Es lo Cotidiano

SPOILERAMA

Spoilerama • Dos niños madreándose por Spiderman • Óscar Luviano

Óscar Luviano

images (77)
Dos niños madreándose por Spiderman
Spoilerama • Dos niños madreándose por Spiderman • Óscar Luviano

Según nos cuenta Parménides García Saldaña en su legendario cuento El rey criollo (1970), la primera y última exhibición de King Creole (1958), uno de esos vehículos para explotar la fama de Elvis Presley no acabó bien. Debido a una rivalidad entre fans, que esencialmente estaban probando quién podía gritar más fuerte, se desató una batalla campal en el cine Las Américas, de la que Parménides saldría como bautizado en fuego.

Este hecho, que ha quedado para aquella y otras generaciones como su Quadrophenia, fue el pretexto para convertir al cine con rockstars y al rock en general en un género proscrito. El género y todo lo que tuviera que  ver con él se prohibió de manera tácita, como parte de la serie de medidas de control ideológico que florecieron impulsadas por la masacre de Tlatelolco en 1968 y su eco, el llamado Halconazo.

Repaso esto, jovencitos, a propósito de ese video que polula en redes en donde cuatro adolescentes se golpean en la fila que hacían en algún Cinépolis para conseguir boletos para el estreno de Spiderman: No way home.

No es mi idea establecer que aquellos niños que se medrearon por Elvis en 1959, se madrearon por mejores razones que los hoy lo hacen en nombre del Marvel Universe (y en concreto del Spiderverse). No: en realidad establezco que madrearse en los cines es una vieja tradición. También el hecho de que hacemos del cine lo que necesitamos.

Estos cuatro adolescentes que hacían fila en una era en que las nuevas tecnologías las han hecho innecesarias (según los nativos digitales, claro) se vieron obligados a adquirir sus boletos in situ debido a que miles como ellos colapsaron las redes de los dos monopolios cinematográficos que ofrecerán, a finales de este mes y casi todas sus salas, la segunda entrega del tercer reboot del Hombre Araña (sí, sé que es confuso).

Esta pequeña batalla, registrada como corresponde a estos tiempos por los celulares de testigos que no hicieron nada por separar a los protagonistas, podría parecer injustificada a aquellos ajenos a este tipo de cine. Como ya he mencionado, esta entrega no solo estará en todas las salas y plataformas posibles, sino que además llega en el contexto de los peores resultados de las sagas Marvel: la reciente Venom y Eternals, amén de la serie de Hawkeye, han resultado un fracaso incluso ante la crítica más condescendiente y un terrible aburrimiento para los fans más acérrimos de Marvel.

De hecho, la primera parte de este tercer reboot del Hombre Araña (Spiderman: Homecoming) tuvo una recepción tibia (hizo mucho dinero, pero no tanto como Disney esperaba) debido a un tono de comedia romántica que estaba lejos, muy lejos, de lo que esperran los fans de todas las edades del alias mutante de Peter Parker.

¿Qué es, entonces, lo que ha provocado esta madriza, el colapso de carrito electrónicos, la reventa de entradas para una función de 10 de la mañana en la sala tres de un cine de Coacalco a  5 mil pesos? (Spoiler: Se vendió.)

La respuesta que se viene manejando en las redes sociales y que (seguramente) nos darían los protagonistas de estas y otras madrizas en vestíbulos de cines, es el rumor de que, universos paralelos mediante, los dos actores que encarnaron a Peter Parker en los dos reboots anteriores (Tobey McGuire y Andrew Garfield) aparecerían en esta oportunidad junto a Tom Holland.

Este rumor parece haber nacido con el primer tráiler y la confirmación de que villanos de las entregas anteriores aparecerían en Spiderman: No Way Home (el Duende Verde, el Doctor Octopus y Electro, encarnados por Willem Dafoe, Alfred Molina y Jamie Foxx). La lógica del planteamiento es fulminante.

De ser cierto, esto solo confirmaría la debilidad de la franquicia en este momento (es necesario recurrir a un acto de nostalgia para rentabilizarla), lo que tampoco está mal: la interpretación de Holland apostó por infantilizar a un personaje que significó, allá en los sesentas, la irrupción de los superhéroes en el universo de la clase trabajadora.

En contraste con el primer Peter Parker de los cómics, que tenía que remendar él mismo su traje tras salvar a Manhattan y sobrevivía con un trabajo precario de fotógrafo, el Tom Holland nos endilga una excursión a Londres.

Creo, sin embargo, que sea cierto o no el rumor, si los tres Hombres Araña aparecen juntos o no, tampoco importa, y no es la razón de fondo del violento furor que se ha desatado entre adolescentes y algún cuarentón que se hace el entendido.

En realidad esto es una consecuencia de la forma en la que ahora se vive el cine: las redes sociales han convertido al acto de ver cine en una estrategia de estatus. Ya no importa si el filme en tendencia es bueno, sino la fuerza con la que lo defendemos o repudiamos. Las nuevas generaciones son críticos de una línea que crean o desmienten rumores y teorías sobre los títulos venideros, y defienden a muerte su adherencia o repudió a los filmes que han visto antes que todos los demás.

A la par de que se ha facilitado el acceso universal a lo que ahora llamamos contenidos, la  precarización laboral cunde como el futuro de generaciones enteras. Ser parte de esos contenidos es algo más que un deseo de fama: es un horizonte vital cuando un doctorado consigue un sueldo inferior al de bailar en una botarga del Doctor Simi.

Los adolescentes que se golpearon en el cine no peleaban por  comprobar antes que nadie si aparecerán tres Hollands o un McGuire rejuvenecido digitalmente, sino por la oportunidad de subir antes que nadie una foto de su boleto a sus redes, de hacer un TikTok de la noche que van a pasar en fila antes del día del estreno, de ganar seguidores y monetizar un vídeo en donde realicen (antes que nadie) una reseña sin spoilers.

Ser el primero que presencia una experiencia global es un acto de sobrevivencia, como el de aquellos jóvenes que combatieron en un cine a la sombra de Elvis, como reto a un Estado que los había convertidor en el enemigo.

[Ir a la portada de Tachas 444]