SPOILERAMA
Get back: El tratamiento Jackson [II] • Óscar Luviano
Óscar Luviano
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El documental Let it be (1970), montado por Tony Lenny, fue el resultado de aquellas sesiones en las que The Beatles intentó volver a la desesperada magia de sus inicios en Hamburgo, cuando llenos de anfetaminas tocaban para marineros y prostitutas en los bares de aquel puerto.
El resultado de este intento fue amargo, incluso en aquellos 90 minutos seleccionado de entre decenas de horas grabadas con el grupo improvisando y ensayando las canciones de un disco que se quería como un repaso de sus raíces blueseras y rockabilly cuyo objetivo era que, de alguna manera, les impulsara a un futuro que sabían inexistente.
Esta imposibilidad partía del desgaste de una vida compartida por casi diez años (Lennon y McCartney tocaban juntos desde la temprana adolescencia) y por aquellos factores que les desgajaban irremediablemente: el fracaso de su utopía económica Apple, los intentos de Lennon por imponer como nuevo manager a Allen Klein, el mánager de sus rivales, The Rolling Stones, y la lucha contra Paul por implantar como salvador de sus finanzas al bufete familiar de su esposa, Linda Eastman.
Al final, Klein se impuso y Paul tomó en sus manos, como compensación, el liderazgo creativo de la banda.
Esto explica el coqueteo de Let it be con la nostalgia y la ausencia de la veta experimental de Lennon en el álbum. El resultado, sin embargo, estuvo lejos de la domesticada alegría pop de McCartney: lo que más recuerdo (y creo que recordamos) del documental original es esa escena donde George le dice a un paternal Paul que tocará como él quiera que toque o que, si lo prefiere, no tocará en lo absoluto.
No es que sea, como se ha dicho para ensalzar la nueva versión, un mal documental: es un registro de 90 minutos sobre la destrucción de la banda más famosa de la Tierra. Un producto que los mismos Beatles abandonaron: fue Klein quien sacó adelante el filme y quien, junto con Phil Spector, revisó las horas y horas de cintas grabadas para extraer un disco, que pasó de llamarse Get Back a Let it be.
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Cuenta la leyenda que los Beatles se desconocieron en la edición de Spector. Las canciones que querían ser un ejemplo de crudeza en directo quedaron suavizadas por el legendario muro de sonido, coros angelicales, toques de orquesta y hasta partes regrabadas por músicos no acreditados.
El caso más grave fue el The Long and Winding Road, que McCartney escuchó en el estudio de Abbey Road por antes del lanzamiento del disco, primero con azoro y luego con tristeza, comprendiendo, acaso, que esa era la muerte real de The Beatles: el momento en que perdieron el control sobre su música.
Digamos, pues, que Get Back-Let it be es un material que desde entonces se manipulaba para crear un relato. En aquel caso, el disco intentaba hacer sentir a las audiencias que el grupo seguía siendo el Sargento Pimienta, aunque el documental contradijese esta idea abiertamente.
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No extraña que las cintas y metraje de aquellas sesiones se convirtiese, en manos de Peter Jackson, en otra cosa, y esa cosa es un increíble soft remake de Let it be llamado Get Back (2022), con tres episodios de más, de dos horas cada uno.
Increíble por su duración y soft porque elude la amargura del original y nos muestra a los músicos, no tanto en la disolución de su fuerza creativa, sino como los participantes de una GRAN AVENTURA.
Esta gran aventura es el reto autoimpuesto de componer y grabar un disco en unas cuantas semanas. Este reto y su avance se muestra en un calendario donde se van marcando los discos transcurridos. Y solo en ello, Get Back es una constante reiteración.
La edición de Jackson es un regodeo en los Beatles ensayando, jameando y probando esta o aquella canción. El problema es que visual y anímicamente este remake es tedioso en su repetición: no importa qué temas o nuevas composiciones arremetan los cuatro músicos: todo se oye igual para un espectador que no sabe por dónde comprometerse. Y es que todo lo que se ve a cuadro es lo mismo: cuatro músicos tocando en un estudio.
La amabilidad de este documental en tres partes, estrenado la Navidad pasada en la plataforma de Disney, es tal que —por ejemplo– se habla de la famosa frase de Lennon sobre Jesús, pero sin mostrarla. De esa misma manera, los conflictos y las pequeñas traiciones que fueron minando a la banda quedan diluidas en este conjunto de “buenas rolas”, en esto que se quiere como un repaso sobre la tradición musical que convirtió a cuatro niños proletarios de Liverpool en hipermillonarios engalanados con baratijas, con su imperio desmoronándose a su alrededor.
Algo que sorprende es que tantas y tantas horas de metraje no revelen nada que el beatlemaniaco promedio no supiera desde hace años. Y algo que se debe recalcar en este sentido es que el trato de 2022 a Yoko Ono es el mismo que se le daba en 1970: la villana silenciosa que imponía su presencia a todos y (seguramente) aconsejaba a Lennon en las sombras.
De hecho, las biografías de Lennon (hasta John y Yoko, editada por la revista Rolling Stone) coinciden que de no ser por Yoko, Lennon (hasta las pestañas de mofina) no se hubiera presentado a ninguno de los ensayos.
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Sin embargo, a pesar de todo lo que he dicho, está el concierto del techo.
La última presentación del grupo, programada en un teatro tunecino y descartada por Lennon con un si quieren la hacemos en un asilo de ancianos, y que al final se cumplió de la misma manera en que The Beatles comenzaron: con cuatro desconocidos tocando en una azotea. La emoción de ese momento hace olvidarse al tratamiento Jackson y derrite todas las defensas que cualquier espectador pueda tener. Es el final, y no estuvimos ahí.
Esta emoción se desborda en ese silencio que The Beatles guardan casi al final de su interpretación de Get Back, que parece el final, pero es roto por Ringo (siendo Ringo) con un impecable redoble llamando a la banda a seguir tocando, poniendo las cosas en su lugar, diciéndonos (como cada vez que escuchamos esa versión) que, incluso cuando todo está perdido, se puede seguir adelante.
Get Back (2022) se puede ver a través de +Disney.
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