viernes. 24.01.2025
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Tachas 526 • El ingeniero nórdico • João Melo

João Melo (trad. Felipe Lomelí)

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Tachas 526 • El ingeniero nórdico • João Melo

Antes de venir para Luanda, enviado por la compañía petrolera donde trabajaba desde hace más de treinta años, Jan Andresen, un ingeniero nórdico amante de las palabras y de los placeres simples de la vida, con dos hijos ya criados, como se acostumbra a decir, casado y bien casado con Ruth Andresen, fue, naturalmente, adiestrado acerca del nuevo país que iría a explorar (literalmente): así, y además de las clases de portugués, asistió a larguísimas y aburridísimas conferencias sobre Angola, dictadas por algunos de sus antecesores, vio algunos videos y, por decisión propia, se leyó unos libros de diversos autores angolanos, lo que inicialmente, incluso, le causó algunos problemas con la secretaria de la compañía en Luanda, la cual, a pesar de ser angolana, juraba que en el país no había escritores ni nada similar.

Habiendo creído, después de algunas de esas lecturas, que Luanda era una ciudad igual que cualquier otra, Jan Andresen pidió, luego de desembarcar, que lo llevaran al célebre mercado Roque Santeiro (“¡el mayor mercado informal de toda África!”, de acuerdo con la tradicional fanfarronería angoleña) para degustar un cabrito. Al parecer, el ingeniero nórdico había leído a Luandino, Arnaldo Santos, Jacinto de Lemos y otros autores que se han esforzado estoicamente por demostrar que Luanda existe y que, por lo menos como materia prima literaria, es mucho más suculenta que el Salvador de Bahía, de Jorge Amado, e incluso que el mismísimo Macondo y todas esas otras ciudades fantásticas recreadas por García Márquez; con todo, el texto que más suscitó su curiosidad, por el grotesco exotismo del escenario, fue una novela de un ministro local sobre ese mercado, la cual fue considerada por algunos como una obra fundacional de la literatura angolana y por otros, tal vez resentidos por esa intromisión ministerial en el campo de la creación literaria, como una simple y llana mierda. Coincidencia o no, el ingeniero se consiguió una tremenda amibiasis que lo dejó postrado durante una semana y cagando como un condenado a muerte. Cuando despertó, preguntó: ¿Pero qué ciudad es ésta?

Ese episodio dividió profundamente a la clase política local. Para la oposición, por ejemplo, había quedado clara una vez más no sólo la falta de capacidad sino sobre todo la profunda insensibilidad del gobierno ante los problemas del pueblo, pues hacía mucho tiempo que los cabriteiros de Roque Santeiro —y no sólo ellos— reclamaban en vano mejores condiciones de trabajo a fin de poder mitigar el hambre del pueblo e incluso, sino el hambre propiamente dicha, por lo menos el apetito de los extranjeros que, dando muestras de su multiculturalismo ejemplar, se animaban a experimentar las delicias nacionales, recusándose, por lo tanto, de vivir apenas de importados y enlatados.

Por su parte —por uno de esos misterios en los que la humanidad es pródiga— los que apoyaban al gobierno respondían a esos ataques con algunas preguntas aparentemente simples, pero altamente insidiosas: ¿Y el chofer? ¿De dónde es? ¿Por qué llevó al ingeniero nórdico al Roque Santeiro sin elementos de seguridad? ¿Por qué no le sacó de la boca al hombre el pedazo de cabrito? ¿Por qué no le hizo una lavativa? El propio ministro del interior fue a la televisión, en cadena nacional, a calificar de savimbistas a todos aquellos que se atrevieran a poner en jaque el empeño del gobierno por mejorar las condiciones higiénicas de la ciudad y, principalmente, en bien recibir a aquellos que, de buena fe, vienen a contribuir con su esfuerzo a la reconstrucción y el desarrollo del país. En el tiempo en que estos hechos fueron inventados, ser savimbista era peor que ser hijo de puta.[1]

Uno de los periódicos privados que entonces se publicaban, muy conocido por su tenor iconoclasta, aprovechó para desencadenar una feroz campaña en contra del fundamentalismo islámico, acusando a todos los cabriteiros de ser adoradores de Alá. Eso hizo aumentar sus ventas durante algunas semanas, más cuando el gráfico comenzó a caer, el periódico insistió, con una sutileza de elefante, en que la diarrea que padeciera el ingeniero nórdico luego de su llegada no tenía absolutamente nada que ver con el cabrito, ni con las moscas que pululan por la ciudad como si estuvieran en su propia casa y, sí, con la llamada “molestia del siglo”. Pero, luego de que surgieran rumores acerca de que cierto gobernador de cierta provincia iba a ser, finalmente, exonerado de ciertos delitos, el periódico redireccionó sus baterías para ese nuevo o, más bien, recurrente asunto.

Cuando, hoy, Jan Andresen se acuerda de todo eso, lo hace con una sonrisa condescendiente pero sinceramente feliz y reconfortado. Lleva sólo cinco años en Luanda, más es como si siempre hubiera vivido en esta ciudad. Dejó, de una sentada, la compañía petrolera que le sacó canas, a los hijos que, tal como fue dicho, ya estaban criados y a la mujer, quien pasó a emborracharse todos los días, lo que, en estas situaciones, es bastante común. Compró una quinta en Viana, donde cultiva rosas de porcelana que exporta para Holanda y en la cual, por lo menos una vez al mes, él mismo prepara cabrito para los amigos.[2]





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João Melo (Luanda, Angola, 1955). Escritor, periodista y consultor en comunicación. Es fundador de la União dos Escritores Angolanos y de la Academia Angolana de Letras. Actualmente divide su tiempo entre Luanda, Lisboa y Wáshington, D.C. Su obra incluye poesía, cuento, novela, artículos y ensayos. Sus libros han sido publicados en Angola, Portugal, Estados Unidos, Brasil, Italia, España, Reino Unido y Cuba. Algunos de sus textos también han sido traducidos al francés, alemán, árabe y chino y aparecido en diversas revistas y periódicos internacionales. En 2009 recibió, en la categoría de literatura, el Prémio Nacional de Cultura e Artes.

L. F. Lomelí (Etzatlán, México, 1975). Ingeniero y doctor en español y portugués. Ha publicado una docena de libros.





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[1]    Jonas Malheiro Sidónio Savimbi (1934-2002). Guerrillero independentista angolano cuya agrupación armada, UNITA (União Nacional para a Independência Total de Angola), pasó de ser maoísta a no sólo a declararse anti-comunista y a recibir ayuda de los EE.UU. sino a recibirla de la propia Sudáfrica del apartheid. N. del T.

[2]    “rosas de porcelana”, Etlingera elatior. N. del T.