Aute
Era el inicio de los ochenta.
Fernando Nieto Cadena, académico y poeta hoy cobijado por nuestra amnesia, conducía en la Casa de la Cultura de León un taller de producción literaria iniciado años atrás por el novelista David Ojeda. Sara Álvarez Casas, Alejandro García y Federico Esparza (omito los R.I.P.) eran avanzados alumnos, en realidad, ya entonces plenos escritores.
Se incorporaron en alguna etapa del taller literario dos jóvenes poetas, dispuestos a someterse a la feroz crítica colectiva para sus textos.
El primero de ellos, Ernesto Padilla -poeta Senón-, me rebautizó entonces Francomirador, por mi seudónimo de aquel poemario El mismo, el mismo loco afán, bientratado en 1979 por un Premio Nacional de Poesía Joven.
El otro, José Ramírez Inzunza, traía bajo el brazo cierto poema con su contundencia de un título y dos versos:
MARX
Gato viejo
mirando al infinito.
Alguno de estos dos me compartió un caset con música y versos que, me vi obligado a confesarlo en plena pretensión de poeta vanguardista, me parecieron de una dureza insoportable:
Los hijos que no tuvimos
se esconden en las cloacas,
comen las últimas flores,
parece que adivinaran
que el día que se avecina
viene con hambre atrasada.
De Fernando Nieto tengo un libro esperando edición.
De Sara Álvarez, la calidez fraternal con que además me alojó en una etapa de mi exilio chilango.
De Federico Esparza, el hueco que deja un hermano perdido.
De Ernesto Padilla, varios volúmenes de su tenacidad poética.
José Ramírez Inzunza parece haber hecho de aquel poema sus obras completas.
De Luis Eduardo Aute, cuyas letras son cada vez mejor compañía, tengo ahora un pretexto para nombrar -que no para traer a la memoria, pues de ella no han salido- aquellos días y a estos compañeros de oficio.