Cine Getsemaní
Leonardo Biente
Jesús se levantó de su asiento
en la séptima fila
sin hacer mucho ruido
y dejando a María de Magdala en la oscuridad.
No dijo nada
pero seguramente la película no le agradaba.
María se quedó ahí, preguntándose qué pasaba
mirando fijamente la pantalla:
un actor de mirada profunda recitaba su monólogo
sin mucha gracia.
No había música de fondo
y la cámara se movía hasta enfocar otro rostro:
una mujer. Hermosa.
No hablaba, pero no era necesario.
María de Magdala miró fijamente y bebió del vaso
con Coca-Cola de Jesús y sonrió:
esa mujer en la pantalla era ella
sólo que con diferente color de ojos.
No hablaba, lloraba.
Unos romanos, sentados detrás de ella, rieron
y ella los reprendió: silencio, dejen ver la película.
Ellos callaron algo avergonzados.
Jesús aún no regresaba, pero a María
le importaba poco o eso parecía. La película era buena
y los Doce estaban en las filas de enfrente
parecían muy divertidos.
El mismo actor de antes, que no tenía gracia
comenzó a bailar. Todos rieron,
menos los romanos, que no le encontraron mucha gracia.
Entonces el actor besó a la mujer
-a la Magdalena de celuloide-
y la película terminó. Todos salieron de la sala
menos María de Magdala.
Se sentía extraña.
De pronto entró Jesús a la sala vacía
y María se sobresaltó, pues por un momento olvidó a Jesús.
¿Por qué te saliste, si la película era buena?
fue lo único que ella acertó a decir.
No lo sé, me siento extraño, mujer,
dijo Jesús muy afligido;
es que mañana me crucifican
y tú y yo aquí en el cine
en lugar de estar orando.
***
Leonardo Biente es escritor y poeta. También es empleado de día.