DISFRUTES COTIDIANOS
The Magnetic Fields: Pop para liberaciones amorosas • Fernando Cuevas
Fernando Cuevas

Territorios para magnetizarse con pequeñas obras de orfebrería melódica, adornadas con instrumentaciones evocativas, siempre atrapando las emociones sin perder el sentido de la ironía. Campos para dejarse llevar por corrientes sonoras que conducen a destinos seguros, breves y elocuentes, de una dulzura engañosa que terminan por ser contundente. Una aparente sencillez que escudriña en estructuras de notable sincronismo, como si se tratara de canciones ya construidas que uno va recordando conforme las escucha. Campos de atracción inmediata, inteligentes y sensibles a la vez, entre tonalidades vagamente festivas y apuntes que nos regresan a la triste realidad.
La banda de nombre bretoniano empezó como un proyecto de estudio llamado Buffalo Rome por parte de Stephen Merritt, un neoyorkino avecindado en Boston (con otras asociaciones, como que invitó a su compañera escolar, Claudia Gonson para que se encargara de las percusiones y a Sam Davol en el chelo y la flauta. Distant Plastic Trees (1991) fue su álbum debut con Susan Anway en las vocales, entonando piezas de confección minimal en tesitura synthpop. Continuaron con The Wayward Bus (1992), aún instalados en los ámbitos del indie con máquinas rítmicas y presentaron Holiday (1994), incluyendo sus poderes extraños, y The Charm of the Highway Strip (1994), ya con Merritt encargándose de casi todas las vocales y con producción de respaldo reflejada en Lonely Highway y Born on a Train, canciones para irse de viaje y dejar de pensar en este mundo con el encanto, en efecto, a flor de piel.
Junto con la publicación de Get Lost (1995), profundizando en ese tono sardónico, Merritt grabó Wasps' Nests, álbum bajo su proyecto llamado The 6ths. Todo listo para el monumental y al mismo tiempo íntimo 69 Love Songs(1999), disco triple conceptual y obra cumbre para cerrar el siglo entre la destreza para la canción breve y la capacidad para leer el fin de los tiempos, desde una perspectiva no solo prolífica sino auténtica, con ecos a la puesta en escena teatral, incluyendo instrumentaciones folk. Tras un par de discos en solitario, volvieron con i (2004), alfabético álbum que se alimentó de su predecesor para alcanzar cuotas de nebuloso lirismo.
Siguieron con Distortion (2008), abriendo caminos para las chicas californianas sin permitirse sueño alguno con guitarras en proceso de libertinaje en una tonalidad roquera, seguido de Realism (2010), grabado con la prestigiosa Nonesuch y conservando el sarcasmo intacto. Presentaron su décimo álbum, Love at the Bottom of the Sea (2012) con todo y la acidez necesaria para seguir indagando acerca del amor y sus oscuras miradas y otro monumento, ahora titulado 50 Song Memoir (2017), porque claro, los recuerdos nos configuran en nuestra pequeñez, como lo confirma Quickies (2020), otra obra de concepto integrada por 28 cortes breves que nos remiten a nuestras propias desgracias, siempre disfrutables.