martes. 03.12.2024
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Tachas 498 • Los ángeles de la casa • Alejandro Badillo

Alejandro Badillo

Así fue la polémica desatada por Sandra de la Vega. Foto Instagram.
Así fue la polémica desatada por Sandra de la Vega. Foto: Instagram.
Tachas 498 • Los ángeles de la casa • Alejandro Badillo

En el Mundial de Catar que acaba de terminar llamó la atención una historia: Sandra de la Vega, esposa del futbolista de la Selección Mexicana Andrés Guardado, publicó en sus redes sociales algunas fotografías en las que aparecía con Luciana Ramírez, trabajadora que atiende a su familia y que viajó con ellos para atender a los hijos de la pareja. No pasó mucho tiempo para que las fotografías causaran polémica. Por un lado, hubo críticas al papel que desempeñaba “Ushi” –como llama Sandra de la Vega a su empleada– y, por otro, sorpresa porque un sector de los internautas se escandalizara ante las fotos, pues Luciana Ramírez estaba disfrutando el Mundial gracias a su trabajo y la relación con la familia Guardado. ¿Quién podría quejarse, dijeron, porque la trabajadora realizara el sueño de muchos aficionados que se tuvieron que quedar en México ante la falta de recursos para viajar a Catar? Es envidia, comentaron. ¿Cómo podría estarla pasando mal la señora Ramírez si la tratan bien, la llevan a comer a los mejores lugares e, incluso, su jefa la llama “el ángel de la casa”?

Lo que ocurrió con Andrés Guardado y su esposa Sandra de la Vega va más allá de una familia privilegiada por el éxito financiero de uno de sus miembros. En realidad, es la punta del iceberg que oculta una serie de relaciones problemáticas entre empleadores y empleados y que, últimamente, se ha empezado a cuestionar. El primer elemento para considerar es la tendencia creciente a diluir la frontera entre la vida privada y el trabajo, particularmente en las labores del hogar realizadas, en su mayor parte, por mujeres. Una visión muy honesta –desde el punto de vista de los empleadores– de cómo funciona esta relación la podemos encontrar en la película Roma de Alfonso Cuarón estrenada en el 2018. En el filme –una especie de homenaje a la niñez del director y un tributo a Cleo, la empleada doméstica de origen indígena que lo crió– podemos ver cómo funciona la relación laboral de las trabajadoras del hogar de las clases medias y altas mexicanas. Cleo cede, casi por completo, su individualidad y sus necesidades como persona independiente para estar con sus patrones. Es, de facto, una empleada de 24 horas, con escasas salidas –supervisadas por la familia– para ir al mundo exterior. Esta relación, romantizada hasta el extremo en la película de Cuarón, es el ejemplo perfecto de la ética laboral que erosiona las vidas de los trabajadores. El personaje interpretado por Yalitza Aparicio es “como de la familia”, pero, en realidad, nunca lo será ni en términos legales ni laborales. Nunca podrá heredar ninguna propiedad y dependerá, como cualquier trabajador, del pago de sus patrones; por supuesto, será receptor de abundantes muestras de buena voluntad y paternalismo de sus jefes. 

La historia de Cleo y de Luciana Ramírez ejemplifican, a cabalidad, la frase “ponerse la camiseta” que promocionan las empresas. El objetivo es muy claro: dejar, sutilmente, que tu trabajo acapare cada vez más aspectos de tu vida hasta que ganarte el sustento esté en cada momento de tu día. En el trabajo fabril, cada vez más escaso, es un poco más impostada la relación familiar que intentan construir las empresas a través de convivios y diferentes iniciativas sociales. Sin embargo, en áreas laborales como la educación, la salud o el servicio doméstico es más fácil llevar a la práctica “ponerse la camiseta” porque, finalmente, estamos hablando de relaciones humanas a las cuales no se les puede poner un precio. ¿Qué se le dice a un alumno cuando te pide ayuda fuera del horario de clases? ¿Qué hace una empleada doméstica como Luciana Ramírez cuando uno de los hijos de la familia Guardado se enferma a medianoche? ¿Les dice que no puede ayudar porque ya es muy tarde? Lo que hace ella es, sencillamente, trabajo, más allá de las particularidades de éste. Disfrazar relaciones laborales no pagadas de una supuesta empatía familiar para que una persona atienda a tus seres queridos 24 horas al día es uno de los fenómenos que necesitan ponerse sobre la mesa para dejar de normalizarlos. La llamada “economía de cuidados” es un tema aún pendiente para gran parte de la sociedad mexicana.







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