miércoles. 25.06.2025
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Lingüística cultural: lingüística cognitiva

Mónica Muñoz Muñoz

Lingüística cultural: lingüística cognitiva


En La mente del hombre primitivo, Franz Boas[1] concluyó que el lenguaje es una de las manifestaciones más importantes de la vida mental, por lo que la investigación lingüística conforma también el conocimiento sobre la psicología de los pueblos del mundo.

Además, en la Introduction to handbook of American Indian Language,[2] Boas explicó que la clasificación de sustantivos por sexo, como en los pronombres del español y del inglés, es sólo una de las clasificaciones posibles de este tipo y que otras lenguas pueden clasificar mediante principios como animado∕ inanimado, humano∕ inanimado, humano∕ no humano, miembro de la tribu∕ no miembro de la tribu u otros, así que con esta incipiente semántica componencial, comprobamos una vez más que a Boas le interesaba descubrir las bases psicológicas de las lenguas y las culturas.

Si el lenguaje articulado es una representación o el vehículo de las imágenes mentales, no es controversial decir que la lengua puede explicarse en términos cognitivos, por ello, la lingüística se ha enmarcado dentro de lo que hoy se denominan ‘ciencias cognitivas’. Para comprender este giro de los estudios del lenguaje es pertinente la clasificación de la M. Teresa Cabré y Mercé Lorente quienes marcan tres grandes líneas de la lingüística actual: a) lingüística formalista, que incluye desde el modelo evolucionado de Gramática Generativa de Noam Chomsky hasta los modelos aplicados de lingüística computacional actual; b) lingüística funcionalista, que abarca modelos lingüísticos que integran la vertiente social y comunicativa del lenguaje; c) lingüística cognitiva, integradora de diversas iniciativas programáticas que abogan por una alternativa psicolingüística al programa generativo dominante.[3]

Como dijimos en las primera páginas de este capítulo, después de la aparición del generativismo chomskiano, varias corrientes lingüísticas trataron de equilibrar las explicaciones del lenguaje humano que se hacían sólo a partir del innatismo, así que —además de la sociolingüística— la ciencia cognitiva entró en escena para explicar, mediante la corriente antropológica, las bases empiristas de la relación entre lenguaje y pensamiento. En este tenor se encuentra la aparición de la lingüística cognitiva, “podemos decir que la lingüística cognitiva nace en California, que sus padres son George Lakoff (Berkeley), uno de los principales representantes de la extinguida semántica generativa, y Ronald Langancker (San Diego), también vinculado al generativismo en el pasado y que el año del feliz acontecimiento es 1987.”[4] De la lingüística cognitiva deriva la lingüística cultural, en la que puede enmarcarse este trabajo de investigación, que también necesita de otras disciplinas lingüísticas como la lexicología y la sociolingüística.

Howard Gardner, en La nueva ciencia de la mente,[5] definió ‘ciencia cognitiva’ como un empeño contemporáneo de base empírica por responder a interrogantes epistemológicos de antigua data, en particular los vinculados a la naturaleza del conocimiento, sus elementos componentes, sus fuentes, evolución y difusión. Esta descripción de ‘ciencia cognitiva’, da cabida a intereses amplios del conocimiento como el lenguaje, la cultura y la visión de mundo, por ello sirve de base para esta investigación.

Como dice Gary Palmer:

 

Tradicionalmente, las teorías del lenguaje, el razonamiento, la cultura, la imaginería y la visión de mundo han estado repartidas entre varias disciplinas académicas, pero, con la llegada de la ciencia cognitiva, los diversos temas han empezado a fundirse en uno. Durante los treinta años que van de 1960 a 1990, especialistas de diversas disciplinas han construido una teoría de la cognición que ha influido considerablemente en el estudio del lenguaje.[6]

La lingüística cultural, esbozada por Palmer, se interesa por el lenguaje y la cultura como lo hizo Franz Boas, además, asume una perspectiva esencialmente cognitiva sobre estos fenómenos. El término está ligado a la tradición antropológica de que la cultura es el conocimiento acumulado de una comunidad o sociedad, incluyendo su inventario de modelos, esquemas, escenarios y otras formas de imaginería lingüística convencionalizada (de memes, diríamos nosotros) y

En esta lingüística cultural, los fonemas se oyen como imágenes verbales organizadas en categorías complejas; las palabras adquieren significados que corresponden a esquemas imaginísticos, escenas y escenarios; las cláusulas son construcciones basadas en imágenes; el discurso surge como un proceso regido por su propia imaginería reflexiva y la visión del mundo lo subsume todo. (…) Este enfoque se apoya en tradiciones más antiguas, así como en teorías contemporáneas de lingüística cultural, pero depende muy especialmente de los desarrollos recientes en lingüística cognitiva, la rama de la lingüística de más rápido crecimiento.[7]

Así que estamos convencidas de que el significado de las palabras no existe en el vacío, es decir, necesitamos admitir cierto grado de mentalismo para que los fonemas o las grafías tengan sentido. Más allá del contexto inmediato en el que un vocablo se produce, éste está ligado a la realidad cultural que el individuo vive:

Comprendemos que la expresión perro grande significa algo diferente para los criadores de chihuahuas y los de mastines. La expresión power tie sólo tiene sentido en el contexto de la competencia dentro de las empresas. Cada acontecimiento discursivo exige una reinterpretación situada de las formas convencionales.[8]

Si la visión de mundo está conformada por los materiales conceptuales con los que trabaja nuestra mente, llámense memes, ideas, modelos, esquemas cognitivos, representaciones o, como dice Ana Wierzbicka, ‘diferencias subyacentes en la forma de comunicación’,[9] y la lengua es su principal transmisor, significa que ambos están implicados en los procesos de razonamiento. Veamos:

Las palabras evocan imágenes mentales que van desde experiencias sensoriales tan simples y concretas como el sabor de las palomitas de maíz calientes hasta estructuras conceptuales tan abstractas y complejas como los postulados culturales del amor verdadero. Algunas de las imágenes evocadas están muy próximas a las orientaciones, fuerzas y materiales de la experiencia inmediata.[10]

 

[1] Franz Boas, La mente del hombre primitivo, The Macmillan, New York, 1911.

[2] Franz Boas, Introduction to handbook of American Indian Language, p. 69, consultado en Julio de 2013 en: http://asodea.files.wordpress.com/2009/09/franz-boas-cuestiones-fundamentales-de-antropologia.pdf

[3] M. Teresa Cabré, y Mercé Lorente, Panorama de los paradigmas en lingüística, en  A. Estany, Enciclopedia iberoamericana de filosofía, Vol. Ciencias exactas, naturales y sociales, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 2004.

[4] María Josep Cuenca, y Joseph Hilferty, Introducción a la lingüística cognitiva, Ariel, Barcelona, 2007, p. 11.

[5] Howard Gardner, La nueva ciencia de la mente, historia de la revolución cognitiva, Paidós, Barcelona, 2011, p. 21.

[6] Gary Palmer, op. cit., p. 46.

[7] Ibid., p. 22.

[8] Ibid., p. 25.

[9] Anna Wierzbicka relacionó las diferencias culturales en las formas de comunicación con ‘diferencias subyacentes’ en las formas de pensar. En su opinión, las comunidades de habla tienen formas características que están regidas por guiones culturales, a los que definió como sistemas tácitos de reglas culturales. Cfr. Anna Wierzbizcka, Social “Cultural scripts: What are they and what are they good for?”, Intercultural Pragmatics, 2004. http://nats-www.informatik.uni-hamburg.de/pub/User/InterculturalCommunication/ cultureWierz.pdf, consultado en julio de 2013.

[10] Gary Palmer, op. cit., p. 23.