viernes. 19.04.2024
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Cantar, porque no hay más

Esteban Cisneros

Cantar, porque no hay más

Cantar es uno de los mejores verbos. Se canta en el estadio y en el templo, en la salud y en la enfermedad; se canta porque somos felices, porque somos tristes. La indiferencia jamás va con cantar. Se cantan himnos de batalla y nanas para dormir. Cantan todos. Cantemos todos.

En la ducha

¡Ah, la ducha! El mejor lugar para cantar. Todos somos Mel Tormé allí, no importa si tengamos tres gripes encima. Después de una cerveza o un whisky (o whiskie, por mí está bien), una ducha es el mejor remedio a todo: la tristeza se va por la coladera, la resaca se lava con jabón sin esponja. La dicha es mucha en la ducha. Y además tiene una acústica que ni el Royal Albert Hall: no importa en qué parte de la casa esté el pequeño cubículo de regadera, siempre se escuchará bien. Es el mejor lugar para cantar. Es el mejor lugar para ser feliz.

Soy un sensacional crooner de ducha. El mejor. Si pudiera irme de gira con todo y mi regadera, mis azulejos, mi coladera, sería más rico, más famoso y más admirado que Charles Aznavour. Tony Bennett sería mi mozo. Frank Sinatra, un segundón.

Mi interpretación de “Steppin' Out With My Baby” de Fred Astaire mientras desperdicio litros de agua no tiene precio. O sí lo tiene, pero no podrías pagarlo. “Sweet Lorraine” de Nat King Cole es otro de mis clásicos. King no soportaría escucharme, porque lo hago quince veces mejor que él. “Lush Life” de Johnny Hartman con Coltrane es un clásico de la ducha, con solo de sax (trompetillas) incluido. El “You're The Top” de Cole Porter es otra de mis obras maestras de remojón. Pero mi canción de afusión favorita es, sin duda, “J'Arrive” de Jacques Brel. Con todo y coreografía. No quieren saber cómo es, de verdad.

Cantar en la ducha es lo más.

Para los viajes en carretera

Desde que era pequeño, mis viajes en carretera, con mis padres, se acompañaban con los Beatles en cassette.

Siempre me han funcionado los Beatles para la carretera. Me sé todas las letras, así que lo mismo si voy conduciendo, de copiloto o dormitando en el asiento trasero, será un viaje de cantar sin parar. A donde sea.

Aunque últimamente escucho más a los Beach Boys para conducir cuando hay que hacerlo por horas, nunca encuentro quien se una a la armonía. Los copilotos siempre me miran con cara de oler caca o insisten en hablar y no en cantar, así que suelo desistir.

Otra imprescindible es “On The Road Again” de Canned Heat, un éxito cutre de siempre. Hay que hacerse en falsetto, claro, si no no cuenta.

Con los panas, con cerveza

¿Que ustedes no cantan con los panas, tarro de cerveza en mano?

Ridiculez garantizada.

¿Mis favoritas? Las obvias: “Wunderbar” de Tenpole Tudor, cualquier cosa de los Pogues o de Chas & Dave, de preferencia “Harry Was A Champion” (mi amigo U y yo tenemos un elaboradísimo montaje musical que haría rabiar a Bob Fosse). Todo Libertines. Todo.

Estas situaciones se prestan para que el ridículo sea mayúsculo. Pero digno. Así que por qué no intentar el “Oei Oei Oei” de Johan Cruyff (sí, del Cruyff del Barça, de la Naranja Mecánica), el “Auld Lang Syne” (cambiándole toda la letra, si no, no) o alguna joya ochentera como el “Caca Culo Pedo Pis” de los Punkitos. En realidad, canciones que puedan cantarse saltando como mono poseído por Pazuzu y haciendo la-la-la's aplica.

Eso o intentar, con todos los panas, una versión decente y brincona de “The Eton Rifles” o de “La Chica del Metro” de Telegrama. Cualquiera de Kamenbert aplica igual y, de hecho, una vez logré con mis amigos los hobbits una versión beoda genial de “Tuve una novia psicodélica”; Soul, la chica maravilla, dice que vagaba por Barna cantando “Terciopelo azul”, pero habría sido necio no hacerlo.

Lo que nunca me ha salido es una versión azumbrada de “Modern Art” de Art Brut. Debo.

Con los panas, con whisky

“We'll Meet Again” de Vera Lynn es un obligado. El whisky (o whiskie, por mi está bien) es más exigente. Tanto que a uno le da por recitar poesía de Siefgried Sassoon. Pero para no perder lo mundanos, a mí siempre me funciona “The Killing Moon” de Echo & The Bunnymen, “Always Look At The Bright Side of Life” de Monty Python o el “Happy Days Toy Town” de los Small Faces, personificando a Steve Marriot y haciendo una irrisoria interpretación seudo cockney.

“Eiti Leda” de Seru Giran se da bastante bien volando en brazos de Jack Daniel, pero es demasiado complicada. La parte de la orquesta completa me sale perfecta, eso sí.

Solo, con tequila

José Alfredo Jiménez. No soy un gran tequilero, en realidad puse este subtítulo para poder decirle a todos que alguna vez fui un escucha disciplinado de José Alfredo Jiménez. Listo.

En la pista de baile

Nunca olvidaré aquella fiesta en que “54-46 Was My Number” de Toots & The Maytals sonó con tanto poder que me faltaba el aire. Me puse a girar como un desquiciado. Tú también lo harías. No hay otra canción. "Check it out mister..."

C/S.

 

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Esteban Cisneros
(León, Guanajuato) es panza verde, músico de tres acordes, lector, escritor, dandi entre basura. Cuanto sabe lo aprendió entre surcos de vinilo y vermú y los Beatles. Está convencido de que la felicidad son los 37 minutos que dura el primer disco de Dexys Midnight Runners. Procura llevar una toalla a todos lados por si hay que hacer autoestop intergaláctico.

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