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ENSAYO

Las guanajuatenses en la conquista por el voto femenino • Velio Ortega

Antecedentes y contextos

Mujeres guanajuatenses en la revolución
Mujeres guanajuatenses en la revolución
Las guanajuatenses en la conquista por el voto femenino • Velio Ortega

 

El derecho de las mexicanas a votar y ser electas es el resultado de una larga gesta de feministas, antirreeleccionistas y sufragistas. Esta realidad no es ajena a la historia de Guanajuato. En un contexto nacional e internacional de lucha por los derechos políticos feministas, hubo mujeres guanajuatenses que rompieron el estigma de ser parte de un estado conservador y traspasaron los límites de una sociedad que desde su perspectiva ideológica tradicional las relegaba a una función doméstica y procreativa.

Una revisión historiográfica general permite ubicar a mujeres guanajuatenses fueron parte del grupo pionero del feminismo mexicano; otras tantas se sumaron a la lucha antireeleccionista de Madero y constitucionalista de Carranza. Los referentes históricos señalan que una leonesa fue la primera candidata a diputada por el partido surgido de la Revolución Mexicana y una dolorense fue una de las primeras presidentes municipales electas en el país. Sus nombres son parte del memorial de la lucha por los derechos políticos femeninos.


Feministas guanajuatenses de los albores del siglo XX

En la historia de la lucha por la independencia resaltan mujeres guanajuatenses que participaron por el bando insurgente. Sin embargo, existen pocos registros historiográficos sobre su participación en otros procesos de transformación política del país y la entidad[1]. Está pendiente la indagación sobre las acciones y pensamientos de mujeres guanajuatenses en el siglo XIX.

En el siglo XX, sin embargo, sí existen registros sobre acciones feministas e injerencias de las guanajuatenses en la vida política de la nación y en la lucha por los derechos políticos generales, inicialmente, y de las mujeres, en especial, posteriormente.

La primera referencia sobre la lucha feminista en la entidad es la presencia de Juana Belén Gutiérrez de Mendoza (como se estilaba en su tiempo). Originaria del estado de Durango[2], a principios del siglo XX radicó en la ciudad de Guanajuato, en donde editó en 1901 la revista Vésper que, con el lema de “¡Justicia y Libertad!”, difundía los ideales liberales y anarquistas en oposición al gobierno de Porfirio Díaz y al clero[3]. La represión no tardó y el gobierno local decomisó la imprenta, pero la mujer logró ocultarse para luego huir a la ciudad de México y reanudar con su labor periodística. El paso de Juana Belén Gutiérrez fue fugaz en Guanajuato, pero no por ello menos importante: sus letras aportaron más a la revolución que las balas de los caudillos.

Si bien no tuvo relación directa con Juana Belén, otra feminista, ésta sí oriunda de la entidad, destacada desde la etapa pre revolucionaria, fue Elena Torres Cuéllar. Educadora, de ideas socialistas, periodista y feminista, es ejemplo de mujer revolucionaria comprometida con su tiempo y su gente. Nació el 23 de junio de 1893, aunque otras versiones dan como fecha principios de 1894, (posiblemente se trata de la fecha de registro civil) en el Mineral de Mellado, Guanajuato, y murió en 1970 en la ciudad de México. Escribió algunos artículos contra la dictadura de Porfirio Díaz, con los pseudónimos de Una Guanajuatense y Violeta. Usó su nombre hasta 1915 en La Voz de Ferrer, un periódico de poca duración[4].

En 1915 trabajó como taquígrafa en el Cuartel General de las fuerzas constitucionalistas y como profesora del Centro de Educación de la Casa del Obrero Mundial. En 1916 asistió al Primer Congreso Feminista de Yucatán y en Querétaro fue parte del grupo que demandó al Congreso Constituyente elevar a rango constitucional el derecho de la mujer a votar y ser votada. Posteriormente se incorporó al equipo de Felipe Carrillo Puerto, formando parte del Partido Socialista de Yucatán, desde donde refrendó las demandas feministas que la distinguían.

Hacia 1919 llegó a la Ciudad de México, donde fue una de las fundadoras del Consejo Nacional de Mujeres y del Partido Comunista Mexicano (PCM), del que se alejó en 1920 para incorporarse al gobierno obregonista.

Desde la trinchera del oficialismo participó en varios congresos desde 1921. En 1922 estuvo en el Congreso Internacional de Mujeres Votantes de Baltimore, en Estados Unidos, de donde surgió la "Liga Panamericanade Mujeres", de la que presidió la sección América del Norte. Sobresalió por su participación en el Primer Congreso Nacional de Obreras y Campesinas de 1931, celebrado en la ciudad de México en demanda por el derecho de las mujeres a votar y, en su quehacer público, impulsó la impartición de educación sexual en las aulas y criticó la doble moral e hipocresía de los conservadores opositores.

Al consolidarse el régimen post revolucionario, se convirtió en funcionaria de los gobiernos priistas hasta su muerte.[5]


 

Las maderistas, preludio del movimiento revolucionario 

Durante la Revolución Mexicana, las mujeres no sólo cumplieron su valiosa labor como soldaderas[6]: tuvieron una destacada  participación en acciones estratégicas y de debate de las ideas. A la postura antirreeleccionista que dio lugar a la insurrección contra el régimen de Porfirio Díaz se añade el afán de reivindicación de los derechos políticos de las mujeres. En Guanajuato, la participación de las mujeres en la gesta revolucionaria cumplió una labor diversa, desde el apoyo logístico hasta el trabajo propagandístico. En ese tenor resaltan guanajuatenses adheridas a la causa maderista:

Las celayenses Eulalia Jiménez y su madre María de los Ángeles Méndez, integrantes del Club Femenil Antirreeleccionista Hijas de Cuauhtémoc. Eulalia participó en una gran marcha a la Cámara de Diputados exigiendo la renuncia de Porfirio Díaz y fue encarcelada junto con su madre. Ambas se sumaron a la causa maderista y se exiliaron en La Habana tras el golpe de estado de Victoriano Huerta. Regresaron a México a finales de 1913. Durante 1914, Eulalia fue comisionada a Texas, Estados Unidos, con el objeto de comprar municiones para la causa constitucionalista y en marzo de ese mismo año se incorporó como enfermera constitucionalista en campaña y colaboró en la tarea de hacer ropa para el ejército revolucionario. Navarrista más que maderista, destaca también la revolucionaria guanajuatense María Guadalupe Moreno, quien nació en el Mineral de la Luz, Guanajuato. Se unió en noviembre de 1910 a las fuerzas del profesor Cándido Navarro en sus actividades previas al levantamiento armado contra el régimen porfirista en la entidad. Organizó mítines en Purísima y el mismo Mineral de la Luz, adquirió armas y parque y difundió el Plan de San Luis. Participó con el general Navarro en la toma de la plaza de Silao, Guanajuato, y en la ocupación de la plaza de San Luis Potosí, S.L.P., en 1911. Luego del golpe de Estado de Victoriano Huerta, en 1913, se volvió a integrar a las fuerzas navarristas en su labor de propaganda en contra del usurpador; difundió el Plan de Guadalupe y desarrolló una campaña de acopio de armas en Guanajuato para combatir al gobierno de Huerta.[7]

Otra guanajuatense de origen minero incorporada a la Revolución fue Celia Espinoza Ramírez. Nació en La Luz, Guanajuato, en 1894. Fue profesora, enfermera y diplomática. También fue maderista y anti porfirista y tras el golpe de Estado de Victoriano Huerta se incorporó a la Cruz Blanca Neutral. Al año siguiente fue asignada como secretaria particular del ministro de Educación, durante el gobierno de Venustiano Carranza en Veracruz. En enero de 1919 fue nombrada canciller de primera en el consulado de México en San Francisco, California. Tras el derrocamiento y muerte de Carranza, renunció a su puesto diplomático.[8]

Francisca Manrique Guillén fue una profesora maderista que enfrentó también a Díaz y a Huerta. Nació en el mineral de San Pedro Cilmonene, Guanajuato, en 1892. Como militante del Partido Nacional Antirreeleccionista, hizo propaganda contra el régimen porfirista. En 1910 tomó parte en la realización de la Gran Convención Nacional del Tívoli del Elíseo. Apoyó la campaña presidencial de Madero en el Distrito Federal y se incorporó al Club Femenino Lealtad para enfrentar a Huerta hasta la entrada del Ejército Constitucionalista en la ciudad de México, en 1914.[9]

También resalta el papel de María Guerrero Manrique, quien nació en la ciudad de Guanajuato el 14 de septiembre de 1902. Fue hija del periodista Isidro Guerrero, liberal identificado con el régimen porfirista, pero integrante de una familia que habría de sumarse a la causa constitucionalista. Por eso en 1916 María Guerrero se unió al bando carrancista como enfermera militar. Atendió heridos caídos en batalla y de bolsa adquirió medicamentos a los soldados. Estuvo en combates contra fuerzas villistas y zapatistas en el estado de Hidalgo y parte de Veracruz, durante 1916 y 1917. Obtuvo su baja el 19 de noviembre de 1917 para continuar sus estudios. En 1968 se le reconoció como Veterana de la Revolución.[10]

 


El desarrollo del feminismo revolucionario mexicano y la frustrada primera diputación femenina en Guanajuato 

Durante la etapa revolucionaria se fueron formando varios frentes feministas en el país, con el reclamo de la no reelección, pero también con la exigencia del voto para las mujeres.

En mayo de 1911, en el contexto de la derrota de Porfirio Díaz, centenares de mujeres firmaron una carta dirigida al presidente interino Francisco León de la Barra para reclamar el voto para la mujer con el argumento de que la Constitución de 1857 no excluía el voto femenino. Entre ellas destacó La Liga Femenina Cuauhtémoc[11].

La revolución arrojó avances nimios respecto a los derechos políticos de las mujeres. En 1914, el presidente Venustiano Carranza decretó una ley que hizo posible que ésta pudiera obtener el divorcio en varios casos. De igual manera, el artículo 123 de la Constitución de 1917 estipuló que las mujeres trabajadoras debían gozar de prestaciones y derechos laborales diversos. Sin embargo, el Congreso Constituyente determinó no otorgarle el voto a la mujer porque “hubo desconfianza respecto a si su lealtad sería con la iglesia o con la nación”[12]. Esto originó que mujeres, encabezadas por Hermila Galindo de Topete, se manifestaran frente al Congreso exigiendo su derecho al voto.

Los más radicales movimientos feministas registrados durante la Revolución tuvieron lugar en la península de Yucatán y en entidades del sureste del país, al amparo del gobernador Salvador Alvarado, quien impulsó el Gran Congreso Feminista de Yucatán, y Felipe Carrillo Puerto, quien en 1922 envió a la Legislatura del estado una iniciativa que concedía el voto a la mujer. Surgieron las primeras regidoras y candidatas a diputadas locales, pero al caer el gobierno de Carrillo Puerto, las elecciones fueron anuladas.[13]

Las organizaciones feministas de todo signo ideológico tuvieron un gran respaldo durante el gobierno de Lázaro Cárdenas. Para 1934, el Partido Nacional Revolucionario contaba con un sector femenil y las comunistas mantenían su línea de lucha radical. En 1935 nació el Frente Único pro Derechos de la Mujer, que reunía a 800 agrupaciones femeninas de todo el país y sumaba cerca de 50,000 miembros. Aglutinaba desde socialistas hasta esposas de funcionarios del régimen. A pesar de las diferencias, coincidían en su afán de conquistar el derecho a votar y ocupar cargos públicos.

En los estados de Puebla y Veracruz hubo intentos de otorgar el voto a la mujer. La lucha por ese derecho persistió y, en agosto de 1937, el presidente Lázaro Cárdenas anunció en un mitin de la Confederación Femenina Mexicana en Veracruz el otorgamiento del derecho al voto para la mujer y en noviembre envió la iniciativa correspondiente al Congreso de la Unión para reformar la Constitución y considerar ciudadanos de la República a todos los hombres y mujeres que tuvieran la calidad de mexicanos y que tuvieran 18 años si eran casados o 21 si eran solteros. 

Los vínculos del Frente con el partido oficial dieron resultados favorables para las feministas: Soledad Orozco Ávila, integrante del Frente, y que ya militaba en el PNR, fue designada candidata a diputada local por el Distrito de León; sin embargo, su candidatura fue rechazada por los diputados federales al considerar que el voto femenino favorecería a la oposición.[14]

En marzo de 1938, el Frente Único Pro Derechos de la Mujer se incorporó al Partido de la Revolución Mexicana (nuevo nombre del PNR) con la esperanza de lograr el cumplimiento a sus demandas, mismas que fueron rechazadas de nuevo con un viejo argumento: el riesgo de que la Iglesia influyera en el voto femenino a favor de la “reacción”. La iniciativa cardenista de voto para la mujer fue aplazada. 


 

El derecho al voto: la dolorense Virginia Soto, entre las primeras alcaldesas de México

La Unidad Nacional del gobierno de Manuel Ávila Camacho, quien relevó a Cárdenas, limitó la lucha de comunistas y feministas y disciplinó a las mujeres del partido oficial. Fue Miguel Alemán Valdés, al ganar la elección en 1946, quien decidió otorgar el derecho de las mujeres a votar en las elecciones, pero de manera paulatina, comenzando por el ámbito municipal.

Apenas tres días luego de tomar posesión del cargo, envió al Congreso de la Unión una iniciativa para reformar la fracción primera del artículo 115 constitucional, la cual fue aprobada y publicada en el Diario Oficial de la Federación el 15 de febrero de 1947.

Como resultado, surgieron las primeras delegadas en el Distrito Federal, en el poder judicial dos mujeres destacaron como agentes del Ministerio Público y una más como magistrada del Tribunal Superior de Justicia y Territorios Federales. También fueron electas las primeras presidentes municipales de la historia de México: en 1938, Aurora Meza Andrade, por Chilpancingo, Guerrero; le siguieron María del Carmen Martín del Campo, en Aguascalientes; y Virginia Soto, en Dolores Hidalgo. Guanajuato.[15]

Las mexicanas iniciaban una larga lucha por sus derechos a nivel federal. Como respuesta a una Asamblea Femenil Nacional realizada por veinte mil mujeres el 6 de abril de 1952 en el parque 18 de Marzo de la ciudad de México, el recién electo Adolfo Ruiz Cortines anuncio que enviaría a las Cámaras una iniciativa para reformar el artículo 34 constitucional y demás relativos al voto femenino. El 17 de octubre de 1953 se publicó la disposición correspondiente y con ella inició la primera etapa del cumplimiento del voto para la mujer en el país. 

El 9 de diciembre de ese año, Alemán presentó su iniciativa de ley y desde 1954 la mujer obtuvo el derecho a votar en todas las elecciones. El 3 de julio de 1955 por primera vez las mexicanas emitieron su voto en elecciones federales a fin de integrar la XLIII Legislatura del Congreso de la Unión[16]

En los años postreros fueron electas las primeras diputadas y alcaldesas en la entidad. Sin embargo, La igualdad plena y otros derechos políticos se irían convirtiendo en la nueva agenda del feminismo mexicano.

 






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[1] Hay trabajos historiográficos sobre las insurgentes Josefa Marmolejo, María Josefa Paul, María Josefa Nátera y su madre Ignacia Moretín, Rita Pérez y Tomasa Esteves.

[2] Juana Belén Gutiérrez nació el 27 de enero de 1857 en San Juan del Río, Durango. Inmersa en un ambiente de pobreza y luchas mineras, se instruyó y fue autodidacta. Se casó en 1892 con Cirilo Mendoza, a quien enseñó a leer y escribir. La pareja se trasladó a Sierra Mojada, Coahuila, donde el hombre fue contratado como rayador de la Mina “La Esmeralda”. Tuvieron tres vástagos, de los que les sobrevivió una hija. Juana desahogaba las angustias de la vida minera en las letras. Leyó a Bakunin y Kropotkin, entre otros anarquistas, que orientaron su pensamiento hacia el anarco-sindicalismo. Escribió sobre la explotación que sufrían los mineros y comenzó a ejercer el periodismo, su pasión y motivo de persecuciones constantes. Ver Justicia y Libertad. Juana Belén Gutiérrez de Mendoza (1875-1942), de Alicia villanada. Ediciones de Documentación y Estudio de Mujeres, A.C. (DEMAC), 2ª edición, México, 2010.

[3] LAU Jaiven, Ana, “Una vida singular: Juana Belén Gutiérrez viuda de Mendoza”, en revista Sólo Historia, del Instituto de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana en abril-junio de 2000.

[4] Hija de Macedonio Torres y de Francisca Cuéllar, cursó la primaria en una escuela Pública de Guanajuato. Después tomó clases particulares de contabilidad y mecanografía. En 1907 trabajó como cajera y tomaba clases nocturnas en el Colegio del Estado de Guanajuato destinadas a apoyar a para muchachas pobres. Estudió en la Escuela Normal para Maestras y complementó su educación en el extranjero, en la Universidad de Columbia en New York, donde se especializó en el tema de la educación rural.

[5] Ver, de Aurora Tovar Ramírez, 1500 mujeres en nuestra conciencia colectiva: Catálogo biográfico de mujeres en México. México, DEMAC (Documentación y Estudios de Mujeres A. C.) 1996.

[6] Ver MENDIETA Alatorre, La mujer en la Revolución Mexicana, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, México, 1961.

[7] Ver Las mujeres en la Revolución Mexicana, 1884-1920, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, México, 1992. Recopilación de varias autoras y reeditado en 2010 en el marco de la celebración del centenario de la Revolución Mexicana.

[8] Ibid.

[9] Ibid

[10] Ver Las mujeres en la Revolución Mexicana, 1884-1920.

[11] Ibid.

[12] Ver ROSAS, Alejandro, 365 días para conocer la historia de México, MR Ediciones, 2011.

[13] En 1923, Rafael Nieto, gobernador de San Luis Potosí, otorgó derechos electorales a las mujeres que supieran leer y no pertenecieran a ninguna asociación religiosa. En 1925, Elvia Carrillo Puerto cambió su residencia y fue candidata ganadora a diputada en esa entidad, pero el colegio electoral no reconoció su triunfo. Al año siguiente se derogaron esos derechos concedidos.

[14] ACOSTA, Mariclaire, entrevista a Soledad Orozco, publicada en la revista Fem, número 30, octubre-noviembre de 1983, pp. 25-28

[15] ROSAS, Alejandro, 365 días para conocer la historia de México, MR Ediciones, 2011.

[16] ROSAS, Alejandro, 365 días para conocer la historia de México, MR Ediciones, 2011.