sábado. 20.04.2024
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Tachas 521 • Las capturas de pantalla • Jeanne Karen

Jeanne Karen

Imagen creada con IA
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Tachas 521 • Las capturas de pantalla • Jeanne Karen

Me gusta advertir, como han hecho muchos escritores antes que yo, sobre las cosas que escribimos. Hoy todo parece que sucumbe ante la velocidad, el instante: en un parpadeo alguien puede cambiar una conversación, un estado de Facebook o de cualquier otra red social. 

Si una persona está lo suficientemente atenta a lo que sucede en el mundo virtual, sin duda pueda capturar cualquier cosa como un error o hasta un insulto. Podemos pensar que no pasa nada, que nadie lo notó, pero de pronto eso que escribimos hace un par de segundos, de lo que ya nos arrepentimos y hemos borrado, alguien más ya lo tiene en su poder, lo que no sabemos es cuáles serán los fines de la captura de pantalla, a veces sucede que no es para nada bueno.

Tener un teléfono inteligente es un arma de doble filo, un objeto que nos hace la vida más fácil, ligera, divertida, que nos ayuda a terminar nuestras tareas bien y rápidamente, también se ha convertido en una cosa peligrosa, más cuando se trata de poner nuestras ideas y opiniones al alcance de muchísimos ojos, que casi siempre están atentos a nuestros tropiezos, locuras, tonterías y hasta de nuestros escarnios.

Trato de tener cuidado con lo que escribo, cuando voy a veces por las líneas imaginarias de mi estado de Facebook, lo hago como iría un equilibrista que puso su cuerda extendida por el cielo de un bullicioso y concurrido mercado del barrio. No quiero caer, pero tampoco quiero que algo me distraiga. Tengo miedo de meter el pie y que alguien guarde lo escrito; ya después no sirve de nada el arrepentimiento. 

¿Cuánta gente ha quedado como mentirosa después de escribir algo en las redes y luego borrarlo?, ya nadie cree en su palabra, se perciben sus  estados como el lugar donde se entretejen verdades a medias, los que los leemos, inmediatamente sentimos que intentan manipularnos y jugar con nuestra inteligencia.

Cuando estoy molesta, por cualquier razón, siempre escribo en una hoja, en uno de esos cuadernos que nadie más puede ver, luego sigo escribiendo, borro, tacho o destruyo la página, pero solamente yo puedo ver lo que está ahí. De verdad es un buen ejercicio, sirve para tener claridad en nuestros pensamientos y también para evitarnos problemas. Al hacer público lo que pensamos, automáticamente nos estamos exponiendo, por eso a veces es mejor hacer caso de cuando nos dicen: déjalo para ti.

Si escribimos directamente en redes sociales, lo que somos, lo que pensamos, queda  atrapado entre las miradas de miles de internautas. 

¿Por qué se dejan llevar por su mente, por sus ideas, por la ira?, ¿por qué ponerla en esos sitios públicos?, me recuerda a la práctica de los gritones de las plazas. 

Las pantallas son espejos de humo, la vida virtual es simulación, pero también tiene sus implicaciones en la vida cotidiana, en la vida diaria. 

¿Y si hacemos una prueba y comenzamos a escribir solamente ideas generales, pensamientos que en cierta medida puedan quedar dentro de la existencia de cualquier persona?, ¿qué tal si compartimos memes graciosos o un simple buenos días?, ¿dejaremos de meternos en problemas, aliviaremos un poco las tensiones sociales?, ¿cambiará la manera en la que nos relacionamos?

Hay personas que se pasan gran parte de su vida quejándose de todo, de gente que conocen, de gente que no conocen, en realidad, ¿sentirán algún alivio?, ¿la vida les sonreirá después de echar toda su basura al campo abierto de internet?

Tal vez sí. Recuerdo unas líneas que escribió Mark Strand: Hemos permitido que nos encierren los enormes aires del futuro, para cantarlos, portarlos, parirlos.

***
Jeanne Karen 
(San Luis Potosí, México, 14 mayo 1975). Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Temas como la muerte, la introspección y la complejidad semántica en la comunicación en relación con el autismo y las ciencias exactas como las matemáticas y la física, influyen su trabajo en un debate casi ético. Premio estatal de poesía Viene la muerte cantando (1998) Premio de Poesía Salvador Gallardo Dávalos (1999), de Poesía Manuel José Othón (2002 y 2006) Premio de Periodismo Francisco de la Maza por Publicación o Programa de Difusión Cultural (2009).

Ha publicado los libros: Simulación dinámica (Bitácora de Vuelos, 2015), Cementerio de elefantes (Múltiples editoriales). Hollywood (Ponciano Arriaga), Menta (Ponciano Arriaga).



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