jueves. 18.04.2024
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Un año de los de antes

Chema Rosas

El libro de texto gratuito, portada
El libro de texto gratuito, portada
Un año de los de antes

A veces parece que en la vida adulta los años se dividen en meses sin intereses, quincenas, pagos pendientes, contar los días para el viernes y cuánto falta para que por fin vengan las vacaciones. Cuando era niño no hacía falta tener cerca un calendario para saber en qué mes estaba. Claro que en la escuela me hacían escribir la fecha con lápiz bicolor en la esquina superior derecha de mis cuadernos medida francesa a doble raya, pero eso era un requisito de la maestra, no un instrumento para ser consciente del tiempo. De algún modo tenía un mapa temporal grabado en el cerebro que funcionaba más o menos así:

Agosto: Porque los años no empezaban en enero, sino cualquier día de agosto que la SEP hubiera decidido iniciar clases. La noche vieja consistía en afilar lápices de colores, acomodar los útiles en la cartuchera y todo en la mochila. Es posiblemente la única vez en el año en que despertaba con el uniforme doblado por mí mismo esperando en la silla junto a mi cama. El nudo en el estómago que se hacía en las mañanas de la primera semana desaparecía y el mes terminaba.

Septiembre: Inicia con mi cumpleaños y los carritos que venden banderas de México en la calle. Tiempo de matracas y sombreros de charro. Cuando las maestras nos obligaban a disfrazarnos de héroes patrios para el acto cívico. Sólo una vez tuve el ¿honor? de usar pantimedias con algodón blanco en la cabeza y un abrigo negro para dirigir el Grito de Dolores en el patio de primaria.

Octubre: Dejó de haber decoración mexicana por todos lados y ahora todo se trata de monstruos, brujas, fantasmas y espantos.  Es el mes en el que comienza la presión académica y tanto en la escuela como en la casa se abre el debate: Día de Muertos vs. Halloween. Yo nunca pedí Halloween.

Noviembre: Para detectar noviembre había que observar dos cosas: las hojas secas en el jardín y que mi mamá empezaba a insistir con que llevara suéter a todos lados.  Duraba aproximadamente una semana, en lo que las tiendas quitaban la mercancía Día de Muertos y ponían la de Navidad.

Diciembre: Empezaba en noviembre y el municipio ponía adornos horrendos de campanas y unas cosas que yo creía cerezas –luego me enteré de que eran nochebuenas- en los postes del alumbrado público de la avenida principal.  Mes de vacaciones navideñas, comida, encuentros familiares, comida, juguetes y calcetines nuevos traídos por el Niño Dios. Nunca supe cómo los cargaba, pero seguro no era en un saco como Santaclós, el gordo bebedor de cocacola ni existía y era un invento de los malditos Yanquis.

Enero: Es algo que ocurría después de Navidad y comenzaba exactamente la noche en que me dejaban dormir hasta tarde, comer uvas y tomar de la copa de mis padres un trago de sidra (que en esa época sabía como a refresco de manzana asoleado). También es la época de los Reyes Magos, lo que significaba más juguetes y calcetines.

Febrero: Al principio era la época en que las niñas se regalaban paletas y claveles entre ellas y mi mamá me mandaba una flor a la escuela. Tiempo después era sinónimo de estrés por enviar claveles y paletas a las niñas, recibir un par de paletas y la flor que mi mamá me mandaba a la escuela (nunca he sido popular, pero mi madre siempre ha sido lo máximo). Y en febrero son las inscripciones.

Marzo: Tiempo de comprar una monografía de marco azul con la cara de Bomberito Juárez de un lado y su historia del otro. Yo estaba convencido de que era un señor que de niño tocaba la flauta a sus chivas y su mamá lo peinaba con limón. También había un festival de primavera. Terminaba con vacaciones de Semana Santa.

Abril: Podía saber que era abril porque comenzaba la espera del día del niño. Además, es cuando en León se hace la Feria del Libro, única feria a la que mis padres me llevaban con gusto y me dejaban andar solo y hacer lo que se me diera la gana.

Mayo: Comienza cuando las maestras comienzan a presionar porque las mamás no han terminado de confeccionar los disfraces de canguro, doctor, conejo, negrito sandía y french poodle para la tabla rítmica que haremos… para festejarlas.

Junio: Nunca supe qué dibujar en mi cuaderno como portada de junio… sólo sabía que entre este mes y el que seguía había una letra de diferencia, así que ya estaba cerca.

Julio: ¡Vacaciones de verano! Miles de días para estar en la casa, ver televisión, jugar videojuegos, ir de campamento y olvidar si es lunes o sábado, porque da exactamente lo mismo.  Este mes terminaba el sábado antes del lunes de regreso a clase; el inicio de un nuevo año.

A veces me parece que en la vida adulta los años se dividen en meses sin intereses, quincenas, pagos pendientes, fechas de entrega y contar los días para el viernes y cuánto falta para que por fin vengan las vacaciones…  pero cuando era niño no hacía falta tener cerca un calendario para saber en qué mes estaba. Creo que tampoco me importaba mucho porque estaba muy ocupado viviendo. No estaría mal retomar esa costumbre.

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Chema Rosas
 (Ciudad de México, 1984) es bibliotecario, guionista, columnista, ermitaño y papa-de-sofá, acérrimo de Dr. Who y, por si fuese poco, autoestopista galáctico. Hace poco incursionó también en la comedia.

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