¿Por qué?
Jaime Panqueva
Me pidieron que escribiera sobre el año que pasó y no entiendo todavía el porqué: el 2015 me pareció un año en el que no sucedió nada. O bueno, pasaron algunas cosas importantes, pero no en México. Aquí, sencillamente: no pasa nada, todo sigue igual.
Mientras en Guatemala hicieron deponer a su presidente, Otto Pérez Molina, por corrupto y hasta la fecha sigue en la cárcel; en México el escándalo de la Casa Blanca sólo sirvió para quitarle su programa a Carmen Aristegui y darle chamba como Secretario de la Función Pública a un cuate del presidente. No hubo consecuencias porque, supuestamente, no hubo conflicto de interés.
En este mismo tono, los partidos deshonestos mantienen su registro y ni siquiera sus líderes, expertos en embaucar al INE, como Arturo Escobar, pisan la cárcel; hace unas semanas la juez federal del distrito 11, Rosa María Cervantes Mejía, negó la orden de aprehensión en su contra. De forma parecida, el PT recuperó su registro y prebendas de forma muy dudosa, cuando había sido apaleado en las elecciones de mayo y no llegaba al mínimo requerido. Aquí no pasa nada.
Y es que no importan el escándalo o la indignación: mientras en la FIFA se sacudieron las cúpulas por abuso de poder o corrupción, en México todo queda en investigaciones exhaustivas que no llegan a ninguna parte. ¿O hay en la cárcel algún culpable del desastre de la línea 12 del metro del DF? ¿Hubo alguna investigación seria y confiable de los desaparecidos de Ayotzinapa por parte del Estado? Después de un año, ¿se sabe algo de las decenas de policías de Iguala detenidos? ¿Ha habido siquiera un medio que haya podido escuchar su versión? ¿Hay alguna investigación seria sobre la tortura que sufrieron los declarantes de la verdad histórica del basurero de Cocula? ¿No debería estar también el ex-procurador Murillo Karam bajo investigación?
Y aún cuando nos lo dicen y repiten que los culpables deben estar en la cárcel, que la corrupción y la tortura deben combatirse porque erosionan el Estado de Derecho y crean más desigualdad, en México no pasa nada. Mientras en Colombia está a punto de firmarse la paz tras más de 50 años de guerra contra las FARC, y ya se legalizó la marihuana, en México seguimos en una dudosa guerra contra las drogas, y apenas con un amparo a favor de un club de fumadores que podrá sembrarla libremente. Sin legislación y sin debates, nada. Mientras en Venezuela la oposición logró una victoria contra el chavismo madurense, los pocos espacios que en México se abrieron para los independientes se están acotando con leyes antibronco.
En 2015 casi todo el mundo celebró la caída del precio del petróleo; entre los pocos que se abstuvieron estaba México, que acaba de agotar sus coberturas de precios y sigue gastando reservas internacionales para defender caninamente al peso. Y mientras otros países pagan gasolinas a precios 50% menores a los nuestros, el gobierno aceptó rebajarnos un generoso 3%, quizá para irnos preparando para lo que viene en 2016.
En otro orden de ideas, en el 2015 se hizo historia, no en México, claro. En mayo, el primer papa ecológico tomó la bandera por la conservación del planeta. Su encíclica Laudato Sì, donde por fin la iglesia toma una posición clara frente al desastre ambiental, ha sido fuente de inspiración para que luego, en diciembre, la COP21 estableciera un acuerdo viable que involucra a los siempre reticentes Estados Unidos y China, para reducir el calentamiento global. Mientras, en México, PEMEX se precia de ser uno de los principales entes contaminantes. En nuestro estado, hace unos días el aire de Salamanca registró contaminación de 980 partes por millón, cuando en Beijing se desató la alerta roja al llegar a 300, y la alerta amarilla inicia en 75. No pasó nada, claro, como tampoco está pasando contra las quemas de basura y pastizales al interior de las ciudades; hay que acostumbrarse al humo decembrino porque las autoridades locales, ni educan ni castigan. Nada.
Qué bueno que se acaba el 2015, que muchos recordaremos por la espectacular fuga del Chapo Guzmán, quien de paso no ha sido recapturado, ni tampoco se ha destejido la red de corrupción que permitió su fuga y, por cierto, aún conservamos al mismo Secretario de Gobierno encargado de custodiarlo, porque tampoco, en una muestra mínima de pudor, ha renunciado.
Apreciado lector, no quise hacer un recuento más pormenorizado. Imagino que en Costa Rica o Nueva Zelanda sucedieron sucesos más significativos que en nuestro país, por eso me alegra que se acabe este 2015, y espero que 2016, además de ser bisiesto, nos traiga cosas más amables y esperanzadoras. Lo necesitamos.
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