viernes. 19.04.2024
El Tiempo
Es lo Cotidiano

El día siete

Leonardo Biente

El día siete

El día siete llegó como cualquier otro,

con poco sol

sin mucha emoción,

causando estragos en el ánimo de unos cuantos

y deprimiendo a mi abuelo que

se deprime en los días nublados.

Llegó sin mucho preámbulo ni anuncio,

discreto como cualquier otro día del mes diez,

preparado para vivir un rato y dejarse morir

para dar paso a otro.

El día siete llegó y todavía faltaban

casi quince años para el cambio de siglo

y para los fines del mundo personales,

y todavía había guerras pendientes

y nada iba a cambiar si yo nacía

un poblador más para el mundo,

 de suerte que ese día murieron cuatro,

al menos a la misma hora de mi nacimiento.

Era de madrugada en mi casa,

de día al otro lado del mundo

y sólo un poco más temprano más al norte.

No pasó nada extraordinario

lloré como todo niño vivo

al momento de ser arrojado al frío.

El doctor me golpeó y le respondí

meando su bata blanca. Me acostaron

en una cuna, se les ocurrió ponerme

el nombre de mi padre y de mi abuelo

y de mi bisabuelo y cerré los ojos ese día,

apenas unas horas después de haber nacido

para el mundo, para soñar que regresaba

a mi casa uterina o

para intentar morir

para librarme de lo frío

de lo cegadoramente blanco.

Fue mi primera empresa sin éxito:

viví y fui llevado a lo que sería

mi casa por los siguientes años,

me instalaron en un cuarto

cuya ventana daba a una calle pacífica

y me enseñaron a rezar.

Crecí jugando solo u

ocasionalmente con un vecino

muy raro que siempre me hacía preguntas tontas,

yendo a la escuela

donde mis compañeros tenían ideas muy raras.

Hay nada de especial en esta historia

como en esa otra que me cuentas.

Pero contémoslas de todas maneras.

Ya estamos aquí.

***
Leonardo Biente
es escritor y poeta. También es empleado de día.

[Ir a la portada de Tachas 196]