Es lo Cotidiano

GUÍA DE LECTURA

Hotel en Shangri-La, de Octavio Escobar

Jaime Panqueva

Hotel en Shangri-La, de Octavio Escobar

El centro comercial, gran monstruo arquitectónico de nuestra época, versión mejorada de la ciudadela amurallada que otrora proveía seguridad a los habitantes del feudo, y ahora, cual ilusión autárquica, proporciona consumo, ocio y entretenimiento a una población temerosa de pisar las calles. Su seguridad casi indiscutible se manifiesta en los miles de ojos electrónicos que, al contrario de las videocámaras de las policías municipales, funcionan sin sospechosas pausas. De allí que cualquier incidente violento dentro de un centro comercial pueda estremecer más a la sociedad de las redes que las listas kilométricas de muertos o desaparecidos.

Cualquier ciudad que desee salir del provincialismo no busca detonar sus espacios culturales, escuelas o universidades; se precia de tener un buen mall, para usar su expresión anglosajona que enracima la misma caterva de tiendas transnacionales donde se consiguen siempre los mismos productos a los mismos precios. Globalización del gusto, del lenguaje publicitario, no importa si en Manizales, Irapuato, Shanghai o Los Ángeles, los nombres son casi los mismos y varían levemente en el rebaño que pace en sus foodcourts.

El Megacentro Babilonia es el gran escenario de Hotel en Shangri-La (Panamericana, 2016), un libro de relatos donde Octavio Escobar (Manizales, 1962) desenvuelve sus historias con familias que van a ver una película, parejas a punto de separarse, jóvenes que trabajan como dependientes de cibercafés, ajedrecistas sentimentales que se atrincheran tras la barra de un bar y no pierden su oportunidad para filosofar alrededor de la vida. Escobar, catedrático de la Universidad de Caldas, teje con gran cuidado sus historias, muy en particular sus diálogos, cuyo filo semeja al del bisturí quirúrgico. Sus creaciones se entrecruzan por los pasillos como anónimos flâneurs, y no sólo están construidos a partir de las palabras que salen de sus bocas sino, en particular, por lo que callan, los secretos que esconden y de los cuales el lector será un cómplice privilegiado.

Da gusto que esta literatura llegue a México a través de la FIL de Guadalajara, más aún que uno de los relatos, Con Sandra en EL♣HIP esté incluido en la octava edición de la antología Solo cuento de la UNAM. Quizás exista aquel lugar de equilibrio y espiritualidad novelado por James Hilton que da nombre a este libro, y creo que sería, por supuesto, ajeno a cualquier centro comercial. Tal vez alguno podría hallarlo entre las líneas de estos cuentos que, en palabras de su autor, juegan a ser novela. Lléguenle.

Comentarios a mi correo electrónico: [email protected] 

[Ir a la portada de Tachas 184]