeno, sin embargo, conlleva tormentas internas en quien administra el singular tratamiento. Cuidadosamente adornado de símbolos y juegos de representación, la nouvelle se convierte en un cautivador juego lleno de esa fraternidad femenina que puede apreciarse en trabajos previos de Lavín, como Las Rebeldes o en Yo la peor, y la sensualidad de los cuentos de La isla blanca o Nicolasa y los encajes.

Si se ha malacostumbrado a la violencia en la literatura mexicana, valdría la pena que le diera una oportunidad a Doble filo. Su lectura me recordó la película Rojo, aquella que cierra la trilogía de colores de Kieslovsky, por la forma en que está dispuesto sus espejos generacionales; la bruja, quien pondera su vida en retrospectiva, mientras Antonia afronta el primer gran fracaso sentimental. La trama se desarrolla de forma sutil, como una suma afortunada de relatos cortos, en los que Lavín se desenvuelve con maestría. Sin embargo, y es mi impresión personal, pareciera que para lograr el volumen de páginas requerido por un editor (quizás de aquellos que no toleran los relatos breves), hubiera tenido que estirar un tanto la historia para postergar la despedida final, en la que cada protagonista retoma con sobriedad, sin estridencias, su rumbo vital. Una historia íntima para leer en una sola sentada y, si desea emular a la exquisita bruja narradora, puede abordar sus páginas degustando ostras y vino blanco seco bien frío. Hay que celebrar la fraternidad.

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