Al verse cara a cara, a escasos centímetros de distancia, sintieron una incontenible atracción, más fuerte incluso que la fuerza de gravedad. Se fundieron en un abrazo sin principio ni fin. La química era tanta que sus cuerpos centellaban. Gracias a ellos, la vida dentro del reactor nuclear se convirtió en materia de estudio académico. 

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Mario Luis Diego. Melómano y creador de contenidos digitales, pelón y tatuado. Es gente bien aunque no parece. Durante el día trabaja por un sueldo y en las noches juega videojuegos y bebe. Le va bien el rollo del funk y del punk.

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