GUÍA DE LECTURA
Guía de Lectura • El candelabro enterrado, de Stefan Zweig • Jaime Panqueva
Jaime Panqueva
Pareciera que Stefan Zweig es uno de los autores favoritos de este espacio; su nombre ha aparecido en tres guías anteriores, (14, 253 (Tachas 249) y 304 (Tachas 309)), y aparecerá una vez más con esta nouvelle publicada en 1937 en Viena, a pocos meses de que Austria pasase a formar parte de la Alemania nazi, y apenas un par de años antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial.
La historia misma de la novela es tan interesante como su relación con el autor, pues narra las vicisitudes de la menorá, el candelabro sagrado de siete brazos del pueblo judío, que tras ser saqueada de Roma por los vándalos de Genserico, es recuperada décadas después por Belisario a órdenes de Justiniano. Siempre sojuzgados por pueblos más poderosos, los hebreos buscan la manera de recuperar este tesoro invaluable de oro macizo que adornaba el Templo de Salomón; la esperanza pervive en Benjamín Marnefesch (que traduce: hombre que ha sido duramente probado) quien de niño defendió el candelabro y como anciano debe demostrar su sabiduría ante las pruebas que se interponen en su ardua tarea.
Por la época de escritura, Zweig, que provenía de una familia muy adinerada, a pesar de vivir en suelo austriaco había sufrido las políticas antisemitas del nazismo. Para 1934, tras un allanamiento a su casa en Salzburgo, había decidido exiliarse en Inglaterra. Al año siguiente, fue considerado un autor indeseable en Alemania y el libreto de ópera de La mujer silenciosa, escrito para el compositor del régimen Richard Strauss fue prohibido; Hitler se negó a asistir al estreno en Dresden y la obra solo tuvo tres representaciones antes de cancelarse. De hecho, El candelabro enterrado estará entre las últimas obras de Zweig en ser impresas en suelo austriaco; su novela La piedad peligrosa (1939), tuvo que publicarse en Estocolmo y Amsterdam.
A pesar de no ser un hombre religioso, pues decía ser judío por accidente, El candelabro enterrado es un canto a la fe de un pueblo que sabe resistir cualquier tiranía sin apartarse de los designios divinos. En medio de la zozobra, su protagonista atiende e interpreta las señales del cielo para salvar aquello que les es sagrado. Autores, como Sarah Fraiman, consideran este trabajo una forma de reconciliar el espíritu agnóstico y cosmopolita de Zweig con sus profundas raíces semitas. Una manera de enmendar su negación o traición.
Tal vez, si un poco de esta formidable resiliencia ancestral se hubiera manifestado cinco años después en la casa del autor en Petrópolis, el final de su vida habría sido otro. Paradojas de la vida y la literatura.
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