jueves. 18.04.2024
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Poesía para niños: Max Santoyo y Rodrigo Pámanes

Jaime Panqueva

Poesía para niños: Max Santoyo y Rodrigo Pámanes

Hace unos días se celebró el día del niño, otra de las detestables fiestas calendarizadas en un año que con sus 365 jornadas da para festejar lo que sea. No nos salvamos ni de las fotos infantiles que se siguen colgando religiosamente en los perfiles de Facebook, ni de las promociones de juguetes y golosinas. Como si los niños no fueran en la mayor parte de los hogares amos, tiranos y señores, además, hay que celebrarlo. Pues bien, si usted, apreciado lector, tiene en su hogar alguna de estas adorables criaturas, le traigo algunos títulos con los que podrá agasajarlas como se merecen. Y es que en la literatura española existe una larga tradición de poesía infantil. Pienso en Rubén Darío, Lorca, Mistral, Jiménez, y una lista de nombres que se engrosa en la medida en que nos acercamos a nuestro tiempo.

Fieles a esta tradición, me encontré con Max Santoyo (León) y Rodrigo Pámanes (Torreón), a quienes la paternidad les ha inclinado a volcar sus versos en este ámbito. Santoyo presentó a finales del año pasado Un grillo da la hora exacta (Ediciones La Rana), con las cálidas ilustraciones de la irapuatense Laura Fátima Badajoz. Un libro bordado con ternura que despierta las inquietudes nocturnas y desata aventuras infantiles:

La noche guarda su secreto,
lo enseña a los niños que no olvidan
cómo volar entre sueños,
lo esconde de los adultos
que todo lo explican.

De Rodrigo Pámanes, brotaron los Poemas para niños que se portan mal (Abismos, 2014); un bestiario infantil donde desfilan jirafas de cuello corto, cuervos nocturnos, hormigas, cebras obreras, tortugas vengativas, entre otras con versos muy visuales, llenos de imaginación. Un ejemplar con textos muy atractivos cuya presentación, es lamentable, no le hace justicia al contenido. Por fortuna, su segundo libro, Una semana en mi pueblo (Viernes Editores, 2016), fue concebido como un poema ilustrado de gran calidad, con los dibujos de Ari Ibarra Ruiz. Vuelvo al repicar a favor del trabajo de las editoriales independientes: Viernes hizo en realidad el trabajo de todos los días la semana, incluyendo el del día del niño. Y antes de despedirme le dejo un fragmento de esta publicación:

El domingo
es un día en que todos comemos atún
y nos lavamos el cabello
con aceite de sardinas, es por eso
que es imposible salir a la calle
pues siempre a las seis llueven gatos bigotones
y de vez en cuando un delfín.

Nuestros hijos recibirán mucho mejor el mundo que les dejamos si, además de mejorarlo, lo llenamos con poesía.

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