sábado. 07.06.2025
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Tachas 517 • La sed • Jeanne Karen

Jeanne Karen

Imagen creada con IA
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Tachas 517 • La sed • Jeanne Karen

Desperté a las cinco de la mañana, la sed era inusual. Cuando voy a dormir, siempre dejo una pequeña jarra de agua cerca de mi cama para poder beber unos traguitos cada que me levanto o para beber todo un vaso cuando deseo desperezarme por completo. 

Anoche, por accidente, tiré el agua que tenía reservada y francamente estaba agotada, así que decidí no volver a llenar el recipiente, pensé que tal vez me tendría que levantar más temprano para ir directamente a la cocina por más agua.

Sin embargo, como en la noche no puede beber nada, al abrir los ojos y mirar cómo entra suavemente el mismo sol, con los mismos extendidos rayos por toda la habitación, lo que sentí no fue la alegría por celebrar otro día más aquí, más bien la sensación fue muy desagradable.

La resequedad había invadido mi boca, pensé que era algo más que la sed, algo más que la simple sed que siento a veces. Era una sed de horas, sed de toda la noche. No nada más era la manifestación del cuerpo por la falta de agua, en realidad comencé a sentir angustia. 

Pensé en las personas que han padecido sed, para las que unas cuantas gotas significan permanecer con vida, pensé en las personas que necesitan recolectar agua de lluvia o las que por muchas circunstancias, solamente tienen acceso a aguas tratadas.

Pienso en los privilegios, en la fortuna, en la descomposición del mundo, en lo abrumador que es darse cuenta de que millones de seres humanos no pueden calmar esa sed.

Haber, verbo que duele cuando se trata de agua, cuando se trata de la vida misma. Duele cuando las presas no se llenan, cuando ya no corre por los ríos ni sale de los manantiales. Agua, hermosa y precisa palabra, necesaria, húmeda en la boca, en las manos. 

Cuando no hay, mueren los paisajes, las naciones, todo rastro de las vidas. Duele cada ser humano que abre su boca para decir una plegaria, para recibir unas gotas, pero nada llega, nada cae, el viento es el que pasa, el silencio, la indiferencia. 

Sed de una noche, sed que me llevaste a pensar en la sed verdadera, en la sed de los que no alcanzan un vaso de agua, sed de los que no tienen una llave cercana, sed de los que miran como mueren las lagunas, los lagos. Sed de ojos que se apagan. 

Lenguas pegadas en el paladar, deseo de hacer saliva. Sed del bosque que es una rama que apunta al cielo claro y desolado contra la saciedad de los que abrimos el grifo, de los que vaciamos los garrafones en la época de calor, saciedad de los que pueden probar agua de todos los sabores, agua mineral, agua helada, agua condensada en las montañas. 

Debemos aspirar a un punto medio, que nadie se quede con sed, que nadie desperdicie una gota, que todavía podamos tener la certeza de apagarla.

***
Jeanne Karen 
(San Luis Potosí, México, 14 mayo 1975). Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Temas como la muerte, la introspección y la complejidad semántica en la comunicación en relación con el autismo y las ciencias exactas como las matemáticas y la física, influyen su trabajo en un debate casi ético. Premio estatal de poesía Viene la muerte cantando (1998) Premio de Poesía Salvador Gallardo Dávalos (1999), de Poesía Manuel José Othón (2002 y 2006) Premio de Periodismo Francisco de la Maza por Publicación o Programa de Difusión Cultural (2009).

Ha publicado los libros: Simulación dinámica (Bitácora de Vuelos, 2015), Cementerio de elefantes (Múltiples editoriales). Hollywood (Ponciano Arriaga), Menta (Ponciano Arriaga).







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