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ENSAYO

Tachas 510 • Elon, hermano, ya eres mexicano • Alejandro Badillo

Alejandro Badillo

Imagen creada por IA
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Tachas 510 • Elon, hermano, ya eres mexicano • Alejandro Badillo

En la recta final del sexenio, cuando las posiciones entre críticos del gobierno y grupos afines a la 4T parecían irreconciliables, surgió la figura de Elon Musk y la llamada “gigafábrica” que construirá en Nuevo León. La nueva inversión del multimillonario sudafricano fue muy bien recibida por medios afines a los intereses empresariales y, también, por la gran mayoría de personajes que respaldan al presidente López Obrador. Para los primeros, la llegada de Tesla a México es un triunfo del libre mercado y la tecnología a pesar de las trabas de un Estado ineficiente, populista y demagógico; para los segundos es un logro del gobierno que demuestra que una administración de izquierda –según la apreciación general que tiene la gente de la 4T– es capaz de vincularse exitosamente con el libre mercado y, de esta manera, atraer los grandes capitales del extranjero. La gigafábrica de Tesla podría descalificar, de una vez por todas, la etiqueta de “comunista” que la derecha le ha endilgado al gobierno.

La algarabía por la noticia parece que, también, le ha limpiado la cara a Elon Musk. No se necesita ser un periodista especializado para saber, revisando internet y las redes sociales, los escándalos en los que ha estado involucrado. Después de la compra de Twitter el año pasado, trascendieron no sólo los despidos de empleados de alto nivel sino las condiciones laborales de los que sobrevivieron a la purga. Siguiendo el dogma del trabajo duro, hombres y mujeres se quedaron a dormir en sus oficinas para cumplir las metas de la empresa. Los cambios también incluyeron un recorte que, incluso, ha hecho que se deje de pagar la renta de la sede principal localizada en San Francisco. Ante la salida de anunciantes y el rezago de Twitter en número de usuarios, Musk prescindió de los especialistas que operaban la red social y, por lo tanto, la plataforma es cada vez más inestable. El futuro de Twitter apunta a un colapso gradual y no a la época de oro que tuvo años atrás. Sin embargo, las políticas de Musk en sus empresas que incluyen la prohibición de sindicatos palidecen con otros aspectos de su actividad pública y empresarial: ha dicho que puede apoyar golpes de Estado para apropiarse de los recursos de otros países y es conocida su relación cercana con el nuevo conservadurismo de Estados Unidos, una versión de la ultraderecha empresarial que, más allá de su combate a lo que queda del Estado del bienestar, promueve sin pudor la desaparición de derechos humanos que incluyen, por supuesto, los de las mujeres y minorías sexuales, entre muchos otros.   

¿Por qué el gobierno de López Obrador ha recibido con los brazos abiertos a Musk a pesar de estos antecedentes? La respuesta es cierta miopía de lo que va a ocurrir en el mediano y largo plazo con el mercado de los autos eléctricos, y la fe en lo que los especialistas llaman “solucionismo tecnológico”, es decir, el dogma de que estamos en una autopista que sólo va en una dirección: el progreso social a partir de máquinas cada vez más eficientes que traerán prosperidad económica y resolverán cualquier tipo de problema social. En particular, el auto eléctrico es vendido como la solución para los contaminantes vehículos de combustión, entre otras promesas. Sin embargo, los investigadores serios que han analizado esta tecnología que ha sido recibida de forma acrítica, tienen otros datos: según la consultora S & P Global los autos eléctricos necesitan un promedio de 2.5 veces más de cobre que un auto de gasolina y, además, este material está próximo a alcanzar su pico, por lo tanto, la oferta disponible será insuficiente para la demanda de millones de nuevos autos eléctricos que, según la teoría, sustituirán a las máquinas que usan combustible fósil. Lo mismo ocurrirá con el litio para las baterías: según la Agencia Internacional de las Energías Renovables, las reservas de este mineral no podrán ir al parejo para el consumo proyectado antes de que termine esta década. Estos dos ejemplos son una muestra de muchos problemas que vendrán con la hipotética masificación del auto eléctrico como la transformación de la red de energía que deberá garantizar el suministro, un reto que muchos expertos no patrocinados por las corporaciones consideran casi imposible con la tecnología actual.

¿Qué es lo que ocurrirá con las utopías gigantescas que vende Musk, en particular con su empresa Tesla? La burbuja de los autos de combustión duró lo suficiente para que las ciudades y el comercio se moldearan a su ideología durante el siglo XX y el inicio del actual. Ante el declive paulatino de la energía fósil, lo eléctrico ha surgido como la solución mágica para las necesidades enérgeticas del capitalismo, sin embargo, la materia prima que le dará impulso se agotará antes de que se concreten algunas de sus promesas. El auto será visto, en el futuro, como una anomalía histórica, producto de un sistema que caerá por sus propias contradicciones. Personajes como Elon Musk serán descritos como vendedores de ilusiones, chamanes tecnológicos con un poder desmesurado que aprovecharon las inercias de una sociedad crédula, adiestrada en poner su fe en inventos que aseguran mantener el estilo de vida de una minoría provocando efectos ambientales y sociales difíciles de calcular. La fábrica de Tesla en México funcionará durante un tiempo, por supuesto, pero la utopía del auto eléctrico, las millones y millones de unidades comprometidas por Musk, nunca se realizará. Como sucede con la locura tecnológica, los beneficios serán para una élite: los actuales compradores de autos de lujo que creerán que hacen un consumo responsable y amigable con el medio ambiente. El modelo más barato de la empresa automotriz cuesta más de un millón de pesos y las proyecciones indican que ese precio se mantendrá o, incluso, aumentará conforme los materiales se agoten. Toda la inversión, el tiempo, los recursos naturales desperdiciados y vidas humanas malgastadas en corporaciones como Tesla, serán un cruel epílogo de la sociedad de consumo que unos pueden aprovechar en detrimento de otros. Mientras tanto, Elon Musk y la izquierda y derecha mexicana unidas, festejan. 



 

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Alejandro Badillo (CDMX, 1977) es narrador, ha publicado tres libros de cuentos: Ella sigue dormida (Fondo Editorial Tierra Adentro/ Conaculta), Tolvaneras (Secretaría de Cultura de Puebla) y Vidas volátiles (Universidad Autónoma de Puebla); y la novela La mujer de los macacos (Libros Magenta, 2013).




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