martes. 16.04.2024
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EL DICCIONARIO BIOGRÁFICO DEL FRACASO LITERARIO

Charles Hébé

C.D. Rose (Traducción de José Luis Justes Amador)

Charles Hébé

Ya tarde, una noche de invierno de 1904, sentado en un estudio perfectamente equipado en un espacioso apartamento en la mismísima avenida Fouquet, bebiendo kir (y, como después admitiría, un poco de absenta) y fumándose una buena pipa, habiendo sido inspirado por la salvaje conversación de sus amigos sobre una mesa con caviar, aceitunas negras y berenjenas, Charles Hébé, que nunca había tenido pretensiones literarias, cogió la pluma y comenzó a escribir.

En los años venideros, mientras se iba de bancas de parque a sórdidas pensiones en una sucesión de cada vez más recónditos pueblos, Hébé recordaría esa noche como su único momento de grandeza y se arrepentiría amargamente.

Inspirado por el torbellino de la charla de sus compañeros artísticos y la febril atmósfera de la ciudad en aquel periodo, Hébé le dio cuerpo a la materia de la que están hechas las leyendas literarias. Con una mezcla de fauvismo, un naciente surrealismo, alcohol y fiestas de opio, el psicoanálisis naciente y demasiadas lecturas de Baudelaire, Laforge, Nerval y otros cuantos simbolistas e imaginistas, Hébé escribió el primer borrador de una novela centrada en el personaje de Oncle Cauchemère (la única traducción de la obra ha cambiado el nombre a “el tío del saco”), un personaje que, con cambios a veces humorísticos y a veces aterradores, es tan real e intangible como una pesadilla.

Le enseñó el manuscrito a sus amigos, de los que sólo recibió elogios, que escribieron canciones sobre las aventura de Oncle Cauchemère, que intentaron llevar a la escena una obra de teatro basada en la historia (aunque no encontraron a ningún actor que pudiera con el exigente papel) y dibujaron y pintaron escenas oníricas y visionarias del hermoso psicópata encantando a las mujeres y devorando niños. Sólo uno de esos retratos se ha conservado, tristemente para nosotros, en la bodega de un museo de provincias en Alsacia.

Oncle Cauchemère es una figura única en la historia de la literatura. Aunque se basa en fuentes arquetípicas del mito y el folclore, hay algo esencialmente distintivo y extrañamente real en él. (Hébé mismo, en uno de sus raros comentarios, proponía que el personaje estaba basado en un pariente lejano que medio recordaba de su más temprana infancia). Está imbuido de un toque humano que le debe todo al gran realismo francés del siglo diecinueve. Esto, según las fuentes, era lo más aterrador de Cauchemère: que era enteramente creíble.

Demasiado creíble para Hébé, parece. Mientras que el boca a boca sobre su gran obra corría por toda la ciudad, ningún editor estaba preparado para aceptar el manuscrito de Hébé y el personaje pronto adquirió el carácter de leyenda. Hébé empezó a recibir cartas dirigidas a Oncle Cauchemère y debió rechazar las frecuentes peticiones de los periodistas que querían entrevistar a su personaje. A pesar de su pequeño tamaño y su alegría, sus amistades más cercanas empezaron a referirse a Hébé con el nombre de su personaje.

Una noche, tras el intento de unos cuantos estetas borrachos de entrar a la fuerza en su apartamento para conocer a Oncle Cauchemère, Hébé se sentó por segunda vez e intentó escribir. En la parte superior de la página escribió La mort d’Oncle Cauchemère. Habiendo inventado un personaje tan terrible, se percató, de que tenía que matarlo.

Sus intentos, parece, no fueron fructíferos.

Poco más se sabe de Charles Hébé después de esa noche. Sus amigos recibieron unas cuantas postales o cartas cada vez más sobrias de pequeñas localidades del norte, Lens, Le Havre, Fécamp, algunas diciendo que Cauchemère, o alguien que se hacía pasar por él, estaba intentando matar a su autor. Los registros legales indican que Hébé vendió su elegante apartamento pero que aun así cayó en la pobreza, bebiendo cada vez más y siempre intentando terminar su segunda obra, la que le liberaría de la primera.

En diciembre de 1911, la policía de Caen tuvo que entrar a la fuerza en una habitación de la pensión Jarry en la que Hébe había sido visto por última vez. La habitación estaba vacía salvo por los pedazos de un manuscrito roto. La policía reportó marcas de dientes como si el manuscrito hubiera sido mordido repetidas veces. 

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