El socialismo no llegará en bicicleta, Salvador Medina, Editorial Itaca, primera edición 2022

Existen varias propuestas a la crisis ambiental que, en su abstracción, permiten su aplicación al mismo tiempo que logran cambiar prácticamente nada. La transición del coche convencional al eléctrico es una de esas panaceas que, según sus promotores, nos conducirá a un estado de equilibrio medioambiental. El vínculo con las energías “renovables” provoca en el consumidor de coches eléctricos cierta superioridad moral frente a sus coetáneos. Por supuesto, se obvian tanto los costos de la extracción de litio, las grandes deficiencias del mismo coche eléctrico y el origen de la energía verde que los alimenta. Las políticas que buscan impulsar su adopción, bien ingenuas o bien con intereses económicos, no cambian el panorama de la crisis energética o ambiental que supuestamente tratan de aliviar.

Salvador Medina realiza un análisis similar a lo largo de diez ensayos, en “El socialismo no llegará en bicicleta”, específicamente sobre la bicicleta como medio idealizado de transporte. El autor centra su crítica en la enorme desigualdad de condiciones para el uso y adopción de nuevas políticas de movilidad en un ambiente urbano como la Ciudad de México. Así como la transición al coche eléctrico no cambia las tendencias de consumo energético -la Agencia Internacional de la Energía reporta que solo el 20% del consumo mundial es en forma de energía eléctrica-, las nuevas políticas de movilidad, aplicadas sin un ajuste a las condiciones mismas del territorio y la población, terminan convirtiéndose en pura estadística, “kilómetros de ciclovía”, como lo sugiere el autor.

Otro arista que observa Medina es el componente moral en las formas “sustentables” de movilidad, como lo son la bicicleta y el mismo coche eléctrico. El autor apunta que ha surgido el término “cochista” como una forma despectiva de nombrar a los usuarios de este medio de transporte. Por supuesto, al utilizar el término se ignoran las dificultades, o imposibilidades, de la gran mayoría de la población. Según Medina, el ordenamiento de la ciudad, y la imposición del uso del coche, se desprende del sistema capitalista: es una necesidad, y no una consecuencia para el flujo del capital. Los largos viajes de las poblaciones periféricas hacia los downtowns y centros comerciales de las ciudades serían impensables, y son estas poblaciones la fuerza de obra que hace posible la operación de tales distritos. En este sentido, el uso de las bicicletas sirve como un bálsamo -individualista- que calma las conciencias angustiadas. 

Muy cercano a este último punto, el autor examina la máxima del goce de la bicicleta. Si bien la adopción del medio, en condiciones adecuadas, podría traer beneficios, parece que existe un deber categórico para disfrutar de un paseo en bici. Se traslada la política de movilidad a un imperativo ideológico, donde la bicicleta se convierte en un silver bullet que resuelve problemas no solo del espacio público, sino también ¡ de armonía interior !  ¿Quién no estaría contento de hacer un viaje de dos horas a su centro de trabajo, pero esta vez pedaleando?  Como resume Medina, “esto no resuelve la cuestión de cómo se produce la ciudad, el espacio público y para quién se produce”. En esta línea, el autor propone la organización colectiva en el campo político para la rearticulación de la ciudad y el espacio.  De esta manera, la obra de Medina se posiciona con una necesaria mirada aguda ante las nuevos futuros que se abren para la ciudad.

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Omar de Felipe Solís (Orizaba, 1997), licenciado en ingeniería en computación y sistemas en UPAEP. Ha publicado ficción en la revista Mula Blanca, en el suplemento cultural El Confabulario de El Universal. Cuenta además con reseñas en El Popular de Puebla, el portal Pez Banana y una publicación en Rio Grande Review, journal de arte contemporáneo de la University of Texas at El Paso.

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