jueves. 18.04.2024
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Zbigniew Preisner en León: El arte de la amistad • Fernando Cuevas

Fernando Cuevas

Zbigniew Preisner
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Zbigniew Preisner en León: El arte de la amistad • Fernando Cuevas


Su sensibilidad compositiva se ha volcado sobre todo a la pantalla, pero no únicamente. Es en sí misma provocadora de imágenes mentales absorbentes. Nacido en Bielsko-Biala, Polonia, en 1955, empezó a tocar de manera autodidacta y a escribir mientras era un estudiante de Historia y Filosofía en Cracovia. Su debut como autor de soundtracks fue en Prognoza pogody (1981) de Antoni Krauze, quien lo presentó con Krzystof Kieslowski, realizador con el que estableció una relación creativa que trascendió en amistad, de esas a las que vale la pena dedicarles un réquiem. Primero colaboraron en Bez konca (Sin fin, 1985), para de ahí trabajar en Dekalog (1987), las reconocidas películas nombradas según los mandamientos.

La rendición de espectadores y escuchas llegó con La Double vie de Véronique (1991), en donde las sutiles armonías, los coros crecientes y esa flauta solitaria, acompañan a dos mujeres idénticas cuyas vidas encuentran comunicantes vasos sonoros. Y para estar a tono, surge en esta obra Van den Budenmayer, un músico neerlandés ficticio creado por el compositor y el director que se convierte en una especie de doble de Preisner, como uno de esos juegos cómplices que se establecen entre amigos artistas.

Su estilo centrado en estructuras neo-románticas, retomando a sus ilustres compatriotas que lo antecedieron, se aderezan con ciertas apostillas de las músicas populares centroeuropeas y de las composiciones sacras, en particular las corales, si bien sus horizontes se han ido acoplando o expandiendo según las necesidades que implican las películas en cuestión y el espíritu compositivo del momento, reflejado en sus obras fuera del universo cinematográfico.

Abrió fronteras y se internó en la selva para realizar At Play in the Fields of the Lord (1991) del brasileño Hector Babenco, con quien volvería a trabajar en Corazón iluminado (1998) y en Meu Amigo Hindu (2015), mostrando versatilidad y capacidad de apropiación, tal como se mostró en Olivier, Olivier (1992) y The Secret Garden (1993), contribuyendo con emotividad a las miradas infantiles en pleno proceso heurístico planteadas por Agnieszka Holland, para quien había desarrollado la banda sonora de Europa, Europa (1990), y en Damage (Obsesión, 1992), ahora acentuando el prohibido romance trágico propuesto por Louis Malle.

Vendría después su crucial reunión con Kieslowski y el guionista Krzysztof Piesiewicz para participar en la creación de una de las grandes trilogías del cine: Trois Couleurs: Bleu (1993), Trois Couleurs: Blanc (1994) y Trois Couleurs: Rouge (1994). 61 piezas que acompañan la soledad de una mujer que ha perdido a su esposo e hijo; a una modelo que establece un vínculo con un juez retirado que espía a los demás, y a un inmigrante que busca vengarse de la esposa que lo dejó: relatos que se asocian a los contrapunteos inmiscuidos en la puesta en escena, desplegando pasajes de calma aparente con irrupciones corales o crescendos instrumentales según el episodio referido.

Mientras tanto, compuso O fio do Horizonte (Lopes, 1993), basada en la novela de Tabucchi; When a Man Loves a Woman (Mandoki, 1994) y Mouvements du désir (Pool, 1994), justo cuando empezó a planear junto con su amigo otra trilogía, ahora referida al cielo, infierno y purgatorio, pero Kieslowski falleció en 1993 y el proyecto quedó trunco. Un lustro después, Priesner presentó su emotivo Requiem for My Friend (1998), obra de largo aliento conformada por 18 piezas, entre las que se encuentra la célebre Lacrimosa, con fuerte carga afectiva en la que conviven episodios corales de intensidades arrobadoras y espacios que nos sumergen en la sensación de pérdida: un epitafio que busca el encuentro elevado con la divinidad invocada, justo en ese kairós que permite descubrir el mundo a través de las lágrimas, ahí donde habita la ascendente luz eterna.

En los noventa continuó realizando música para películas de diversas latitudes como la griega Kouarteto se 4 kiniseis (Rikaki, 1994); Élisa (Becker, 1995) del director Jean Becker, que le mereció su segundo premio César y con quien volvería a trabajar en Effroyables jardins (2003); Feast of July (Menaul, 1995); Fairytale: A True Story (Sturridge, 1997) y The Island on Bird Street (Kragh-Jacobsen, 1997), navegando entre acordes según la época y con cierto énfasis en la recreación auditiva de la fantasía. Cerró estos años con su acechante partitura para The Last September (Warner, 1999) y con The Dreaming of Joseph Less (Styles, 1999), soportando desde el pentagrama el prohibido triángulo amoroso que se configura en la cinta. Moje Koledy (1999) apareció para cerrar el siglo con ambiente navideño.

Durante el siglo XXI, además de firmar el poético Głosy (2001), ha mantenido su labor para el cine con la creatividad intacta y en constante indagación, tal como se deja escuchar en los filmes Aberdeen (2000) y The Beautiful Country (2004), ambos de Hans Petter Moland, y en Weiser (Marczewski, 2001), de su propia tierra, así como en Between Strangers (Ponti, 2002), It’s All About Love (2003) de Vinterberg, después musicalizando una obra suya en Danse Macabre (2010), y en el drama SuperTex (Schütte, 2003), entre otros.

David Gilmour le solicitó que hiciera algunos arreglos a uno de sus discos y el resultado fue el vibrante On An Island (2006), tejido por una orquesta de cuarenta cuerdas y que ha sido interpretada por los dos músicos en plena comunión, reuniéndose diez años después en otro concierto con el ímpetu de la reelaboración. En la línea de su réquiem sobre la amistad, compuso Silence, Night and Dreams (2007), obra para orquesta, coro y solistas varios, retomando extractos del Libro de Job, con toda la doliente y perseverante fe que ello implica, asumida en parte por la inconfundible voz de Teresa Salgueiro (Madredeus), expandiendo ese halo de nostalgia abrumadora.

Mantuvo presencia en el universo fílmico vía Un Secret (Miller, 2007), Anonyma (Färberböck, 2008) y Aglaja (Deak, 2012). En Diaries of Hope (2013) buscó, junto con Lisa Gerrard (Dead Can Dance) y Archie Buchanan, abrir las expectativas a partir de una nebulosa y parsimoniosa belleza, también presente en las partituras para los filmes A História da Eternidade (Cavalcante, 2014) y Angelica (Lichtenstein, 2015), con espíritus victorianos rondando cerca, además de un par de producciones chinas, en las que integró sonidos contextualizados.

Con elementos religiosos y entrelazando modernidad y tradición, presentó W poszukiwaniu dróg Stare i nowe kolędy (2015), al que le siguió un trío de colaboraciones, plasmadas en 2016 Dokąd? (2017) con Ewa Lipska y en Twilight (2019) con Dominik Wania, con quien grabó Melodies of Youth (2019), también con la presencia de Gerrard. En estos años entregó Our World (2017), álbum en el que integró algunos lances electrónicos con orientación new age, buscando darle algo de calma a nuestro atribulado planeta. Como productor, Preisner apoyó a la banda de postrock Tides From Nebula y al reconocido pianista de jazz Leszek Mozdzer, quien había interpretado con depuración 10 Easy Pieces for Piano (2000).

Con el realizador Fernando Trueba colaboró en La Reina de España (2016) y El olvido que seremos (2020), basada en el libro de Héctor Abad Faciolince sobre su padre. Entre otros soundtracks, siguió su labor a través de sus obras para Valley of Shadows (Gulbrandsen, 2017), de misterio escandinavo; Lost and Love (2019), de tesitura oriental; el impactante documental Dear Child (Ammendola, 2020), Love song 1980 (Mei, 2020), con ecos juveniles, y la búsqueda de la trascendencia más allá de este mundo en la religiosa Man of God (Popovic, 2021).

De acuerdo con el programa del FIAC, el gran músico polaco se presenta el domingo 28 a las 18:00 horas en el Teatro Manuel Doblado, acompañado por la Camerata Académica y el Coro de Cámara del Instituto Cultural de León, para presentar parte de su disco dedicado a su amigo Kieslowski: el arte de la amistad para seguir recuperando algunos parajes de nuestros paraísos perdidos.


 

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