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Entre la carne y el modelaje

Fernando Cuevas de la Garza

Entre la carne y el modelaje

Dos jóvenes se disponen a probar suerte en ámbitos distintos a los que han crecido. Una se muda a Los Ángeles para incursionar en el mundo de la moda y la otra ingresa a la escuela de veterinaria, siguiendo una tradición familiar. Se encuentran en una etapa de transformación, despertar en diversos sentidos y de ubicación en un mundo que resulta estar compuesto por realidades más viscerales que las que podrían haber imaginado. En ambos casos, los contextos en los que se desarrollan impulsan cambios radicales en sus conductas y en la manera de entender la vida.

Los filmes apuestan por un ritmo pausado que da pie a imágenes shock, cuidadosamente secuenciadas y encuadradas, acompañando temáticas fuertes como el canibalismo, la coprofilia, la violencia sexual y psicológica y el asesinato, acaso opacando otras vertientes de carácter más profundo que implican las transformaciones de las dos mujeres adolescentes, ya sea desde la perspectiva de género o en particular por la forma en la que transitan de un extremo a otro: de una candidez provinciana a creerse el objeto del deseo de propios y extraños (“No quiero ser como ellas. Ellas quieren ser como yo”); de un estricto vegetarianismo a un canibalismo adictivo.

Con una carta de presentación en los terrenos del horror gore, en el que abundan la sangre recorriendo los cuerpos, las vísceras y diversos fluidos, las cintas se pretenden ubicarse en el llamado cine de autor con cierto grado de experimentación, pero recurriendo a estrategias visuales y narrativas que capturan a un público amplio. Entre el impacto inmediatista, provocador y alterante hasta la náusea (en algunos casos), cabe la reflexión más allá del torrente sanguíneo al respecto de los procesos vitales, las costumbres familiares y la manera en la que los entornos influyen en el sujeto al punto de cambiarlo radicalmente, sobre todo cuando se está en etapa de búsqueda.

El diablo se viste a la moda

En El demonio neón (Estados Unidos-Francia-Dinamarca, 2016) el director Nicolas Winding Refn (Drive, el escape, 2011; Solo Dios perdona, 2013), propone, junto con las guionistas Polly Stenhan y Mary Lewis, una mirada episódica al competido mundo de la moda, más a partir de viñetas de sofisticada puesta en escena e iluminación y de orientación metafórica, con todo y un puma irrumpiendo en la habitación del motel atendido por un sospechoso tipo (Keanu Reeves), aparecido también en algún sueño angustiante, o bien algunos juegos de espejos y el ojo devorado por segunda vez.

Entre el riesgo provocador, la auto indulgencia y la referencia en particular a Kubrick con un espíritu retrofuturista en el diseño de producción, el realizador danés plantea la irrupción de una virginal Jesse (Elle Fanning, en tránsito) en un entorno dominado por fotógrafos prepotentes, diseñadores frívolos vueltos estetas y modelos dispuestas a aceptar humillaciones pero no competidoras, en particular si posee una belleza que despierta envidias intolerables y deseos no correspondidos, como si de un demonio implacable se tratara, entre sus colegas (Bella Heathcote y Abbey Lee) y una maquilladora del medio mostrando su apoyo (Jena Malone, al filo de los tabúes).

Los contrastes que vive la protagonista se plantean también en los escenarios donde se desarrollan los breves episodios de aliento onírico: el cuarto del motel cual guarida cada vez menos segura; las grandes salas donde se desarrollan fiestas o castings y las casas de una gélida elegancia, rozando con la impersonalidad propia de los cuadros de David Hockney cuando pintó esas albercas en las que la vida transcurría con una monotonía aplastante: no es casual que una de estas piscinas esté vacía y se convierta en punto nodal para el desenlace.

Sangre caníbal

Voraz (Grave, Italia-Francia-Bélgica, 2016) es el primer largo de la realizadora Julia Ducornau, también responsable del guion; además de la evidente influencia del primer Cronenberg parece, en principio, una extensión de su corto Junior (2011), protagonizado por la misma joven actriz protagonista (Garance Marillier). Ahora, como estudiante de veterinaria que sigue la tradición de sus padres y su hermana mayor, es recibida, junto con su generación, con una novatada que incluye baño de sangre e ingesta de vísceras, lo que le significa una experiencia muy fuerte dado que nunca había probado la carne.

A partir de ahí asistimos a un radical proceso de transformación, siempre creíble, que la lleva a convertirse en caníbal con todo y los padecimientos en la piel, al tiempo que vive un despertar sexual y un conjunto de eventos que trastocan buena parte de sus creencias y supuestos. Si bien el impacto es duro y a la cabeza gracias a una notable puesta en escena que resulta absorbente, al final se extraña la profundización de ciertos apuntes que se esbozan pero que ya no se desarrollan más allá de la anécdota. Los dogmatismos, los ritos de iniciación y las presiones sociales intentan salir a flote, cual temáticas latentes, en este baño de sangre filmado prometedoramente por la directora francesa.

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