miércoles. 24.04.2024
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GUÍA DE LECTURA

Augusto Monterroso | La oveja negra y demás fábulas

Jaime Panqueva

Augusto Monterroso | La oveja negra y demás fábulas

Era soltero, había bebido y al regresar con una buena borrachera encima no reparó en una de las macetas que yacían sobre el corredor, se tropezó para caer de cara contra el portón. Gracias al alcohol no sintió nada, se paró con dificultad, entró a su departamento, y se arrojó con todo y ropa sobre la cama donde durmió hasta la mañana siguiente. Al despertar con una leve jaqueca, era joven y la cruda no era un tema preocupante, recordó que debía hacer un trámite en el consulado de su país. Al peinarse, confirmó que el ardor que sentía en su pómulo se debía a un gran moretón que se había formado. Con traje y sombrero llegó a la oficina acompañado por esos papeles que siempre demanda la burocracia. Del otro lado del mostrador, un joven, como él, reparó en el golpe y le hizo el siguiente comentario al oficial que le recibía los documentos: "Verdad, vos, que el hombre, aunque le pegue la mujer, no deja de ser hombre?" Ante las risas de los funcionarios, preguntó por el nombre del gracioso diplomático. Es Augusto Monterroso, le dijeron. Evoco esta anécdota del padre del escritor César Tejeda, para mostrar el ingenio y humor que marcaron a Tito Monterroso desde su juventud (pues la anécdota data de comienzos de los años cincuenta), y sobre los cuales este extraordinario narrador guatemalteco fincaría su obra. Para entonces, Tito ya había abrazado la nacionalidad guatemalteca, a pesar de haber nacido hondureño, y radicaba en México antes del exilio forzoso que le llevaría a Chile y lo traería de vuelta de forma definitiva a nuestro país. Su libro La oveja negra y demás fábulas (1969) es una piedra angular en la microficción, de la que fue uno de los precursores más reconocidos. Su relato El dinosario lo hizo mundialmente famoso y sigue generando secuelas y relatos que honran esas siete palabras hechas historia. Desde la tierra en la que Monterroso hizo el bachillerato, le invito a leer su obra, quizás breve, concisa, en apariencia simple, pero precisa, a veces amarga y siempre llena de humor.