viernes. 19.04.2024
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RESEÑA

Reseña • Pinta tu aldea mientras arde el mundo • Francisco Rangel

Francisco Rangel

Creatividad urbana - imagen tomada del libro
Creatividad urbana - imagen tomada del libro
Reseña • Pinta tu aldea mientras arde el mundo • Francisco Rangel


Mientras leo y releo el libro “Creatividad Urbana, el arte en las calles de León”, no puedo dejar de pensar en dos ideas: La Sociedad del Espectáculo de Guy Debord y La Industria Cultural, como la usan Max Horkheimer, T.W. Adorno y Walter Benjamin, pues vemos en todo el libro (tanto el texto como las imágenes) un debilitamiento del proceso artístico con tal de absorber al arte urbano desde la institución municipal.

Pero vayámonos explicando esto:

  1. Para Debord el Espectáculo no es una colección de imágenes, sino la relación social mediada por imágenes, lo cual cambia la relación entre seres humanos para movernos en el plano de la mercancía como relación social. Nos convertimos en mercadería que deriva y se relaciona desde su imagen mercadológica: dejamos atrás la relación uno a uno, para relacionarnos desde la representación que asumimos socialmente.
  2. La Industria Cultural se entiende con facilidad: son sectores encargados de la creación, producción, exhibición, distribución y/o difusión de servicios y bienes culturales, tales como el arte, el entretenimiento, el diseño, la arquitectura, la publicidad, la gastronomía y el turismo. El Banco Interamericano para el Desarrollo maneja dicha idea con un eufemismo: Industria Naranja. Sin embargo, para Horkheimer y Adorno esas empresas no son objetivas ni inocentes; reflejan y distribuyen un conjunto de ideologías que dan forma a nuestra educación sentimental.

Se entiende que es un libro preparado para mostrar lo que hacen o han realizado un conjunto de artistas urbanos absorbidos por el aparato gubernamental. Por ese mero hecho, observamos que la parte histórica evita hablar de ese arte en su inicio violento: pintas callejeras que ensucian la ciudad, la persecución policial a los delincuentes que pretenden contaminar con su arte y su expresión social. Por el contrario, nos llevan de la mano para mirar una ciudad llena de murales que nos hablan de una cultura pop proporcionada por los medios de comunicación.

El libro abre con una imagen de la pintora más pop del arte mexicano: Frida Kahlo. Después un mensaje del Presidente Municipal, donde no se moja: como todo discurso político sólo encontramos frases semiemotivas hechas con lugares comunes y de autofelicitación, como parangón: “Seguiremos apoyando a quienes quieran mostrar su talento, porque son el vehículo para inspirar y aspirar a más.

Ya en la introducción nos encontramos con un texto frío, de apariencia académica, que busca la apariencia de investigación para evadir el contexto violento y lleno de pobreza donde nació el grafiti. Con fotografías de murales con referencias extraídas de lugares comunes de lo mexicano, su manera de absorber la otredad y lo prometéico de nuestra cultura popular.

El primer capítulo mantiene el mismo discurso: se escuda en la apariencia académica con citas técnicas que neutralicen la historia salvaje de la contracultura urbana surgida en los años 70 en Nueva York y asimilada en todo el mundo por la cultura del hip hop. Las imágenes cumplen la misma función, pero tomadas de artistas norteamericanos y europeos a los que se debe aspirar como artistas urbanos. Si bien buscan en la entrevista a varios artistas su idea de historia en la ciudad, jamás se toca el contexto socioeconómico. Es llamativo que hablen de pasar de las letras a un realismo, porque los motivos que tienen son más de un realismo mágico, interiorizado en el imaginario colectivo, y es lo que se observa en las fotos subsecuentes. Podemos ver un mexicanismo diseñado por los libros de la SEP y la idea de belleza que nos fue construida por la educación: un indigenismo mexica que invisibiliza a las etnias de la región; imágenes construidas para el consumo popular como calaveras, pájaros y cielos luminosos, referencias cinematográficas de tardes sabatinas en la televisión o lucha libre.

La imagen que nos presenta de lo indígena es más cercana a las películas de vaqueros o los nativos mesoamericanos vistos por los ojos de un norteamericano, excepto una mujer cora (por la pintura en su rostro), poco o nada se habla de la región. Se invisibiliza lo chichimeco y los purépechas traídos a la región. Da la sensación de que aquí no hay etnias originarias, todos somos güeros o mestizos (otra idea colonizadora: los sin raza, los perros callejeros que viven con lo justo). Ese mural Raíces es más un concepto de United Colors of Benetton que unificación u origen.

Hay que reconocer toda esa parte que le dedican al trabajo artístico de las mujeres: si bien siguen usando conceptos prestados, podemos notar que el discurso es menos competitivo y más integrador.

A partir de allí vemos puros trabajos por encargo gubernamental: embellecer la ciudad con motivos de la industria cultural surgida de los medios de comunicación: lo mismo la mercancía del día de muertos que caricaturas, personajes televisivos o futbolistas.

Así podemos concluir que es un catálogo del espectáculo: el muralista que quiere el reconocimiento social a través de la institución gubernamental, el gobierno alinea aquello que puede crearle una crítica social real y, a la vez, queda bien con otras industrias culturales que producen y reproducen esas imágenes y conceptos; que han sido limpiados, desparasitados y perfumados para un consumo rápido y sin sentido. Es fácil reconocer las iconografías. Lo difícil es reconocerse en ellas, en asumir que somos parte de ese espacio. Por el contrario, nos hacen sentir que seguimos viendo la ciudad como una gran pantalla de televisión donde se reproduce lo manido.


Creatividad Urbana | El arte en las calles de León | MUROS. IMJU. 2020


 

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