viernes. 19.04.2024
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Festejar la vida representando la muerte

Fernando Cuevas de la Garza

Descansa en paz, Dick Johnson (2020)
Descansa en paz, Dick Johnson (2020)
Festejar la vida representando la muerte

La pérdida de un ser querido apenas puede sobrellevarse por los gratos recuerdos construidos en vida; tendemos a refugiarnos más en los momentos compartidos de dicha que en los padecidos durante la enfermedad o la cercanía del fallecimiento. Ante prácticamente el único hecho seguro e inevitable, con toda su carga de misterio e incomprensión, vamos de alguna manera preparándonos tanto en la vertiente emocional como en la práctica. De ahí que una muerte inesperada, generalmente nos implique un proceso más complejo de duelo y aceptación ante la ausencia de preparación mental.

Considerando los roles habituales, en el entramado familiar la pérdida de un hijo es la más dolorosa, seguida de la de los padres: para la primera no hay palabra que describa la condición, mientras que para la segunda se habla de orfandad. En particular, la ausencia del padre implica reconfigurarse en cuanto a la autonomía personal y en la medida de lo posible, incorporar las enseñanzas recibidas a la propia vida y, según el caso, al ejercicio de la paternidad que ahora le corresponde a uno. Nunca se está listo, pero al menos se pueden ir haciendo algunos preparativos para cuando nuestro progenitor deje este mundo.

Por ejemplo, se puede tener la buena idea de recurrir a la ficción para hacer un recreación de la muerte del padre cuando aún se encuentre en vida, haciéndolo participar como gozoso y macabro protagonista principal de diversas formas de perecer, no exento de uno que otro sustito y, de paso, reírse un poco al respecto y poner en perspectiva cómo se detonarían los sentimientos cuando al fin falte. Es lo que termina haciendo la documentalista Kirsten Johnson (Deadline, 2004; Cameraperson, 2016), quien en acuerdo con su padre, ya empezando a tener problemas de sueño y memoria, se lanza a explorar posibles formas en las que podría fallecer, al tiempo que sigue el proceso de mudanza de él para vivir con ella y su convivir con los nietos en Nueva York.

Con una puesta en escena a ratos hilarante y muy kitsch que incluye la participación de stunts y cantantes teatrales, integrando secuencias íntimas de compartida emotividad que inevitablemente refiere al propio contexto afectivo, Descansa en paz, Dick Johnson (Dick Johnson is Dead, EU, 2020) es un documental que reflexiona sobre el envejecimiento, la fuerza de los recuerdos, la soledad aún estando en compañía, la dificultad de adaptación y la pérdida anunciada del padre como ser querido, ahora necesitado de cuidados y protección, como él lo hiciera durante muchos años. Con un carácter envidiable, el anciano protagonista termina por volverse adorable: no arma problemas, bromea con quien lo rodea, acepta sus limitaciones, sabe reírse de sí mismo y de sus pies sin dedos y participa sin reparos en el filme propuesto.

Para brindarle contexto al filme, se insertan secuencias del propio Dick Johnson, siquiatra que trabajó muchos años con la mente y sus problemas, en compañía de su esposa ya fallecida y quien perdió la memoria, y con sus hijos, la citada documentalista y su hermano; desfilan algunas amistades, entre las que reaparece una pretendiente de la juventud con el ánimo intacto y un viejo amigo que por momentos vive en realidad la pérdida del médico. Tras cerrar el consultorio en definitiva a los 85 años, toca disfrutar del sillón favorito, los helados y pasteles de chocolate, la sopa de tomate y, sobre todo, la posibilidad de pasar los últimos años con los seres queridos, aunque sea disfrazado del hombre sin cabeza. Un documental entrañable sobre un hombre que sabe ser feliz, incluso al momento de probar su propio ataúd y husmear en su funeral.

Ganador del Premio Especial del Jurado en la categoría de no ficción en el festival de Sundance 2020, se encuentra disponible en Netflix. 


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