jueves. 18.04.2024
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GUÍA DE LECTURA

Guía de lectura • Gilgamesh • Jaime Panqueva

Jaime Panqueva

Gilgamesh
Gilgamesh
Guía de lectura • Gilgamesh • Jaime Panqueva

Poema fundacional de la literatura del mundo, pueden adjudicársele más de 4.000 años de antigüedad, aunque permaneció desconocido por milenios hasta encontrarse en una biblioteca de la ciudad asiria de Nínive, excavada por Austen Henry Layard hacia 1847. Posteriormente, con el descubrimiento de la biblioteca de Asurbanipal, pudieron rescatarse numerosos fragmentos que esperaron en bodegas hasta que pudo descifrarse la escritura cuneiforme gracias a la inscripción en roca de Behistún, el equivalente babilonio de la piedra Rosetta. A partir de entonces pudimos conocer no sólo la historia del rey Gilgamesh y su amigo Enkidu, sino también el primer relato del Diluvio Universal, que contendría también la Biblia.

Según las crónicas antiguas, hacia el 2.750 a.C., Gilgamesh fue tirano de Uruk, una de las grandes ciudades sumerias. El poema lo presenta como un gigante, de origen dos tercios divino y un tercio humano. El pueblo que sojuzgaba con particular crueldad (el poema no omite mencionar una portentosa energía sexual con la que imponía el derecho de pernada), clama a los dioses que atemperen al monarca. La respuesta llega en forma de otro héroe, el primer buen salvaje, Enkidu, quien tras ser seducido-domesticado se convierte en el gran amigo y compañero de aventuras de Gilgamesh. Sus hazañas ofenden a los dioses quienes siegan la vida de Enkidu por medio de la peste.

El resultado en Gilgamesh es devastador pues, al igual que Buda unos dos mil años después, el poderoso rey nunca había reflexionado sobre su muerte. El escape hacia adelante lleva a Gilgamesh a un viaje de descubrimiento hacia las profundidades del averno sumerio, tras la cura para la muerte. La receta proviene de Utnapishtim o Ziusudra, único sobreviviente del gran diluvio, quien narra la forma en que pudo salvarse (un arca, por supuesto) y le entrega una planta con la cual podrá conservar la juventud de forma eterna. Como pueden imaginarse, la planta se pierde en el camino de regreso y Gilgamesh vuelve a la resplandeciente Uruk con las manos vacías, pero transformado por la aceptación del destino que todo mortal debe enfrentar.

La versión de Stephen Mitchell compila las diversas versiones encontradas del mito y armoniza la forma y poética sumeria con el lenguaje de nuestros días. Bien vale la pena acercarse a este mito donde “La búsqueda demuestra la inutilidad de la búsqueda. No hay forma de vencer a la muerte; no hay forma de controlar la realidad.” Creo que en la era que vivimos, donde la amortalidad está a la vuelta de la esquina, aún pueden aprovecharse sus enseñanzas.

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