lunes. 30.06.2025
El Tiempo
Es lo Cotidiano

Semefo

Sergio Ernesto Ríos

I

Cuando viaje a la matriz de las cortesanas 
encontraré luego el planisferio, los genitales rugosos 
y algo porcelana encontraré.
 
Cuando al fin roce con mi barbilla 
la redondez de la madrastra Valva
cuando importe el grado miope y el tacto, 
y el tacto el catalejo el credo.
 
Como el que hurga con yodo el órgano de la gestación.
Como al que no le sirve el tapaboca  
sino la decadencia de una hembra imperativa,
de humores espesos,
y vacía el lóbulo carnoso, 
y deja qué sé yo del disturbio y la cremallera. 
 
Mi cortesana se llama algunas veces Vulpina, 
algunas veces Alantoides.
La conocí en el vals no lejos de Salzburgo,
en deducción de su vestido orfebre.
Salón de encajes pálidos.
Los ojos de guiñol, la cintura y el endocardio 
sin misterios.
 
Dice 
el me trata como una muñeca de harapos,
¿has visto mi peluca por ahí?
¿Has visto?
 
Ay del areté 
ay del olor de los idólatras,
ven conmigo.
 
 
 
II
 
Mi amor rueda por un asador desteñido, 
a veces el fuego es un desgarre, 
 
a mitad de la frente de ella, a mitad de la frente de ella
entiendo un estigma que la partera no robó.
 
Y yo boquiabierto, en el ocio (humo)
en el garabato destas flemas. 
 
Y yo el delito amniótico, que nos lleva de regreso 
a las manos del limbo, que nos lleva que nos lleve,
veneno lagar manos de limbo.
 
Exagero el peso brujo de su sordera al despedirme,
y los dos nos despedimos, por eso el sol
y esos modales de anguila devuelta a la friolera. 
 
Mi amor lleva en las pupilas un libro gótico,
quizá un imprevisto héroe en muletas de Gautier
 
una afilada aguja que hiere la calle
y con tristes ojos examina los muros
.
 

III
Exlánguida, 
dices que no estalla 
el cráneo con besos lampiños.
 
Dices que preparas 
una femenina certeza.
 
En este pueblito ingenuo, sucursal de Berlín,
el abuelo aviador es un hombre 
de modales nazi, 
que pesquisa las nubes cinamomo. 
                                                                                                                                  
 Nos divertimos 
inventándole coros a tu regreso,
a que no pasa la guitarra,
a que no roba tu cintura canela.
 
En el cero del jardín guardé un ciervo 
como una alucinación prestigiosa, 
para robarle su infancia a las flores,
para robarle su infancia a las flores.
 
Y está la tarde como un lago 
esperando una novia Narcisa 
de muy lentas malarias, 
de valses soberbios.

 
IV
Ahí viene la Muñeca Canina.
La seducción de un trébol de cuatro hojas 
color papiro, que me hace pensar en la misericordia,                                                                                               
que me hace pensar que no sé lo que haré con la baba morfina, 
cuando reviva el asombro.
Que me hace pensar en el interruptor de cierta ruina atómica, 
escondido en el bolsillo de no sé cuál personaje inmortal,
con manos incomprensibles, con temores elásticos
con indicaciones dulcemente imbéciles.
 
Muñeca Canina Aperitiva.
Muñeca Boba Brillante.
 
Barniz de lava cuando enciendo 
el cigarro tembloroso de la hora de su cena.
 
Muñequita Canina Señuelo.
Muñequita Cólico de la canción voluntaria del amor.
 
Algunos mechones del jardín 
son en realidad un ciervo.

No recuerdo la verdad celofán que inyecté 
a la caducidad del plazo,
ni la hora a cuenta de nuestro disfraz de gazapos celestiales.

Te regalo la sombrilla que persigue una turba de cerezas estudiadas en novelas de amor 
y en el ocio de las canciones de cuna, 
soy una hazaña cursi pero soy también un laboratorio 
donde gime un ostentoso paje de azufre.
 
Soy el pasamanos del conejo ciego, pero también soy el nervio 
que mastica la pólvora. 
Soy el comprador del espejo en que las hortensias profanan 
un esbelto camisón de hospital, 
pero también soy 
la línea de unión de dos huesos del cráneo.
 

 

 

(Poema tomado del Libro Obras Cumbres, editado por BongoBooks.

***

Sergio Ernesto Ríos (Toluca, 1981). Ha publicado los libros Quienquiera que seas (FOEM, 2015), Brazuca remix 14 (Palacio de la Fatalidad, 2015) Obras Cumbres (Bongobooks, 2014), La czarigüeya escribe (Editorial Analfabeta, 2014), en coautoría con Diana Garza Islas, Muerte del dandysmo a quemarropa (Universidad Autónoma de Nuevo León, 2012) y Mi nombre de guerra es albión (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2010). Ha traducido los libros: Droguería de éter y de sombra (Palacio de la Fatalidad, 2014) de Luís Aranha, Paranoia (Palacio de la Fatalidad, 2013) y Voy a moler tu cerebro (Red de los poetas salvajes, 2010) de Roberto Piva, y la antología de poetas brasileños nacidos en los ochentas, Escuela Brasileña de Antropofagia (Kodama Cartonera, 2011).

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